A raíz del suicidio de Chris Cornell retorné a una novela que leí hace catorce años y cuyo argumento podría ser perfectamente aplicable a este caso. Se trata de Tren nocturno del británico Martin Amis. Con alma de noir (sin ser Amis un narrador negro) Tren nocturno habla del suicidio de la bellísima Jennifer Rockwell, una astrónoma de 27 años de edad, cuya vida parece un modelo de realización y felicidad hasta que un día decide tomar una pistola y volarse la cabeza. Una detective machorra, alcohólica y con el hígado destrozado llamada Mike Hoolihan investiga la extraña muerte de la joven científica. Dado que Rockwell no estaba deprimida ni enfrentaba graves problemas en su vida, la teoría de la muerte por su propia mano parece condenada a la falsedad y como en tantísimas novelas negras, todo aparenta conducir a un desenlace en el que el suicidio resulta ser asesinato. Lo sui generis de esta historia es que al final el suicidio se confirma. ¿Por qué entonces se mató la guapa astrónoma? “El suicidio es un tren nocturno, un tren que te lleva velozmente a la oscuridad. Este tren te lleva al interior de la noche y te deja en ella”. Jennifer estudiaba los hoyos negros del universo, pero nadie repara que la mente humana, al igual que el espacio, puede de pronto naufragar en un vacío abismal. Es como si el equilibrio emocional fuera una barca que en un de repente cae en una suerte de triangulo de las Bermudas. Un descomunal hoyo negro ontológico que una mala noche cualquiera puede cubrirte como cubrió a Chris Cornell quien al igual que Jennifer tenía una vida realizada y estable. No es fácil detectar los abismos cósmicos ni distinguir la débil luz del tren nocturno cuando se aproxima siniestro en la madrugada para detenerse fatalmente en la estación de tu vida. Misterios del sueño de la razón y sus adorables monstruos.
Friday, June 02, 2017
<< Home