Partidismo sanguijuela
A finales de los años 80, el grupo de rock radical vasco La Polla Records compuso un himno de batalla que hoy más que nunca deseo cantar a todo pulmón: “Odio a los partidos”. El título de esa canción sintetiza sin ambages ni medias tintas el sentimiento de millones de mexicanos, condenados a mantener clubes y pandillitas de oportunistas que juegan a repartirse el poder. El sistema partidista mexicano está podrido en sus entrañas. El nacimiento de nuevas fuerzas políticas con cargo al bolsillo ciudadano es una pésima noticia que en nada contribuirá a nuestra pluralidad democrática y sí en cambio al dispendio de recursos. El registro del Partido Encuentro Social representa un terrible retroceso en la lucha por el laicismo en México, un escupitajo en la cara de quienes somos librepensadores. El PES no es una fuerza política sino una congregación evangélica. Quien diga lo contrario miente. Por estrictas razones de trabajo he conocido a algunos de sus integrantes y en alguna ocasión he acudido a un acto proselitista y lo que encontré fue el equivalente a un ritual de alabanza. La naturaleza misma del cristianismo evangélico se opone al debate y al autocuestionamiento y pugna por la perorata y la ciega creencia irracional. En su repetición merolica de la Biblia y su defensa de aberraciones creacionistas, el evangélico promedio no destaca por ser precisamente un analista crítico. Creen ciegamente en sus pastores, lo cual es ideal para el voto en masa o el voto corporativo que tanto gusta al PRI. Enrique Peña Nieto le debe mucho al cristianismo evangélico y su voto ciego. Quien tenga dudas sobre la creciente influencia política de esta repugnante secta, que se mire en el espejo de Brasil, donde se han esparcido como una epidemia en los puestos de gobierno. Por otra parte, el reconocimiento de Morena como fuerza política tampoco me parece una buena noticia. Aunque el primer voto de mi vida fue para el PRD (Cuauhtémoc Cárdenas en 1994) y muchas de mis ideas caben en lo que tradicionalmente puede considerarse como izquierda progresista, veo en Morena un paso atrás. Los seguidores de Andrés Manuel López Obrador representan la izquierda mojigata, patriotera, caudillista, ultranacionalista, más cercana a los viejos fascismos europeos que a una moderna izquierda liberal. Con su visión resentida y acomplejada de la Historia de México, donde sobran teorías conspiracionistas y pavor a lo extranjero, los mojigatos morenistas acaban rindiendo pleitesía a lidersuchos anacrónicos. Me encantaría poder optar en México por una izquierda moderna, una alternativa socialdemócrata que pugnara ante todo por las libertades individuales, el laicismo y la tolerancia, pero lo que encuentro es un grupúsculo monotemático que ha hecho de la oposición a la reforma energética su único evangelio. ¿Puede haber Morena más allá de AMLO y la defensa del petróleo? Hasta ahora no la he visto. Concluyo este artículo expresando mi total decepción por lo que le sucede al panismo bajacaliforniano. La peor y más abyecta versión del PAN es la que controla al partido en la entidad, cuyas prácticas lo emparentan con el peor priismo tortillero. En el PAN ha habido personajes de estatura política e intelectual, pero no son por supuesto quienes están ahora en el gobierno.