Para no variar, el viento de brujas me ha venido persiguiendo pero aquí en Mexicali sí que sabe a aliento de demonio. Es el desierto mismo condensado en el aire. A lo mejor el presagio que arrastra consigo este soplo es el de la inminencia de mi muerte. Escuché historias de autobuses arrojados al fondo de los abismos de La Rumorosa por la furia de los vientos de Santa Ana. Tal vez el destino ya esté marcado.
Mi única certidumbre es que mis últimas 48 horas bajacalifornianas correrán con prisa. Por ahora ya empiezo a ser víctima de la saudade anticipada y la nostalgia por aquello que jamás sucedió. Saudade por la historia de lo que pudo haber sido, por las palabras que no escribiré nunca, por esta vida nuestra -tan socarrona e hija de puta- aferrada a torcer veredas e inventar conjuros para sus naufragios.
Friday, April 10, 2015
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