Gracias Élmer
Desde que en la primavera de 1999 cayó en mis manos Un asesino solitario, la narrativa de Élmer Mendoza entró a formar parte de mi vida. Desde entonces le he seguido la huella y no me he perdido uno solo de sus libros. Años después tuve la fortuna de conocerlo personalmente en Mochis y de ser su presentador un par de veces en Tijuana y entonces descubrí que además de ser un extraordinario narrador es un grandísimo ser humano. Élmer fue un cálido anfitrión durante la entrega del premio Gilberto Owen en Culiacán y tuvo la generosidad de aceptar prologar mi libro El lobo en su hora. La frontera narrativa de Federico Campbell.
Pues bien, este día el gran Élmer me ha dado una enorme sorpresa con su columna publicada en El Universal y El Debate. Al parecer el viento de Santa Ana sopló por el Pacífico y llegó hasta Culiacán. Creo que si algo agradezco a mi vagancia libresca, es la oportunidad de conocer a una persona tan extraordinaria como él. Gracias Élmer. Arrieros somos y en el camino andamos. Esto es lo que tan generosamente ha escrito:
https://www.debate.com.mx/opinion/Daniel-Salinas-Basave-20170327-0127.h
http://www.eluniversal.com.mx/entrada-de-opinion/columna/elmer-mendoza/cultura/2017/03/28/daniel-salinas-basave
Tipificar delincuentes y confirmarlos como personajes es un servicio invaluable a la sociedad, porque una sociedad contemporánea no debe vivir ignorando los mismos putrefactos en que reside o se expone a habitar, además de hacer valer sus valores más íntimos y determinantes, así como las leyes que la regulan. Tal es lo que plantea Daniel Salinas Basave en su novela Vientos de Santa Ana, publicada por Literatura Random House en mayo de 2016, en México. Nos deja claro también la inexplicable conducta de los reporteros, que pelean por todo aunque ellos subsistan con salarios de hambre, y no pocas veces con salarios del miedo.
Señala Daniel Salinas Basave, que nació en Monterrey, Nuevo León, en 1974, “los hombres más poderosos de México no son ni caudillos ni generales ni licenciados rimbombantes ni diseñadores de fórmulas empresariales, sino simples principitos de coctel”. Y temo por él, temo que los cinturitas que ejercen el poder no soporten ser calificados de manera tan precisa. Vientos de Santa Ana es una novela terrible donde aparentemente todo está perdido. Guillermo Damián Lozano, periodista alcohólico y soñador, desea escribir un reportaje de ocho columnas con la confesión de Salomón Saja, un preso de Puente Grande, Jalisco, que padece cáncer terminal y que hace 25 años asesinó de cuatro tiros al periodista Hilario, “el Gato” Barba, un periodista que no temía decir la verdad y que tenía como principal enemigo a Alfio Wolf, un empresario de casinos, coleccionista de animales únicos y político joven, que se sentía afectado por los artículos de este reportero. Además de la voz de Lozano, el autor utiliza la de Amber Aravena, una periodista chilena que conoce por Internet y que también está interesada por el perfil de Alfio Wolf, que en pocos días será investido como gobernador de Baja California, región donde se manifiestan, como misteriosos mensajeros de lo desconocido, los Vientos de Santa Ana, que contribuyen a definir la suerte de los habitantes de esa zona fronteriza. Amber viaja desde Santiago a Tijuana para conocer al “monstruo en su laberinto”.
Lozano tiene un sueño que se le convierte en obsesión: denunciar las tropelías de Alfio Wolf, en particular el atentado en que el Gato Barba perdió la vida del que considera es autor intelectual. Sueña con un gran reportaje que le abra las puertas de los medios nacionales, más importantes que el diario en que labora en Tijuana. Convence a Ramiro Reyes, el director, de que le financien el viaje a Guadalajara para visitar al asesino del Gato, que por la madre Antonia, una monja que vive con los presos, se entera de que Salomón Saja está dispuesto a confesar su arrepentimiento y les parece bien que lo comparta con un reportero. El padre Genaro le ayuda a ingresar al penal con todo y grabadora. Mientras está en este proceso, Lozano imagina la portada y el título del reportaje, y sueña con la suerte que le deparará el destino; sin embargo, surgirá un elemento que el reportero no es capaz de controlar y que se convierte en definitivo en el desarrollo de la historia. Todo reportero que escudriñe las entrañas del crimen requiere de poderosos cómplices que le cubran la espalda, además de los recursos profesionales suficientes, como indica Federico Campbell, para escribir una auténtica pieza de “periodismo negro”.
México es un país donde no hay que imaginar los delincuentes: ya existen. Daniel Salinas Basave cuenta una Tijuana roja y estremecedora, donde los que cometen los delitos se emborrachan con los que deberían aplicar la ley, acompañados por los tunde máquinas a quienes corresponde escribir las notas condenatorias, “la información es un bien negociable”, asegura el autor, que tiene sus años en el periodismo. El Gato Barba se parece mucho a un gato sinaloense avecindado en Tijuana, que supuestamente cayó bajo la metralla que le envió un empresario del juego, hijo de un poderoso político del centro del país, que se parece extremadamente al ingeniero Wolf, un hombre muy ligado a la historia reciente de la ciudad y a los vientos de Santa Ana que la sacuden. Si pertenecen al grupo de personas que buscan la verdad, la novela les va a encantar, si son periodistas susceptibles de ser corrompidos, van a decir que Daniel es un loco sin remedio, ¿qué es eso de que escribió más de 2 mil notas de muertos? Y la lanzarán por la ventana, si leen por placer, Tijuana es una ciudad que guarda grandes sorpresas para los viajeros. Ya me contarán.