Vivir es otro. Ni sentir es posible si hoy se siente como ayer se sintió: sentir hoy lo mismo que ayer no es sentir: es recordar lo que se sintió ayer, ser hoy el cadáver vivo de lo que ayer fue la vida perdida
Apagarlo todo en el cuadro de un día para otro, ser nuevo con cada nueva madrugada, en una revirginidad completa de la emoción: esto y sólo esto vale la pena ser o tener, para ser o tener lo que imperfectamente somos. Al párrafo prófugo le sigue el descorche. (Libro del desasosiego)
“La vida es sencilla para el corazón: Late mientras puede. Luego se detiene. Antes o después, algún día ese movimiento martilleante se para por sí mismo y la sangre empieza a correr hacia el punto más bajo del cuerpo”, escribe Karl Ove Knausgard en La muerte del padre.
Al final la vida se va convirtiendo en un océano de olvido, un cofre de anécdotas que yacen refundidas en algún pozo del subconsciente. El irremediable naufragio de la memoria que algunos intentamos sin éxito conjurar mientras desparramamos palabras. Es imposible no pensar en la muerte en estos días. Hace unas horas murió el colega periodista Sergio Haro y hace dos semanas mataron a Javier Valdez en Culiacán. En abril dijo adiós Sergio González Rodríguez y en nuestra Tijuana sin ley matan a cuatro personas diarias, entre ellas niños pequeños y ciudadanos que estuvieron en el lugar equivocado. La oscura primavera me arroja una certidumbre: nuestra vida es frágil como una capa de hielo a punto de derretirse, una velita bajo el diluvio, un puño de ceniza en el ciclón.
Wednesday, May 31, 2017
<< Home