Solo hasta llegar a las cercanías del segundo café del día, leyendo cierta crónica sobre la peste negra y el Decamerón, me recordé soñando una huida entre los elevadores de un edificio de lujo. Un elevador que bajaba cuando yo le exigía subir, puertas que se abrían conmigo oculto arranado en un rincón, salitas pretenciosas de nuevo rico en donde pretendía disimularme, alguien que me persigue por un robo casi involuntario. Un sueño más que estuvo a punto de olvidarse.
Un pedazo de piedra sobre La Danza de la Muerte de Hans Holbein (El joven) pretende recordarme que alguna vez creí caminar por el mismísimo centro neurálgico de la Historia, el sitio donde el planeta entero volcó sus emociones y su pánico, nuestro altar y nuestro espejo, las humeantes ruinas del futuro.
Wednesday, April 19, 2017
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