Nivel Crimson Idol, peroraba mientras recorría andrajoso algún malecón portuario en decadencia. Nivel Crimson Idol, repetí, como si en mis manos estuviera poner en punto fuego alguna prosa descarriada y volver a pepenar elusivas coronas de letrado, laureles literarios para mi cabeza piojosa. ¿Era Villahermosa aquel arrabal a aguas sucias? ¿Qué morbideces habitaban dentro de esos contenedores? Nivel Crimson Idol. Un afilador silba en la noche para hacer de cada monosílabo una navaja y los párrafos de apertura un puño de espadas afiladas.
Era la bajada a la playa mirando al norte a la altura de San Antonio del Mar. Aquello tuvo esencia pura de retorno al puerco abrevadero, mi segunda incursión en aquel galerón portuario en ruinas, una nave industrial oxidada y carcomida con entrada a un Pacífico tóxico. Había algún puente o pasadizo habitado por fauna gringa de la zona. Había una suerte de anfiteatro con escenario de aguas saladas y entrada para buques mercantes (yacía un par hermanado en herrumbre y desolación). Un fabril laberinto salitroso, una congregación de espectros para su baile anual en Puerto Abandono. ¿Hubo por ventura alguna furtiva aleta de cetáceo? ¿O era aquel un oleaje de verdosos derrames? Oxidándose en paz yace mi idílico puerto, borracho de salitre y ánimas, de tantísimo amanecer conjurado.
Saturday, May 13, 2017
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