Ernesto Sabato se ha ido. El último autor vivo de su generación (si es que en alguna cárcel generacional se le puede encerrar) se marchó cuando le faltaba poco más de un mes para cumplir un siglo de vida. El 24 de junio de 2011, la Noche de San Juan, hubiera cumplido 100 años. Apenas una década más joven que Borges, Sabato nació antes que algunos grandes clásicos quienes se le adelantaron en el camino hace un buen tiempo como Paz, Cortázar o Rulfo. Nació en promedio dos décadas antes que la mayoría de los autores del “boom” y literariamente se consagró antes de que este fenómeno pusiera de moda a Latinoamérica en el mundo de las letras. “El Túnel”, obra traducida a más de 15 idiomas y elogiada por personajes de la talla de Albert Camus, se publicó en 1948, cuando García Márquez, Vargas Llosa y Fuentes hacían sus primeros garabatos. Sabato es para mí un autor estigma. No se puede decir, en honor a la verdad, que toda su obra sea imprescindible, pero basta un libro tatuaje, de esos que cambian y marcan la vida llamado “Sobre héroes y tumbas” para desear leer todo lo que su pluma ha creado. Ese libro dejó una marca en mi existencia. A Sabato le bastan un par de ensayos fundamentales como “El escritor y sus fantasmas” y “Uno y el Universo” y una trilogía novelística irrepetible integrada por “El Túnel”, “Sobre héroes y tumbas” y “Abaddon el exterminador’’ para asegurar su inmortalidad.
Declaración de principios contra la maquinización de la humanidad, contra el totalitarismo del mercado y la voracidad insaciable del capitalismo, Sabato es un fatalista natural que pese a todo hace un esfuerzo por ver una luz al final del camino.
El químico que abandonó la ciencia para entregarse a la literatura, el hombre que en su senectud se entrega a la pintura, parece en muchos momentos un alma atormentada tal vez por ser, diría Nietzsche, humano, demasiado humano.
¿Hay en América un escritor con semejante profundidad metafísica? Mientras millones de personas celebran a Cien años de la soledad como la obra fundamental de Latinoamérica, existimos algunos que nos quedamos con Sobre héroes y tumbas como el insustituible libro de cabecera y altar. En el medio siglo que cumple esta novela en 2011, nadie ha sido capaz de escribir un drama ontológico existencial semejante. Un abismo ontológico que tiene mucho que ver con mi espíritu. Gracias por haber existido.