Se vende país. Ese es el tema de esta semana en Recolectivo. Lo que parí no es nada original, lo advierto. La burra al maíz, la misma gata pero revolcada. Clavado en la tecla. Podrás escapar de tí msimo y tus obsesiones álgún día?
AQUÍ EMPIEZA LA PATRIA
(Contry sales…But who´s buying?)
I
Vendepatrias es el insulto favorito de la izquierda y del nacionalismo revolucionario. Vendepatrias fueron, según ellos, Miramón y Mejía; Don Porfirio, Santa Anna e Iturbide; Acción Nacional en pleno y en general, todo aquel que insinúe hacer rentable a Pemex y tocar con el pétalo de una rosa a sus sacrosantos sindicatos. Ellos suelen olvidar que para vender patrias bien vendidas (en abonos chiquitos de elektra) nadie como Benito Juárez y su tratado McLane- Ocampo, que de no haber sido por la Guerra de Secesión gabacha nos hubiera acabado por transformar en un Puerto Rico o un Panamá. ¿Qué dijeron? ¿Otro aburridísimo post de Historia? No; hoy cambiaré el remedio contra el insomnio y no daré rienda suelta a mi pasión por desenmascarar los mitos nacionales. Mejor lean “Juárez y los Estados Unidos” de mi bienamado maestro José Fuentes Mares. Por lo que a mi respecta, les contaré un poco del lugar donde empieza la patria. Por favor, marquen 664.
II
“Aquí Empieza la Patria”, se lee en el escudo de nuestra querida Tijuana. Aquí empieza hoy (mañana quién sabe) aquí ha empezado y aquí… empezó a empezar en 1848, cuando el tratado Guadalupe-Hidalgo nos mutiló ese vasto Norte vacío, deshabitado e improductivo. Entonces no había Tía Juana, ni calle Olvera, ni putas en la Coahuila. No había línea, ni migras, ni base naval. Faltaban pocos años para que Occidente empezara a masturbarse con el sueño californiano y los primeros mineros maricones llegaran a San Francisco a darse por culo mientras se agachaban a recoger metales preciosos. Si aquí empieza la Patria, lo coherente es pensar que aquí empezamos a venderla (o a comprarla) o a ofrecerla al mejor postor o más bien dicho al postor, porque hablar del mejor significa que hay varios en la puja y a mí me late que hoy en día no hay ningún comprador en la lista. Nuestros primeros 16 kilómetros de mexicano litoral (o 103 si es que te quieres seguir derechito a Ensenada) están en venta o en renta o en usufructo o en remate judicial. La fiebre inmobiliaria parió condominios de lujo con dinero virtual. Hasta Donald Trump le entró con gusto al fraudecito. Si el mismísimo Donald te está vendiendo un Infonavit playero, seguro no piensa estafarte.
La foto del multimillonario sigue ahí, sonriendo petulante desde un anuncio espectacular, aunque la estafa se ha consumado. Cada centímetro de vista al Pacífico era vendido a precio de oro, pero el oro era plástico muerto, respaldado por la firma de bancos saqueados. Nuestra Scenic Road se transformó en el bulevar de la masturbación interrumpida, en el hogar favorito de los fantasmas, habitantes de obras negras, moles vacías de ladrillo sin pintar donde no hay ya ni un albañil contemplando las Islas Coronado.
El Oasis Resort era el templo kitch de la gloria arellanesca ochentera. Alguna vez, antes de que a sus lacayos les diera por cortar dedos, colgar víctimas de los puentes y secuestrar abarroteros y subgerentes de salario mínimo, nuestros narcos tenían sueños de grandeza empresarial. En vez de malgastar el plomo de sus cuernos de chivo, invertían en solemnes lavanderías. El Oasis fue su Casablanca fronteriza, donde tuvieron sus blancas noches de Humpherys Boggart sinaloenseses, entre tragos de Buchanas 18 y caspa del Diablo. El sueño se acabó. El Oasis fue demolido el año pasado. En su lugar hay una torre gigantesca cuya construcción fue interrumpida. También hay muchos letreros que dicen “Sale” y uno que otro espectro al que no le han avisado que es tiempo de mudanza.
