Eterno Retorno

Thursday, September 04, 2014

Hay algo mórbido en la esencia de una botarga, máxime cuando su performance de forzada alegría debe escenificarse afuera de una farmacia. Hay algo de escupitajo en la tiranía de lo soez, omnipresente en los comercios populares. La norma inquebrantable en aquellos sitios donde se vende barato, es que debe haber ruido y payasada. Bocinas escupiendo tecno-cumbias o regguetones al nivel de la estridencia y monigotes moviendo el bote en la banqueta. Cuando acudes a comprar una medicina es porque te sientes mal. Te duele la garganta o los oídos, tienes fiebre o acaso un retortijón estomacal que te dobla del dolor. Lo que deseas en ese momento no es un taladro auditivo y un ridículo muñeco bailando frente a ti, sino una cura a tus males y un poco de silencio. De hecho las farmacias Similares son también consultorios médicos y ante el vía crucis que representa cualquier clínica del IMSS, el doctor Simi parece tener la patente de la salud pública en México. Ignoro si los que se hacen ricos vendiéndole a los pobres basan sus estrategias en algún estudio de mercado. Desconozco si hay algún indicador que demuestre mejores ventas por la presencia de bocinas y monigotes afuera de los comercios. Acaso haya alguna encuesta en donde se evidencie que a mayor ruido y a mayor ridículo, el apaleado mexicanito eternamente desempleado y endeudado se motiva a gastar el dinero que no tiene. La tiranía de lo soez lleva la vida diaria hasta el extremo de lo patético. Bajo el sofocante traje de la botarga debe haber una ruina humana que suda a mares y es forzada a bailar y a fingir alegría aunque su vida se esté yendo por el resumidero. Dentro de la farmacia o la tienda serás atendido por empleadas que arrastran su cruz de salario mínimo tras ese mostrador con cara de cárcel en donde encima deberán soportar ocho o diez horas de tormento en sus oídos. Con los políticos ocurre algo similar. Cuando un funcionario visita una colonia popular para entregar una calle pavimentada o encabezar una jornada de cortes de pelo y peroratas podridas, su sainete será acompañado con música guapachosa y algún maestrito de ceremonias con ambiciones de comediante. El gobernador, el alcalde o el payasito de marras que usted elija, bailará cumbia con alguna doñita, contará un chiste y se tomará algunas fotos cargando escuincles antes de correr a la Suburban a embarrarse las manos de desinfectante. Al pobre en México se le falta al respeto de mil maneras y la tiranía de lo soez me parece una de las más crueles formas de escupirte en la cara. Al pobre denle ruido y payasitos aunque no los pida. Se da por hecho que eso le gusta. El candidato que va a hacer campaña al Maclovio Rojas o al Pípila utiliza ante el pobre otro lenguaje. Le habla como a un menor de edad o a un retrasado. En cualquier caso el tono de la perorata es muy distinto al que utiliza cuando va a la Hipódromo o a Playas en donde por supuesto no lleva botargas ni cumbias. Se da por hecho que con la presidenta de la junta de vecinos de Lomas de Agua Caliente el candidato no va a bailar la quebradita. Si los dulces violines que recibían a los prisioneros en Auschwitz fueron sinfonía de lo macabro, el circo y la estridencia a los que es condenada la pobreza en México es la cacofonía de un país que se pudre; el triste soundtrack de nuestro desbarrancadero.