Por ahora este es el único Dylan que deambula entre el caos eterno de mi biblioteca. Busco en los recovecos y no encuentro a otro. El artista cachorro encarnó en Swansea, abrevó de paganos bardos galeses y su vozarrón partió micrófonos en la BBC mientras derramaba bosques lácteos donde se bebió todo el whisky del mundo. Se murió a los 39 años y en sus venas corría un torrente de malta fermentada. Dicen (pero nadie confirma) que el tal Robert Zimmerman adoptó el Dylan en su honor.
Bueno, al grano: ¿qué carajos pienso de todo esto? Pues que no, no me gusta; pulgar hacia abajo, aunque hace un tiempo me ha quedado claro que lo entregado en Suecia no es un premio literario. Sí, ya sé que antes y después de que San Agustín observara a San Ambrosio incurrir en la inconcebible extravagancia de leer en silencio, la literatura era canto. Como canto nació y se desarrolló. Antes de inventar la egocéntrica figura del autor, hubo mil y un juglares, bardos y rapsodas dedicados a cantar poemas donde lo menos importante era ubicar al creador de los mismos. Con una dosis de romanticismo podría decir que Bob Dylan honra esa tradición. Después de todo, la primera vez que escuché algo suyo en mi vida fue en una iglesia. Fui un niño católico y “El saber que vendrás” irrumpía coral en los templos de Fátima y San Francisco. Mi abuela solía cantarla. Esa fue mi primera versión de Blowin in the wind (y hoy la que más disfruto es la de Neil Young). La respuesta suele volar con el viento (¿de Santa Ana?)
De acuerdo Bob, eres un poeta, pero desde hace años juegas en otra liga. Usas su nombre, pero no eres de la estirpe de Dylan Thomas. No necesitabas el premio ni te correspondía. Por cierto, en la fotografía se aprecia al salmón de Suipacha que tras las tinieblas de sus Ray Ban mira crímenes perfectos mientras por afuera pasan los aviones. ¿Le darían el Nobel al Dylan sudaca?
Por lo que mí respecta, Estocolmo seguirá siendo la cuna del mejor Death Metal y la fuente de inspiración de no pocos detectives vikingos que dedican 600 páginas a un humilde muertito, pero no la ciudad en donde galardonan a los escritores que han sido capaces de volarme la cabeza.
Ahora que si de músicos literatos hablamos, Bruce Dickinson de Iron Maiden ha escrito novelas y hasta el Lorenzo Partida de Transmetal tiene sus cuatro libritos de poemas, aunque si a mí me preguntan, yo le hubiera dado el premio al gran Lemmy. Tiempo de beber whisky malo y escuchar One more fucking time.
Thursday, October 13, 2016
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