III
A la gente de otras partes le impresiona mucho el asunto del muro fronterizo. “Ay, vivir junto a un muro debe ser…taan contracooltural”. Como David Bowie y Nina Hägen en el Berlín de los 70. Llueven metáforas y comparaciones. La de Tijuana-Berlín es la más socorrida y machacada. Franja de Gaza, Cortina de Hierro, abismal cicatriz entre el tercer y el primer mundo, completan la azotada faena También los activistas pro-migrantes suelen quejarse de vez en cuando. Si quieren que sea honesto, yo con frecuencia me olvido del muro. A diario paso frente a él para ir al trabajo y regresar a casa, pero ni siquiera volteo a verlo, pues voy más pendiente de no atropellar un tecato (por la Avenida Internacional se te atraviesan decenas de heroinómanos como ratones en fuga ante las redundantes redadas polciales) Los helicópteros continúan ahí, revoloteando como zancudos insatisfechos mientras los agentes de la Border duermen la mona en sus jeeps. El muro sigue su avance. No le hace que el imperio sea gobernado por un negrito bailarín que es premio Nóbel de la Paz. Si tomamos en cuenta que el papá de este negrito sufrió las de Caín para salir de Kenia y hoy vemos a su presidencial hijito bailando “Amor a la Mexicana” mientras el orbe lo reconoce como el paladín de la paz, entonces lo coherente sería pensar que este cucurumbé no es un tipo de esos que andan por ahí construyendo muros y militarizando fronteras. Pero el muro de nuestro Nóbel de la Paz sigue adelante. Por fortuna, al viejo muro hay quien le saca provecho. A principios de los 90, nuestros vecinos decidieron aprovechar las plataformas metálicas que colocaron en la arena iraquí como pista de aterrizaje de sus aviones. Todas esas toneladas de chatarra desechadas de la Guerra del Golfo Pérsico, fueron transformadas en una simbólica barda que afea un poco más el paisaje fronterizo. Comparado con el súper muro de acero y piedra que empezó a construir el texano idiota y continúa construyendo cucurumbé, la barda de latón oxidado parece una pieza de arte instalación con chatarra. Pero como les he dicho, aquí en Tijuana le estamos sacando provecho a esa primera barda. Resulta que de unas semanas para acá, alguien reparó en que a la barda metálica le faltaban pedazos. Sí, créalo usted o no, la barda fronteriza estaba siendo despedazada. ¿Una protesta contra el imperialismo yanqui? ¿Un performance contracooltural? ¿Una toma de material para una exposición mamona tipo “Tijuana Tercera Nación” en Madrid? No señores, nada de eso. Sucede que los heroinómanos que infestan la zona, suelen financiar sus dosis vendiendo metal en las recicladoras. Si roban cables de teléfono y tapas de alcantarilla… ¿Por qué no habían de robar un muro fronterizo? Las plataformas de aterrizaje del golfo pérsico se han transformado en mil dosis de chiva adulterada.
IV
En Tijuana la Línea es un concepto tripartita. Concepto Uno: La Línea es la frontera, la cicatriz, la raya que nos divide del Imperio. La terrible Línea Divisoria (aquí no hay Río Bravo señores foráneos)
Concepto Dos: La Línea es la omnipresente fila de carros. “¿Hay mucha Línea en San Ysidro? ¿Cuánto hiciste de Línea en Otay?” La Línea son 800 carros y tres horas. Concepto Tres: La Línea es una zona de Tijuana. Cualquier camión o taxi en que tomes en el Centro “te lleva a la Línea”. La Línea está pintada como una ruta. “Centro-Línea-Palacio- Central Camionera”. ¿Dónde tienes tu negocio? “En la Línea” La Línea es ante todo un ecosistema donde sobreviven traperos, casacambistas ambulantes, limosneros blancos de siniestros ministerios y vendedores de bartsimpsons ataviados con zarape. Un ecosistema de carnívoros que se comen unos a otros y se parten el alma por ganarte un lugar. Si quieres entender la metafísica del tijuanense, te recomiendo que vayas a la Línea. Nada define tan bien el espíritu de esta ciudad. La Línea es lo único que puede unir a 10 mil tijuanenses por una misma causa. Siguiendo la ruta de “La Autopista del Sur” de Cortázar, en la Línea se hay creado un sociedad postapocalíptica. La vida es un eterno aguardar dentro de un carro para cruzar una frontera. La línea ha dejado de ser un medio para convertirse en un fin sí mismo. Tres horas después, cuándo el calor te ha hecho olvidar qué carajos estás haciendo ahí y a dónde ibas, te topas con el rostro de un filipino o de un pocho o de un red neck que te exige tu visa y trata de encontrar en tu mirada al narcoterrorista antiyanqui pollero que todos llevamos dentro. Si tu mirada delata la presencia de ese personaje oculto en las profundidades de tu alma, irás al infierno de la segunda revisión. Si el migra no descubre en tu rostro la perniciosa sombra del antiyanquismo y no te encuentra un parecido con Osama Bin Laden o Enedina Arellano, entonces te devolverá tu visa sin siquiera volverte a ver, señal de que puedes pasar. Se vende país ¿Cuál país es el que se vende? Una vez en el Imperio, te darás cuenta que más de la mitad de los carros que están estacionados afuera de Plaza Bonita en Chula Vista, tienen Placas de Baja California. Medio Tijuana está ahí. Del Mall de las Américas de San Ysidro mejor ni hablar. Ahí más bien te reto a que encuentres a un estadounidense de origen. Toda la calle Broadway en Chula Vista yace poblada por restaurantes tijuaneros. Taquitos de pescado, cahuamanta y camarón, cabecita de res y birria de chivo. ¿A qué has venido? No lo sabes exactamente. Supones que algo ibas a comprar. Aún después del fin del mundo, siempre hay algo que comprar. Tu tarjeta hace mucho que excedió su límite y se regodea deslizando una y otra vez sus números rojos. Planchas plástico en el outlet, en el duty free, en el Petco Park donde los Padres consuman la derrota número 2 mil 500 y el mall será tu día de campo, tu pick nick recesivo en el país que siempre tiene algo que venderte.
