Los Living. Martín Caparrós. Por Daniel Salinas Basave
Martín Caparrós es de esos tipos que patina al filo de la navaja entre el periodismo narrativo y la ficción. En su bipolar patinaje, Caparrós corre con mayor fortuna en su papel de cronista y reportero que en sus incursiones como novelista. A diferencia de lo que sucedía, por ejemplo, con su compatriota y colega Tomás Eloy Martínez, que ha sido capaz de crear novelas-tatuaje como “Santa Evita” y también fantásticos reportajes, con Caparrós me quedaba con un “sin embargo” a la hora de leerlo en su faceta de creador de ficciones. Vaya, si tuviera que elegir al mejor Caparrós, me quedo con sus crónicas incluidas en “Larga Distancia” o su confesional “Boquita”, donde narra la historia del Boca Juniors paralela a su propia vida como aficionado xeneize. El Caparrós reportero tiene una endiablada malicia narrativa y es maestro en el arte de la descripción y la construcción de atmósferas, algo que brilló por su ausencia cuando descubrí al Caparrós novelista con “Valfierno”. Tal vez la palabra decepción sea una expresión demasiado fuerte, pero mi expectativa con esa novela, que por cierto fue Premio Planeta, era muy elevada y cuando la expectativa sube alto, la caída puede ser dura. Así las cosas, decidí quedarme con el Caparrós reportero y dejar de lado al novelista, hasta que llegó “Los Living”. Si hay una editorial por la que profeso una sacramental reverencia y a la que tengo una fe casi ciega, esa es Anagrama. Nunca he creído que un premio garantice una novela inolvidable, pero si hay un galardón que casi siempre ofrece agradables sorpresas, es el Premio Herralde de Novela. Entre los premiados por la editorial Anagrama destacan “Casi nunca” de Daniel Sada o el ya clásico “Detectives Salvajes” de Roberto Bolaño. El Herralde nunca defrauda y el premio del 2011, concedido a Caparrós, estuvo a la altura. Si hablamos de garra y malicia literaria, esta novela la derrocha. Más allá del argumento, me quedo con la ironía constante que impregna cada párrafo, el sarcasmo permanente y el contraste entre pensamiento y realidad. Sin pretender ser otra cosa que una novela, Caparrós dotó a “Los Living” de una inocultable vibra ensayística. El narrador es un filósofo burlón capaz de mofarse de sí mismo y de su entorno, de la ontología de su país y los complejos y miserias de su familia. Los Living es la historia aparentemente ordinaria del joven Nito, quien nace el lluvioso y helado 1 de julio de 1974, en pleno invierno austral, justo en el momento en que el presidente Juan Domingo Perón se está muriendo. “Cuando nací llovía, y a nadie le importó. Aquel día, en verdad, a nadie le importaba nada”, es la primera frase de la novela. La primera paradoja de su vida es que pese a ser un encarnizado antiperonista, su padre decide bautizar al bebé con el nombre de Juan Domingo para demostrar lo feliz que se siente por la muerte del general. “Esa mañana mientras yo nacía, se murió Juan Perón y todos querían mostrar a quién sabe quién, que nada más podía importarles”, nos cuenta Nito, cuya vida aparentemente no tiene nada fuera de serie. Es el hijo único de un improbable matrimonio de la clase media baja de la periferia del Gran Buenos Aires, a quien le toca crecer en la turbulenta Argentina de los años 70. La habilidad de Caparrós consiste en diseccionar el sistema familiar y retratar los complejos, los miedos e inseguridades de cada uno de sus miembros. Los anhelos frustrados del mundo adulto y la fantasía omnipresente del niño. De hecho el gran mérito del autor es presentarnos el mundo a través de los ojos del pequeño que contemplan a una masa patriotera enloquecida en la Plaza de Mayo ante el estallido de la Guerra de las Malvinas. Sin desperdicio su romance con las fotos de la vedette Susana Giménez, portada de la revista Playboy y musa de sus primeras fantasías onanistas. El adolescente se relaciona con las fotos de la playmate como si en verdad fuera su novia y tiene disgustos y arranques de celos. Los primeros tragos y el debut en la vida nocturna alternan con las muertes en la familia y el misterioso final de su padre. En realidad la historia de Nito puede ser la historia de cualquiera. Caparrós construyó un personaje que sin ser extraordinario es sui generis y cuyo desarrollo físico y emocional es escenificado en un contexto político e histórico específico con una mirada siempre ácida. Nito parece por momentos habitado por sus fantasmas y si hay una constante en su historia, aparte del sarcasmo, es la relación con los muertos y la manera en que éstos influyen en su vida. Por supuesto hay una elevada dosis de crítica política y también un descarnado retrato del gran fraude de los predicadores evangélicos, pasando por el arte contemporáneo y la figura del artista. Una novela ambiciosa sin duda y aunque sigo prefiriendo al Caparrós cronista, creo que Los Living es por mucho su más afortunada incursión en los terrenos de la ficción, a veces tan esquivos para los buenos periodistas.