Cuando Villoro relee a Gabo- Por Daniel Salinas Basave
La lectura es un acto de magia. A diferencia de la escritura, que suele terminar con el punto final, a la lectura, como a las deidades, le suele dar por la eternidad. También tiene el don de multiplicarse hasta el infinito en la imaginación de mil y un lectores. Aunque tengamos el mismo libro en las manos, ningún lector es idéntico a otro y cada uno reconstruye en su imaginación una obra diferente.
Borges se encargó de revelarlo a través de la figura Pierre Menard, reinventor del Don Quijote: la nueva lectura de cualquier texto es también la nueva escritura de ese mismo texto. Cada lector crea su libro, traduciendo el acto finito de escribir en el acto finito de leer, escribe Carlos Fuentes. Ese es el embrujo de algunos cuentos y novelas, en donde en cada relectura estamos reconstruyendo y redescubriendo una nueva historia que de pronto nos plantea acertijos y nos revela nuevas interrogante, un ignoto punto ciego.
Ciertas creaciones literarias geniales pueden consumar ese acto de hechicería y en ese sentido Crónica de una muerte anunciada de Gabriel García Márquez es una novela cuyo engranaje narrativo raya en la perfección. Si la novela es una figura geométrica, la historia de Santiago Nasar es un compás trazando un círculo impecable e infinito. Tal vez por ello me resulta emocionante que un gran lector como es Juan Villoro, nos platique en el Centro Cultural Tijuana de los trucos y las costuras que conforman el tejido confeccionado por el Gabo. Villoro es un grandísimo narrador. Pocos como él han logrado mantener en perfecta sincronía ese a menudo conflictivo amasiato entre periodismo y literatura. Villoro tiene excepcionales novelas de largo aliento como El Testigo y Arrecife, pero también inolvidables sprints narrativos como los cuentos de Los culpables o La casa pierde, pero a la par tiene algunas de las mejores crónicas periodísticas que se han escrito en México. Uno ve el futbol con otros ojos y escucha el rock con otros oídos después de leer a Villoro.
Si ello no fuera suficiente, Juan tiene un par de ensayos literarios que son huéspedes permanentes de mi buró de la misma forma que algunos parroquianos se quedan a perpetuidad en la barra de una cantina: Me refiero a Efectos personales y De eso se trata.
Pero antes que cronista, ensayista y narrador, Juan Villoro es un lector que tiene el don de inducir a la lectura de los narradores que le han marcado el camino. Gracias a Juan descubrí a Lichtenberg y sus aforismos, pero también a Thomas Bernhard, al mapa de la lluvia de Italo Calvino y las mil fugas de Casanova. Pues bien, Villoro vino a Tijuana a reinventar Crónica de una muerte anunciada, esa magistral pieza de literatura que coquetea con el mejor periodismo y en donde desde la primera página sabemos que a Santiago Nasar lo van a matar. También sabemos que la noche anterior durmió mal, que a menudo sueña con árboles y que una semana antes de morir se soñó en un avión de papel de estaño que volaba entre los almendros. También sabemos, o intuimos, que no vamos a olvidarnos de esta velada con Villoro.