Bienvenidos al blog del árbol caído. Pasen a hacer leña de él. Les alcanzará para muchas fogatas.
El comentario sutil y autocompasivo, sería decir que perdimos una batalla pero no la guerra. Mentira. Perdimos la guerra y la perdimos completa. Al final, en el arsenal quedó solo la enorme dignidad y entereza del capitán de esta nave que ha naufragado y la dignidad es al final nuestro único sostén cuando el desastre es total. Sobrarán los editorialistas, los sabelotodo y los expertos que analicen y desmenucen las causas de esta hecatombe. La verdad es que el asunto no tiene mucha ciencia: perdimos por el hartazgo, por la furia, por el desencanto. En frente pudo estar cualquier rival, pues a estas alturas eso era lo de menos. La consigna era castigar, reprobar, tomar revancha. Los poquísimos ciudadanos que no cedieron a la apatía, votaron con los intestinos, con la bilis hirviendo y el puño cerrado. Causa y efecto. No hacen falta elevadas dosis de empatía para comprender y aún justificar que un mexicano promedio habitante de la frontera tenga más de una razón para sentirse encabronado con Felipe Calderón.
Con una honesta valentía y una entereza poco común en nuestros políticos, Carlos Torres dijo anoche en la conferencia de prensa que él y solo él es el responsable de esta derrota. Lo único que puedo decir, es que esta es la primera vez en mi vida que he escuchado a Carlos Torres no decir la verdad. Él no es el culpable. Lo mejor que tuvo esta campaña fue su candidato. Como ser humano, es por mucho el mejor abanderado que ha tenido el PAN en Tijuana. La ciudad pierde la oportunidad de haber tenido un gran presidente municipal, pero sobre todo un gran ser humano, un alma entera, un hombre coherente que te puede mirar a los ojos con la suficiencia e integridad que da una trayectoria honesta. Un gran candidato ha sido sacrificado por la furia e impotencia de una ciudadanía golpeada y zarandeada por las decisiones de un gobierno federal ciego y sordo que se ha dedicado a inmolar a la frontera en el altar de su insensibilidad humana, de su codicia y de su torpeza política. Los priistas tienen mucho que agradecerle a Los Pinos; fue ahí donde estuvieron sus mejores promotores del voto.
Sí, políticamente la ciudad da un paso atrás. Como ciudadano, tan solo me queda desear que el nuevo alcalde ponga el amor a Tijuana por delante de los compromisos políticos, sobre todo en el tema de la seguridad. No quiero que Tijuana se convierta en Juárez o Monterrey por decisiones equivocadas o falta de carácter.
La historia de lo que pudo haber sido escribe uno de sus capítulos más trascendentales. La gran oportunidad perdida, lo que estuvo a punto de ser y no fue. Una historia interrumpida, cancelada Una historia que vivirá en nuestra imaginación y en nuestros sueños pospuestos
Trabajar en una campaña es una cuestión de fe, de sentimiento. No es como trabajar distante y desentendido en una empresa de nueve a cinco. A una campaña te entregas con todas tus emociones a tope, das el extra, el 200%. Aquí hubo demasiada energía, demasiada esperanza, demasiado corazón invertido. Muchos compañeros del equipo pusieron todo. En este equipo encontré gente muy valiosa en lo profesional. Gente con calidad humana, con estatura moral e intelectual. La repartición de las culpas y los rencores debe ser un acto solitario. Que cada quien analice en su fuero interno lo que hizo o dejó de hacer. Yo asumo mi responsabilidad. A nivel personal, es para mí una derrota durísima, uno de los mayores chingazos que me ha dado la vida. Yo no tomo falsas y cómodas distancias: perdí yo como perdimos todos. Yo aquí no me dediqué a escribir discursos como poner ladrillos impersonales. Las ideas que aporté fueron ideas en las que creía y estuve aquí no como una simple ocupación más, sino como un proyecto de ciudad con el que me sentí y me siento comprometido. Hoy simplemente tocó perder como nunca antes en la vida. Pero este árbol caído tiene raíces muy firmes y muy pronto volverá a crecer. DSB
El comentario sutil y autocompasivo, sería decir que perdimos una batalla pero no la guerra. Mentira. Perdimos la guerra y la perdimos completa. Al final, en el arsenal quedó solo la enorme dignidad y entereza del capitán de esta nave que ha naufragado y la dignidad es al final nuestro único sostén cuando el desastre es total. Sobrarán los editorialistas, los sabelotodo y los expertos que analicen y desmenucen las causas de esta hecatombe. La verdad es que el asunto no tiene mucha ciencia: perdimos por el hartazgo, por la furia, por el desencanto. En frente pudo estar cualquier rival, pues a estas alturas eso era lo de menos. La consigna era castigar, reprobar, tomar revancha. Los poquísimos ciudadanos que no cedieron a la apatía, votaron con los intestinos, con la bilis hirviendo y el puño cerrado. Causa y efecto. No hacen falta elevadas dosis de empatía para comprender y aún justificar que un mexicano promedio habitante de la frontera tenga más de una razón para sentirse encabronado con Felipe Calderón.
