De una conspiración a una conjura parece haber un largo trecho, acaso un abismo, no sé si tan extremo como el que separa a Maurilio Gutiérrez de un tal Pedro Páramo, pero sí con la trascendencia como para dejar una huella sónica y conceptual contrastante. El casi póstumo libro de un Borges de 86 años iba a llamarse Los conspiradores, pero su joven amanuense, Roberto Alifano, le sugirió titularlo Los conjurados. A Borges le encantó la idea. La historia de esa fructífera asociación literaria comenzó poco más de una década atrás. Borges dictaba; Alifano escribía y dejaba escapar algunos consejos. Libros de arena, monedas de hierro, dantescos ensayos, rosas profundas. Furtiva irrumpió la historia de la noche.
Ocurrió en el otoño porteño de 1974, exactamente el 15 de abril. Roberto Alifano recuerda la fecha por ser el cumpleaños de Henry James (131 años habría cumplido el autor de Los papeles de Aspern y seis días faltaban para que yo viniera al mundo). Un senil Juan Domingo Perón agonizaba en la Casa Rosada mientras el joven Alifano, uno de los poquísimos asistentes al funeral de Pablo Neruda, retornaba a Buenos Aires tras evadir las garras de Pinochet. Aquel día de abril Roberto fue a visitar a su amigo Jorge Luis Borges y a su casi centenaria madre, Leonor Acevedo. Cuando ya Alifano se despedía, Borges le pidió que esperara un poco y como si tal cosa, dijo al joven que le dictaría un poema.
¿Por qué persistes, incesante espejo?
¿Por qué duplicas, misterioso hermano
El menor movimiento de mi mano?
Pluma en mano, Roberto copió el verso. Borges, invidente e iluminado, construía estrofas en su cabeza. Fue el primero de cientos de textos que el autor de El Aleph dictó a Alifano a lo largo de once años.
La literatura teje extraños senderos. Borges fue la voz, Alifano fue la tinta. En cualquier caso, el autor de La casa de Asterión siempre se refirió a esa obra en plural: “¿Se acuerda Alifano del poema que ayer escribimos? Pues bien, creo que en quinto renglón deberíamos cambiar algo”.
Ahora Alifano ha venido a Tijuana a narrar esas historias. Cuando dije arsenal de anécdotas creo que me quedé corto. Por ahora mi única certidumbre es que muchos años después recordaremos la sobremesa de esta tarde en el Cecut. Hay charlas cargadas de embrujos. Gracias a quienes lo hicieron posible.
PD- ¿Quieren ser parte de esta historia? Acompáñenos mañana en la sala Carlos Monsiváis a la lectura Borges y Neruda a cargo de Roberto Alifano, quien será presentado por el poeta mexicalense Jorge Ortega. Y el viernes a las siete de la noche tendré el honor de presentar a Alifano en la charla Borges cotidiano.
Thursday, April 07, 2016
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