La Muerte siempre va caminando a nuestro lado en cada minuto de nuestra vida, le dice Kalavera y aunque Caloca le da avión, esta madrugada le parece que la parca le va respirando en la nuca. La Muerte ha estado siempre ahí, entre los pinos nevados y los arenales, en cada piedra de la Rumorosa y en cada crepúsculo en San Felipe. La Muerte lo acompañó a mirar los dos mares desde el Picacho del Diablo pero lo de hoy es punto y aparte. Este escalofrío no se parece a nada anterior. De repente Caloca tiene una certidumbre: Violeta no está viva. Su misión es encontrar un cuerpo para entregarlo a sus familiares y garantizarle una digna sepultura. Caloca nunca se ha creído un visionario, pero sabe bien que este presagio es una verdad contundente.
Por ahora lo mejor sería que todo termine de una vez por todas, piensa mientras el primer destello del amanecer irrumpe desde la Laguna Salada. Le molesta y le inquieta este complejo de brujo fatalista. Quiere desaparecer y despertar en la cama con su esposa, pues las sombras del alba le espetan que será este el último amanecer que contemplará en su vida. Por ahora sólo ruega por un minuto de mente en blanco.
Saturday, April 01, 2017
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