LOS LIBROS QUE MARCARON EL CAMINO
Rossie Martínez y Alfonso Morcillo me han pasado la estafeta de los diez libros compañeros que han marcado mi vida y a estas alturas creo que no puedo negarme. Pero… ¿deben ser solo diez? Mis amigos, debo advertirles que esta lista es una grandísima injusticia, un monumento a la subjetividad, sobre todo porque mi lista de hace 20 años sería muy distinta a la de ahora, por lo que trataré de mantener un equilibrio cronológico e incluir aquellos libros que han significado algo en algún momento. Les pongo un ejemplo: a los 16 años Herman Hesse hubiera aparecido encabezando el ranking y hoy me parece el colmo de lo cursi. A los 19-20 años Carlos Castaneda me acompañaba a todas partes como una suerte de consejero espiritual, pero hace más de quince años que no me apetece leer un libro suyo y posiblemente si lo volviera a leer me aburriría. A los 22 años consideré Kundera mi non plus ultra, pero sus novelas francesas me decepcionaron. La primera vez que leí a Sergio Pitol a los 25 años me aburrió soberanamente y hoy no me separo de él. Hace una década Roberto Bolaño me cagaba por hipsterozo y sobrevalorado, pero desde hace un par de años he empezado a disfrutarlo. Soy un lector omnívoro y cambiante, que no le hace ascos a la carroña, la chatarra y las exquisiteces. Trataré de incluir los que en menor o mayor medida me han dejado alguna huella permanente. Así las cosas venga esa injustísima decena con un breve comentario.
1- El Aleph. Jorge Luis Borges- Un escritor eterno, siempre renovable como los sueños. Me voló la cabeza cuando lo leí por vez primera a los 17 años y me voló la cabeza anoche. Si llego a vivir 80 años sin duda hará el mismo efecto. Es quizá el único que estaría en el tope de la lista en mi adolescencia y en mi edad adulta. El único que nunca se va de mi buró. Junto con El Aleph incluyo los dos libros compilados en Ficciones (El jardín de los senderos que se bifurcan y Artificios). El pasado domingo releí de hidalgo (una vez más) Historia universal de la infamia y fue alucinante. Borges nunca se acaba.
2- El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha. Miguel de Cervantes- Puedes decir lo que gustes o incluirlo por cumplir con la Real Academia, pero para mí es la novela de novelas, la piedra fundacional del género y al mismo tiempo la más moderna, la más divertida y la más profunda. Y sí, lo he leído completo y lo releo cada cierto tiempo.
3- Plata quemada. Ricardo Piglia- Aunque con méritos idénticos podría incluir El último lector, Respiración artificial o El camino de Ida, he decidido apostar por el más trepidante y croniquero. Puro jarcor narrativo. Tal vez el escritor latinoamericano vivo que más me influye.
4- La carretera. Cormac McCarthy- Este libro me pateó fuerte, tal vez porque lo leí cuando estaba debutando como padre. No recuerdo que un libro me haya pegado tan pero tan duro en lo emocional durante la edad adulta.
5- Sobre héroes y tumbas. Ernesto Sabato- Alejandra es tal vez el personaje femenino con el que más he alucinado. Hace un tiempo me daba por explorar en el túnel de los ciegos. La obra tardía de Sabato me empalagó por plañidera, pero Héroes y tumbas me dejó una huella profunda desde hace dos décadas.
6- Demian. Herman Hesse. No puedo negar al adolescente que fui. Leí este libro en el verano de 1986 durante un viaje a la Isla del Padre. Al Abraxas le atribuyo la paternidad de mi rompimiento con dios.
7- Invisible. Paul Auster- El de Brooklyn ha sido el fiel compañero de mi vida adulta. Con idénticos méritos podría incluir Leviatán, El país de las últimas cosas, Diario de invierno o Sunset Park, pero elegí el que me parece más extremo y jarcorero de su obra. Auster me acompaña a todas partes desde hace década y media.
8- Historias Extraordinarias. Edgar Allan Poe- La encarnación de un clásico, patrimonio literario de la humanidad. Has leído mil veces estas historias y si las vuelves a leer esta noche te juro que volverán a inquietarte.
9- El arte de la fuga. Sergio Pitol- Libertinaje ensayístico en estado puro. La encarnación de la narrativa híbrida. Me tardé un poco en apreciarlo, pero hoy se ha convertido en mi faro narrativo.
10- La vida está en otra parte. Milan Kundera- Junto con La insoportable levedad del ser y El libro de la risa y el olvido, el de Brno marcó el paso de la adolescencia a la juventud. Ya no es lo que era, pero hizo época en mi vida
PD- Con idénticos méritos pueden entrar en la lista Si una noche de invierno un viajero o Ciudades invisibles de Ítalo Calvino; Vidas imaginarias de Marcel Schwob; Todos los fuegos el fuego de Cortázar (incluso antes de Rayuela); De la experiencia y otros ensayos de Montaigne; Dios en la Tierra o El luto humano de José Revueltas; Sueño de sueños de Antonio Tabucchi (antes incluso que Sostiene Pereira); Las partículas elementales de Houellebecq; El Principito de Saint Exupery; Acid House de Irvine Welsh; El desbarrancadero de Fernando Vallejo; Intimidad de Nannif Kureishi; Yo también me acuerdo de Margo Glantz (lo acabo de leer y está rompe-madres); Entre hombres de Germán Maggiori (el más pulp de la lista); El reino de este mundo de Alejo Carpentier; Fausto de Goethe; El llano en llamas de Juan Rulfo (antes de Pedro Páramo); El Amadís de Gaula; La transmigración de los cuerpos de Yuri Herrera; Canción de tumba de Julián Herbert; La muerte en Venecia de Thomas Mann; La rendición de Tony Bentley (teología sodomita); Salón de Belleza o Flores de Mario Bellatin (no los bodrios intencionalmente chocantes que hizo después); El Rayo Macoy de Rafael Ramírez Heredia; Cuentos de Nicolás Gogol (La nariz, El capote, Avenida Nevski); Reconstrucción de Antonio Orejudo; La ciudad de las palabras de Alberto Mánguel; Librerías de Jorge Carrión (me he visto retratado en mi adicción; Ciudades desiertas de José Agustín; De eso se trata y Efectos personales de Juan Villoro; Profundidades de Henning Mankell; Casi nunca de Daniel Sada; Arma en el hombre o El asco de Horacio Castellanos Moya; Larga distancia de Martín Caparrós; Windows of the World de Frederic Beigbeder y mejor aquí le voy parando o la lista no se acaba nunca. DSB