Quién podría escribir la historia de una vida con una mínima dosis de objetividad. Aun nuestra propia vida, o lo que creemos que es nuestra vida, o lo que recordamos o queremos recordar de eso que llamamos nuestra vida, es un recuerdo siempre deforme por la subjetividad del sentimiento. Lo que creemos ha sido nuestra historia real no es más que una fábula.
Contemplas el entorno y tu rol en el microcosmos de tu existencia de acuerdo a tu edad, tus circunstancias, tu estado de ánimo y la alineación de tus astros internos, tus endorfinas, tu biorritmo. Tu vida siempre será un cuento.
Estuve hablando con mi abuelo el Capitán Fernando Lozano. Al escucharlo, lo primero que me he preguntado es ¿cómo se contempla la vida desde los 98 años? ¿Cómo se despliegan en la memoria mil y un cielos surcados en cuatro décadas de vuelos? ¿Cómo se reinventa la música de un baile en Villa del Mar, Veracruz, celebrado en el verano de 1942? ¿O acaso un siglo de vida se reduce a unos cuantos instantes? Pienso a menudo en los días que se fueron al archivo del olvido, las infinitas tardes que se fueron en blanco, los diez mil días cotidianos de los que no recordamos nada, ni un solo instante. Mi patrimonio es la memoria y sé que también acabaré por perderla. Al final, lo único que quedará de tu vida serán dos o tres recuerdos difusos cuando la luz se vaya apagando.
Por la noche hablo por teléfono con Iker ¿cómo asimila la vida un niño de dos años y medio? ¿Qué recordará en el futuro de este tiempo fundacional de su existencia? Todo lo aprende, todo lo asimila, devora el mundo que le resulta inmenso y sus ojos lo ven de manera tan distinta a la mía. Su edad es fantástica. Magia en estado puro. ¿Cómo se contempla la vida a los dos años? ¿Cómo se contempla a los 98? ¿Cómo la contemplo yo que creo estar llegando a la mitad o más allá? Mil y un historias desfilan frente a mí. La vida es alucinante porque es incomprensible, porque la aleatoriedad teje hilos de literatura fantástica, porque un mismo espacio puede ser contemplado por los ojos blanco y negro del perro y la mirada fragmentada de la mosca. Porque el mundo se reproduce eternamente y no acabamos de asimilarlo. Porque aquí hay un arsenal de historias que deben ser contadas.
Detrás de la ventana de cada edificio yace un mundo y un caos; en cada furtiva pareja que deambula en Parque Hundido a las tres de la tarde, en el millón de carros que disputan como pirañas el espacio de la calle, en la cacofonía del claxon, en la furia del tráfico matutino un lunes, en las calles mojadas del atardecer, en nuestra última danza, en nuestro último sueño, en el último absurdo acto de nuestras vidas cuando nos creíamos eternos. En esa conciencia a veces tan difusa de saber que cada instante puede ser el final.
Aleatoriedades y desatinos. Los números quieren decirme algo. Desde hace algún tiempo termino de escribir un texto y el número de palabras marcado por World resulta ser cabalístico. ¿La casualidad da mensajes? ¿Casualidad es destino?
Monday, June 25, 2012
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