Tomé el autobús de Santiago a Valparaíso y toda la carretera fue para mí una ebullición de ideas en donde desfilaron una tras otra mil y un portadas con frases que iban de lo solemne a lo irreverente. Me imaginaba parada frente a Alfio Wolf, que respondía a mi entrevista mirándome desde un oscuro trono rodeado por lobos, serpientes y esclavos. Me imaginaba perseguida por sus esbirros en un oscuro callejón de Tijuana, atacada por fieras mitológicas en un circo romano o seducida por la opulencia de un narco-palacio mexicano. Me imaginaba ganando el premio de la Fundación Nuevo Periodismo y me imaginaba el heladísimo pisco-sour que me bebería al bajarme del autobús en Valpo. Bueno, no fue uno ni fueron dos. En realidad fueron cuatro pisco sour los que bebí en un bar cerca de la estación de autobuses celebrando la proximidad de mi viaje, antes de caer en la cuenta de que mi proyecto estaba en pañales. Cierto, había ganado la madre de todas las batallas, que era conseguir que el consejo de la revista aprobara mi viaje a Tijuana, pero siendo brutalmente honesta, debo confesar que en la junta con los editores dije una que otra mentira para obtener su aprobación. Aseguré tener una amplia red de contactos en la frontera mexicana y la verdad es que mi único vínculo con la tierra bajacaliforniana era la lectura frecuente del blog de Demián Lozano, con quien por cierto jamás había hecho contacto. Llevaba más de dos años leyendo periódicamente al reportero tijuanense y la verdad es que ni por la cabeza me había pasado interactuar con él de alguna manera. También es cierto que Demián no la ponía nada fácil, pues en su blog no había espacio para comentarios ni venía correo electrónico alguno como referencia. A lo mejor Demián era un personaje ficticio, el invento de una mente ociosa, pero no se me ocurría otro punto de partida para iniciar mi aventura tijuanense que contactar con él. Cierto, podía dar con el teléfono del Gobierno Municipal de Tijuana o de las oficinas del Hipódromo y apostar por la más ordinaria y lenta de las vías tratando de contactar al jefe de prensa o gerente de relaciones públicas para gestionar la entrevista, pero pensé que lo mejor sería empezar tanteando terreno con un colega de oficio. Con los cuatro pisco sour bailándome en la cabeza, me di a la tarea de buscar mi primer contacto con alguien a quien solo conocía a través de la lectura de sus desvaríos blogueros….
Friday, May 06, 2011
Tomé el autobús de Santiago a Valparaíso y toda la carretera fue para mí una ebullición de ideas en donde desfilaron una tras otra mil y un portadas con frases que iban de lo solemne a lo irreverente. Me imaginaba parada frente a Alfio Wolf, que respondía a mi entrevista mirándome desde un oscuro trono rodeado por lobos, serpientes y esclavos. Me imaginaba perseguida por sus esbirros en un oscuro callejón de Tijuana, atacada por fieras mitológicas en un circo romano o seducida por la opulencia de un narco-palacio mexicano. Me imaginaba ganando el premio de la Fundación Nuevo Periodismo y me imaginaba el heladísimo pisco-sour que me bebería al bajarme del autobús en Valpo. Bueno, no fue uno ni fueron dos. En realidad fueron cuatro pisco sour los que bebí en un bar cerca de la estación de autobuses celebrando la proximidad de mi viaje, antes de caer en la cuenta de que mi proyecto estaba en pañales. Cierto, había ganado la madre de todas las batallas, que era conseguir que el consejo de la revista aprobara mi viaje a Tijuana, pero siendo brutalmente honesta, debo confesar que en la junta con los editores dije una que otra mentira para obtener su aprobación. Aseguré tener una amplia red de contactos en la frontera mexicana y la verdad es que mi único vínculo con la tierra bajacaliforniana era la lectura frecuente del blog de Demián Lozano, con quien por cierto jamás había hecho contacto. Llevaba más de dos años leyendo periódicamente al reportero tijuanense y la verdad es que ni por la cabeza me había pasado interactuar con él de alguna manera. También es cierto que Demián no la ponía nada fácil, pues en su blog no había espacio para comentarios ni venía correo electrónico alguno como referencia. A lo mejor Demián era un personaje ficticio, el invento de una mente ociosa, pero no se me ocurría otro punto de partida para iniciar mi aventura tijuanense que contactar con él. Cierto, podía dar con el teléfono del Gobierno Municipal de Tijuana o de las oficinas del Hipódromo y apostar por la más ordinaria y lenta de las vías tratando de contactar al jefe de prensa o gerente de relaciones públicas para gestionar la entrevista, pero pensé que lo mejor sería empezar tanteando terreno con un colega de oficio. Con los cuatro pisco sour bailándome en la cabeza, me di a la tarea de buscar mi primer contacto con alguien a quien solo conocía a través de la lectura de sus desvaríos blogueros….
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