V
Interrumpo este post de golpe (a Dios gracias Daniel, que de aburrimiento ya has matado a varios) Una emergencia me sacó de la jugada. Hoy es 16 de octubre y hoy cumplo once años de haber llegado a Tijuana. Lo confieso: Yo quiero a esta ciudad. De verdad la quiero un chingo. Sí, es cierto, me hace encabronar, me hace hacer corajes y algunas veces he jurado que ya me voy al carajo, pero hay adicciones de las que no es posible zafarse. No hay clínica que me rehabilite de Tijuana.
San Diego puede parecer bonito, pero es aburrido y anorgásmico. San Diego es el equivalente a una novia guapa que coge muy mal o que simplemente no coge nunca. Tijuana, en cambio, es la novia fea que te da el cogidón de tu vida y que te acaba por resultar la más buena, la más apetecible y de la que acabas perdidamente enamorado, adicto, enculado. No me pregunten por qué, pero yo quiero a esta ciudad. Si me la venden, la compro, pero no hace falta. Ella ya me ha adoptado. Soy yo quien la ha venido el alma.
(Contry sales…But who´s buying?)
I
Vendepatrias es el insulto favorito de la izquierda y del nacionalismo revolucionario. Vendepatrias fueron, según ellos, Miramón y Mejía; Don Porfirio, Santa Anna e Iturbide; Acción Nacional en pleno y en general, todo aquel que insinúe hacer rentable a Pemex y tocar con el pétalo de una rosa a sus sacrosantos sindicatos. Ellos suelen olvidar que para vender patrias bien vendidas (en abonos chiquitos de elektra) nadie como Benito Juárez y su tratado McLane- Ocampo, que de no haber sido por la Guerra de Secesión gabacha nos hubiera acabado por transformar en un Puerto Rico o un Panamá. ¿Qué dijeron? ¿Otro aburridísimo post de Historia? No; hoy cambiaré el remedio contra el insomnio y no daré rienda suelta a mi pasión por desenmascarar los mitos nacionales. Mejor lean “Juárez y los Estados Unidos” de mi bienamado maestro José Fuentes Mares. Por lo que a mi respecta, les contaré un poco del lugar donde empieza la patria. Por favor, marquen 664.
II
“Aquí Empieza la Patria”, se lee en el escudo de nuestra querida Tijuana. Aquí empieza hoy (mañana quién sabe) aquí ha empezado y aquí… empezó a empezar en 1848, cuando el tratado Guadalupe-Hidalgo nos mutiló ese vasto Norte vacío, deshabitado e improductivo. Entonces no había Tía Juana, ni calle Olvera, ni putas en la Coahuila. No había línea, ni migras, ni base naval. Faltaban pocos años para que Occidente empezara a masturbarse con el sueño californiano y los primeros mineros maricones llegaran a San Francisco a darse por culo mientras se agachaban a recoger metales preciosos. Si aquí empieza la Patria, lo coherente es pensar que aquí empezamos a venderla (o a comprarla) o a ofrecerla al mejor postor o más bien dicho al postor, porque hablar del mejor significa que hay varios en la puja y a mí me late que hoy en día no hay ningún comprador en la lista. Nuestros primeros 16 kilómetros de mexicano litoral (o 103 si es que te quieres seguir derechito a Ensenada) están en venta o en renta o en usufructo o en remate judicial. La fiebre inmobiliaria parió condominios de lujo con dinero virtual. Hasta Donald Trump le entró con gusto al fraudecito. Si el mismísimo Donald te está vendiendo un Infonavit playero, seguro no piensa estafarte.
La foto del multimillonario sigue ahí, sonriendo petulante desde un anuncio espectacular, aunque la estafa se ha consumado. Cada centímetro de vista al Pacífico era vendido a precio de oro, pero el oro era plástico muerto, respaldado por la firma de bancos saqueados. Nuestra Scenic Road se transformó en el bulevar de la masturbación interrumpida, en el hogar favorito de los fantasmas, habitantes de obras negras, moles vacías de ladrillo sin pintar donde no hay ya ni un albañil contemplando las Islas Coronado.
