Nunca intenté escribir a máquina un solo párrafo de aquella historia. En realidad, siendo brutalmente honesto, jamás me pasó por la cabeza enseñar ese relato a lector alguno o trabajarlo en un taller literario. La escritura de la novela era un fin en sí mismo. Mi único propósito fue deleitarme escribiéndola. Era, en todo el sentido de la palabra, una novela masturbatoria. Con ella no pretendía llegar a nada más allá del placer morboso que me producía escribirla.
Paseos ciclistas sobre calles espectro, parques-mentira tragados por una urbana mancha. Pedales en pantano, omnipresencia del Santa Catacha, recordar finales inexistentes contempladas desde las cimas de estadios-mole, américaspueblas que no ocurrieron nunca y el sueño bálsamo, el sueño umbral: reescribir la historia de un cuerpo reencarnado tras reparar neuronas borrachas. La vida vuelve a empezar y desea ir construyendo la vereda con pura palabra. ¿Acaso hubo alguna otra cosa en el inventario? Palabras, puras pinches palabras.
Saturday, January 02, 2016
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