Eterno Retorno

Sunday, June 11, 2017

Hablemos de la afilada claridad irradiada por la mansión en tinieblas, del peregrinaje avenida arriba (¿era acaso el sampetrino Rosario por donde caminábamos?) y de la descarada certidumbre de ser cazadores de orgía y desenfreno. Si el deseo reprimido deviene en cáncer y pestilencia (William Blake dixit) nosotros vamos en pos de una cura de furtivo orgasmo y derrame. Sólo la impureza redime, gloria bendita en la humillación, la santidad de lo abyecto, el éxtasis místico de la sodomía. Llevábamos la dirección anotada y la calle tenía un nombre rimbombante de filósofo o pensador al estilo Polanco o acaso todo quedaba en un simplísimo Cristóbal Colón sin glamour. Da lo mismo. En torno al nombre de la calle albergo dudas, pero no en cuanto al número: era el 15. La vuelta era a la derecha y las palaciegas cúpulas podían verse desde la esquina. El detalle a resaltar es que la calle no era a cielo abierto; era el pasillo de un centro comercial lo cual no menguaba lo descomunal del castillo. Cierto, el palacio impresionaba pero sin ocultar su gastada elegancia y su odiosa pretensión de nuevo rico de los tempranos ochenta. Un anacrónico teléfono y una decoración propia de abogadete arribista. Imagino (aunque no vi) sillones Luis XV y ceniceros de falso marfil, pero aún frente al kitch se intuía en el aire lo real del aquelarre, el clímax litúrgico en un altar de sexuales sacrificios, la eucaristía del enculamiento. Violarías y serías violado. ¿En qué momento apareciste tú? Eso no me queda claro, pero pronto intuí que aquello podía ser también un liberador ejercicio de swingers, un asesinato a mansalva de mil y un tabús. Redimirte en violación para arrancarte de tajo la modorra y la abulia. Todo quedó ahí. No hubo imágenes explícitas y ni siquiera sugeridas. La censura no podría calificarlo como porno. La interpretación podría parecer muy clara: hace falta beatificarse en la porquería. La única redención posible pasa por el camino de lo vejatorio, embarrarte en semen infeccioso. Algún día recordarás la irrupción de la mansión en los minutos previos al amanecer, después de un insomne medio tiempo en el Barrio del Once y su correría criminal, mientras en el Valle de Texas una vida nueva alumbra para compartir cumpleaños con Pancho Villa y el tren del desenfreno que ya no fue se aleja de la estación de tu vida destellando su luz moribunda en la lejanía.