Con una honesta valentía y una entereza poco común en nuestros políticos, Carlos Torres dijo anoche en la conferencia de prensa que él y solo él es el responsable de esta derrota. Lo único que puedo decir, es que esta es la primera vez en mi vida que he escuchado a Carlos Torres no decir la verdad. Él no es el culpable. Lo mejor que tuvo esta campaña fue su candidato. Como ser humano, es por mucho el mejor abanderado que ha tenido el PAN en Tijuana. La ciudad pierde la oportunidad de haber tenido un gran presidente municipal, pero sobre todo un gran ser humano, un alma entera, un hombre coherente que te puede mirar a los ojos con la suficiencia e integridad que da una trayectoria honesta. Un gran candidato ha sido sacrificado por la furia e impotencia de una ciudadanía golpeada y zarandeada por las decisiones de un gobierno federal ciego y sordo que se ha dedicado a inmolar a la frontera en el altar de su insensibilidad humana, de su codicia y de su torpeza política. Los priistas tienen mucho que agradecerle a Los Pinos; fue ahí donde estuvieron sus mejores promotores del voto.
Sí, políticamente la ciudad da un paso atrás. Como ciudadano, tan solo me queda desear que el nuevo alcalde ponga el amor a Tijuana por delante de los compromisos políticos, sobre todo en el tema de la seguridad. No quiero que Tijuana se convierta en Juárez o Monterrey por decisiones equivocadas o falta de carácter.
La historia de lo que pudo haber sido escribe uno de sus capítulos más trascendentales. La gran oportunidad perdida, lo que estuvo a punto de ser y no fue. Una historia interrumpida, cancelada Una historia que vivirá en nuestra imaginación y en nuestros sueños pospuestos
Trabajar en una campaña es una cuestión de fe, de sentimiento. No es como trabajar distante y desentendido en una empresa de nueve a cinco. A una campaña te entregas con todas tus emociones a tope, das el extra, el 200%. Aquí hubo demasiada energía, demasiada esperanza, demasiado corazón invertido. Muchos compañeros del equipo pusieron todo. En este equipo encontré gente muy valiosa en lo profesional. Gente con calidad humana, con estatura moral e intelectual. La repartición de las culpas y los rencores debe ser un acto solitario. Que cada quien analice en su fuero interno lo que hizo o dejó de hacer. Yo asumo mi responsabilidad. A nivel personal, es para mí una derrota durísima, uno de los mayores chingazos que me ha dado la vida. Yo no tomo falsas y cómodas distancias: perdí yo como perdimos todos. Yo aquí no me dediqué a escribir discursos como poner ladrillos impersonales. Las ideas que aporté fueron ideas en las que creía y estuve aquí no como una simple ocupación más, sino como un proyecto de ciudad con el que me sentí y me siento comprometido. Hoy simplemente tocó perder como nunca antes en la vida. Pero este árbol caído tiene raíces muy firmes y muy pronto volverá a crecer. DSB