Si tuviera mi cámara conmigo lo primero que habría tomado es la alfombra de flores púrpuras que cubre las calles de la colonia del Valle. Pero mi cámara se quedó en Ensenada (o al menos eso supongo) y mi manía de tomar fotos compulsivamente se anota en la larga lista de cosas que he dejado de hacer. Los paisajes de este nuevo islote en mi vida quedan, por lo pronto, en el terreno de los recuerdos. Nunca había deseado tanto convertir una época en memoria y dejarla atrás. I am the man who walks alone. Desde un tiempo para acá el estoicismo se puso de moda en mi existencia.
Por vez primera cumplí años en soledad. Los últimos trece veintiunos de abriles los había pasado con Carolina y los últimos dos con Iker. Hoy no han estado.
La vida es una habitación de hielo sin ellos, un cuarto vacío donde habita el absurdo. Se siente raro sumarle años a la vida desde el exilio, trabajando duro sin asomo de hedonismo, lejos del motor de la vida y la fuente de toda inspiración. Fue también el primer cumpleaños en sobriedad total, sin gota de alcohol, brindado en soledad con agua mineral. Nunca había sido tan estoico y austero como lo soy ahora. Mi solitario festejo fue en el estadio Azul, viendo a la Máquina despedir con un 5-2 a los lastimosos Tecos. Mi velada nocturna transcurrió perdido entre los mil y un títulos de El Péndulo. Libros y más libros, eterna promesa de escape a ignotos universos. Ver libros e imaginar los mundos a los que me conducirán; pensar en los que habré deseado y nunca leeré, en las historias que pasarán de largo por mi vida. Dos opiáceos sobreviven en mi existencia: un café cada vez más negro y los libros, siempre los libros. Y claro, caminar calles, provocar a la aleatoriedad, perder rumbos y hablar solo, mientras un volcán centinela arroja humo y un general torturador es alcanzado por su karma.
Adicto a las causas perdidas, utopista sin remedio, sigo jurando a quien quiera creerme que la vida ha valido la pena ser vivida.
Cumplí 38 lo que significa que ya soy adulto en serio, que he cruzado más allá de la mitad del camino de nuestra vida (que Dante en la Comedia sitúa a los 35) Cumplí 38 y pese a todo me siento más contento que triste. Cumplí 38 y me siento orgulloso de no haber aprendido nunca a hacerme un nudo de corbata, de usar más tenis que zapatos, de no haber soñado nunca con un ridículo juguetito cibernético. Cumplí 38 y todavía no aprendo a ser políticamente correcto. Cumplí 38 y cada día de esta larga vida ha valido la pena por el hermoso hijo que tengo.
Sunday, April 22, 2012
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