Y el camino de vida es -entre otras cosas- las canciones compañeras y ese disco que gira terco y pertinaz, musicalizando tu emoción, tu locura y tu rabia. Cuando tarareo el soundtrack de mi existencia, reparo en las infinitas horas transcurridas con ese bajo rabioso reventando las bocinas y en los vasos de Jack Daniels vaciados mientras escuchaba esa voz de mil aguardientes y tabacos rudos proclamando “we are Motorhead and we play Rock and Roll” . La adolescencia y los años adultos se me fueron apretando el puño de hierro, buscando bajo cada piedra muerta el as de espadas, cabalgando el infierno en un imaginario corcel de acero. Cada que me torturaba la mierdosa idea de envejecer y oxidarme en las miserias de la edad adulta, pensaba en el señor Lemmy Kilmister y en su perrísima actitud ante la vida. Pocos personajes encarnaron a tal grado la Actitud y los Huevos, así, con mayúscula. El desparpajo, el coraje, la capacidad de mentarle la madre al entorno entero. “Sé que nací para perder, y que apostar es para pendejos, pero esta es la forma que he elegido y no quiero vivir para siempre”. El beso de la Muerte llegó con el invierno Capricornio. Grande Lemmy. Hay un motor de metal rugiendo por la eternidad en mi cabeza.
Monday, December 28, 2015
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