Los mil cuentos posibles yacen ahí, en la piedra bronca donde duermen las esculturas, en el flácido territorio límbico que aguarda su postergada revolución. Palabras vegetantes, palabras en estado de coma, palabras destinadas a la nada del neonato.
Deshojar la luz de la mañana
Cuadros medievales de niños danzando entre flores primaverales, días luminosos, un verano aferrado a insinuarse pleno, un desnudo azul sin nubes invasoras, y la Muerte, siempre la Muerte, tan modesta y tan de bajo perfil, inventándose una sombra a tu izquierda.
La respiración de la Muerte en la nuca inspiró los cuentos del Decamerón y los de las Mil y una noches. Cuando la vida revela su fragilidad y la arena del reloj se va consumiendo, la última astilla para conjurar un naufragio es narrar y transformar en palabra tu último aliento.
La encarnación de mi bipolaridad yace en esa sensación tan matutina donde todas las músicas me hablan; una sensación condenada a degenerar en el menhir que se posa sobre mi cuerpo después del mediodía. Por la mañana las letras son mis aliadas, la fuente inagotable, la tormenta de locuras y alucinajes. Por la tarde queda por herencia un pozo seco y soñoliento, unas alas de ladrillo, la certidumbre mi total absurdo.
Wednesday, April 19, 2017
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