NOCHE TRISTE- Por Daniel Salinas Basave
Durante buena parte del Siglo XIX mexicano, no hubo cambio de gobierno sin cuartelazo y rebelión de por medio. Presidentes de plastilina que duraban unos meses en el cargo desfilaban por Palacio Nacional antes de ser derrocados por asonadas, traiciones o motines. En el México del Siglo XIX, con un 90% de la población sumida en el analfabetismo y la más absoluta ignorancia, los mexicanos ni siquiera se alcanzaban a enterar si su presidente en turno era liberal, conservador, centralista o federalista o si había un ejército extranjero invadiendo el territorio. Cambiar de gobierno significaba irremediablemente sangre y muertos. Visto desde ese ángulo, creo que podemos sentirnos satisfechos de que en este país cambiar de presidente haya dejado de ser algo traumático. Cierto, tenemos procesos electorales con blindajes carísimos que aun así no logran extirpar la perpetua desconfianza, pero salvo por el indignante caso del joven brigadista del PAN asesinado en Chiapas, nuestras guerras civiles electorale suelen limitarse a insultos en el facebook. La mañana del 2 de julio me he levantado, he tomado mi bicicleta y las calles tenían el ánimo de cualquier lunes. Los voceadores alzaban los periódicos, los taqueros despachaban a sus clientes, los oficinistas corrían celular en mano y miles de automovilistas se peleaban con el tráfico. México amaneció con el ánimo de aquí no ha pasado nada y la vida sigue. Me siento afortunado de vivir en un país donde por fin tenemos algo que se parece a una democracia funcional y lo aprecio, pero aun así la noche del domingo fue una noche triste. Sí, se que en cualquier democracia es sana la alternancia, pero honestamente creo que México ha retrocedido con el triunfo del PRI. Por desgracia, el partido tricolor no nos ha dado argumentos para creer que ha superado sus vicios ancestrales. Quisiera poderle dar el beneficio de la duda a Enrique Peña Nieto, pero no puedo. Es alguien que me inspira una profunda desconfianza. La enorme burbuja mediática que lo rodea me ha impedido descubrir si detrás del maquillaje y el discurso prefabricado se esconde un ser humano con ideas y sentimientos propios. Voté por Josefina Vázquez Mota sabiendo que sus posibilidades de triunfo eran remotas y consciente de los muchos errores que han cometido los gobiernos panistas en estos doce años, pero convencido de que como ser humano era la mejor opción , la más responsable y sensata. No le deseo el mal a Peña Nieto por una simple y sencilla razón: yo no quiero que le vaya mal a México, porque este es el país donde vivimos, donde pensamos seguir viviendo, el lugar del mundo donde está creciendo mi hijo y la historia dice que el fracaso de un presidente va asociado al fracaso de una nación. Tristemente, no tengo en este momento muchas razones para ser optimista. Ojalá en 2018 estemos vivos y pueda yo escribir una columna donde reconozca humildemente que me equivoqué, pero al menos este instante veo un horizonte infestado de nubes negras.