Eterno Retorno

Thursday, July 08, 2010

PUBLICADO EN EL ÚLTIMO NÚMERO DE INFO BAJA. VUELVE LA GRAN BIBLIOTECA BABELIANA
BIBLIOTECA DE BABEL

Dublinesca
Enrique Vila-Matas
Seix Barral Biblioteca Breve
Por Daniel Salinas Basave


El día más largo de la literatura universal sabe a cerveza Guiness, a riñones fritos y James Joyce lo extendió tanto, que acabó por volverse eterno. Acaso estén contados los lectores que sin saltarse un solo párrafo hayan llegado hasta ese mítico “sí, sí quiero” que interrumpe de tajo el caótico monólogo de Molly Bloom y pone punto final al Ulises. Cierto, el non plus ultra de la narrativa moderna puede tener más publicistas que lectores efectivos, pero en cualquier caso los pubs de Dublín tienen algo que agradecerle a Joyce: después del Día de San Patricio, el Bloomsday es la mayor fiesta en la ciudad de los tréboles y la cerveza oscura. El Ulises de James Joyce transcurre en un solo día que es el 16 de junio de 1904, fecha en la que acompañamos a Leopold Bloom de regreso a casa. Como un Ulises rumbo a Itaca, Bloom vive la caótica odisea de la vida cotidiana en una gran ciudad, inmerso en el desorden de su diálogo interno que no es más que el desparramar de ideas e imágenes que constituyen el día a día de un hombre cualquiera. Aunque Ulises fue escrito hasta 1922, Joyce eligió esa fecha, 16 de junio de 1904, por ser el día en el que inició su relación con su mujer Nora. Los amantes de la literatura inmortalizaron la fecha como el “Bloomsday” y ahora cada 16 de junio miles de turistas hacen el recorrido de Leopold Bloom por las calles y pubs de Dublín. Pues bien; el catalán Enrique Vila-Matas ha elegido simbólicamente el “Bloomsday” para celebrar el funeral de la era de Gutenberg en su novela Dublinesca. Hay obras que pueden fungir como homenaje y sátira a la vez y Dublinesca es una de ellas. Es, evidentemente, un tributo a los maestros irlandeses James Joyce y Samuel Beckett, con un montón de referencias y guiños a obras y autores contemporáneos, pero puede leerse también como una burla amigable, una sátira piadosa hacia la quijotesca y solemne actitud de las editoriales independientes que mantienen la flama de la “auténtica” literatura impresa como una velita en la tormenta informática de e-books, redes sociales, ediciones en línea y de más criaturas “apocalípticas”. Su personaje, Samuel Riba, es un sui generis antihéroe. Con una dosis de optimismo, podemos verlo como el último gran paladín en la maltrecha trinchera de la gran literatura, aunque es evidente que Vila-Matas se burla de su solemnidad. Riba se considera el último héroe y asume una actitud de mártir, aunque sólo él lo sabe. Samuel Riba es un editor catalán cuya editorial, exquisita promotora de las buenas letras, es también un pésimo negocio que naufraga frente a la industria del best seller y la avalancha incontenible de internet. Los malpensados han querido ver en Samuel Riba el retrato de Jorge Herralde, el quijotesco caudillo de la editorial Anagrama. Herralde, como Riba, es catalán y tiene un sello independiente que apuesta por la mejor literatura que nunca es negocio, si bien no creo que Anagrama esté en venta o declarada en quiebra como la editorial del personaje. El asunto viene a cuento porque Dublinesca es la primera novela de Vila-Matas publicada en Seix Barral, luego de años de fidelidad a Anagrama. Otros quieren ver en Riba al francés Christian Bourgois, pero el asunto, en cualquier caso, es chismografía aparte que en nada desmerece a esta gran obra que es Dublinesca.
En la novela, Samuel Riba ha declarado en quiebra su editorial y se dispone a viajar a Dublín para celebrar con solemne resignación el gran funeral del libro, precisamente en el Bloomsday. El viaje de Riba y su funeral son el entorno en que Vila-Matas diserta sobre autores y obras en el marco de una época de extinción. La literatura es a menudo el gran personaje de las novelas de Vila-Matas, historias híbridas entre el ensayo y la ficción. Hay quien dice que Vila-Matas es un escritor para escritores, que es preciso poseer ciertos referentes literarios para encontrar sentido a su obra y algo de cierto hay en ello. Tampoco se puede decir que sus obras estén escritas en claves seretas que sólo una secta de selectos literatos puede comprender, pero lo cierto es que sí ayuda tener ciertas lecturas antes de sumergirse en el universo del catalán.
Dublinesca es la primera gran obra literaria sobre el final de la era de Gutenberg y aunque es temprano para hacer tal afirmación, bien puede ser que se convierta en un clásico, una suerte de canción sobre el canto del cisne. Un libro impreso para reflexionar y acaso llorar por adelantado el final de casi seis siglos de tinta y papel, pero no es por fortuna una obra lúgubre que se tome demasiado en serio. Después de todo Vila-Matas se permite reír mientras desarrolla la pieza narrativa que anticipa su final. Un final aparente y siempre engañoso, pues algunos presentimos que después de la era de Gutenberg y tras la aparente extinción de los últimos amantes de la literatura, siempre habrá discípulos de esa cofradía de Borges, Alonso Quijano y compañía, siempre dispuestos a perder la cabeza en la infinitud de ese pedazo de magia llamado libro.