Eterno Retorno

Thursday, September 06, 2012

He decidido comenzar a escribir un ensayo. Si bien todavía no estoy muy segura del título, pienso hacerle un guiño a Thomas De Quincey y llamarlo El magnicidio como una de las bellas artes, aunque tal vez sobre marcha se me pueda ocurrir un nombre más creativo. Mi tesis parte de que el magnicidio es, por su grado de dificultad y por sus efectos sociopolíticos, la más elevada expresión del arte criminal. Pero más allá de su complejidad y trascendencia, me interesa la simbiosis histórica que se crea entre la víctima y su victimario. El magnicida se inscribe en la biografía de su víctima y se eterniza en ella. Fanatismos e ideologías aparte, creo que el factor de hermanamiento de todos los magnicidas del mundo, es la noche antes del magnicidio. Por improvisado y timorato que sea el magnicida, es obvio que debió existir una planeación del crimen. La noche antes del magnicidio, el futuro magnicida cavila y repasa una y otra vez sus planes. Su noche se parece mucho a la de un condenado a muerte y aunque en este caso el magnicida es el verdugo, sabe que bien que al ser ejecutor se está condenando y que su vida, si es que la conserva se transformará. Por un momento he pensado en titular a mi ensayo El insomnio del magnicida o El magnicida insomne y limitarme a presentar una serie de viñetas sobre los lentos minutos de la noche anterior al crimen. No pienso caer en la ociosa tarea de reconstruir la narración de asesinatos que todo el mundo conoce. Más bien pienso tomarme unas cuantas licencias literarias y leer los pensamientos del asesino en el insomnio anterior al día de su gran crimen.
La inmensa mayoría de los magnicidas, por cierto, son unos mojigatos, unos fanáticos capaces de creerse instrumentos de un destino divino que los obliga a actuar. Todos son devotos de un ente abstracto, - Dios, la patria o una absurda causa política- en nombre del cual eliminan al hombre que consideran obstaculiza o atenta contra ese destino superior. Su enajenación a su deidad, a su nación o a su partido es tal, que no dudan en sacrificarse.