El Oasis Resort era el templo kitch de la gloria arellanesca ochentera. Alguna vez, antes de que a sus lacayos les diera por cortar dedos, colgar víctimas de los puentes y secuestrar abarroteros y subgerentes de salario mínimo, nuestros narcos tenían sueños de grandeza empresarial. En vez de malgastar el plomo de sus cuernos de chivo, invertían en solemnes lavanderías. El Oasis fue su Casablanca fronteriza, donde tuvieron sus blancas noches de Humpherys Boggart sinaloenseses, entre tragos de Buchanas 18 y caspa del Diablo. El sueño se acabó. El Oasis fue demolido el año pasado. En su lugar hay una torre gigantesca cuya construcción fue interrumpida. También hay muchos letreros que dicen “Sale” y uno que otro espectro al que no le han avisado que es tiempo de mudanza.
III
A la gente de otras partes le impresiona mucho el asunto del muro fronterizo. “Ay, vivir junto a un muro debe ser…taan contracooltural”. Como David Bowie y Nina Hägen en el Berlín de los 70. Llueven metáforas y comparaciones. La de Tijuana-Berlín es la más socorrida y machacada. Franja de Gaza, Cortina de Hierro, abismal cicatriz entre el tercer y el primer mundo, completan la azotada faena También los activistas pro-migrantes suelen quejarse de vez en cuando. Si quieren que sea honesto, yo con frecuencia me olvido del muro. A diario paso frente a él para ir al trabajo y regresar a casa, pero ni siquiera volteo a verlo, pues voy más pendiente de no atropellar un tecato (por la Avenida Internacional se te atraviesan decenas de heroinómanos como ratones en fuga ante las redundantes redadas polciales) Los helicópteros continúan ahí, revoloteando como zancudos insatisfechos mientras los agentes de la Border duermen la mona en sus jeeps. El muro sigue su avance. No le hace que el imperio sea gobernado por un negrito bailarín que es premio Nóbel de la Paz. Si tomamos en cuenta que el papá de este negrito sufrió las de Caín para salir de Kenia y hoy vemos a su presidencial hijito bailando “Amor a la Mexicana” mientras el orbe lo reconoce como el paladín de la paz, entonces lo coherente sería pensar que este cucurumbé no es un tipo de esos que andan por ahí construyendo muros y militarizando fronteras. Pero el muro de nuestro Nóbel de la Paz sigue adelante. Por fortuna, al viejo muro hay quien le saca provecho. A principios de los 90, nuestros vecinos decidieron aprovechar las plataformas metálicas que colocaron en la arena iraquí como pista de aterrizaje de sus aviones. Todas esas toneladas de chatarra desechadas de la Guerra del Golfo Pérsico, fueron transformadas en una simbólica barda que afea un poco más el paisaje fronterizo. Comparado con el súper muro de acero y piedra que empezó a construir el texano idiota y continúa construyendo cucurumbé, la barda de latón oxidado parece una pieza de arte instalación con chatarra. Pero como les he dicho, aquí en Tijuana le estamos sacando provecho a esa primera barda. Resulta que de unas semanas para acá, alguien reparó en que a la barda metálica le faltaban pedazos. Sí, créalo usted o no, la barda fronteriza estaba siendo despedazada. ¿Una protesta contra el imperialismo yanqui? ¿Un performance contracooltural? ¿Una toma de material para una exposición mamona tipo “Tijuana Tercera Nación” en Madrid? No señores, nada de eso. Sucede que los heroinómanos que infestan la zona, suelen financiar sus dosis vendiendo metal en las recicladoras. Si roban cables de teléfono y tapas de alcantarilla… ¿Por qué no habían de robar un muro fronterizo? Las plataformas de aterrizaje del golfo pérsico se han transformado en mil dosis de chiva adulterada.
IV
En Tijuana la Línea es un concepto tripartita. Concepto Uno: La Línea es la frontera, la cicatriz, la raya que nos divide del Imperio. La terrible Línea Divisoria (aquí no hay Río Bravo señores foráneos)
Concepto Dos: La Línea es la omnipresente fila de carros. “¿Hay mucha Línea en San Ysidro? ¿Cuánto hiciste de Línea en Otay?” La Línea son 800 carros y tres horas. Concepto Tres: La Línea es una zona de Tijuana. Cualquier camión o taxi en que tomes en el Centro “te lleva a la Línea”. La Línea está pintada como una ruta. “Centro-Línea-Palacio- Central Camionera”. ¿Dónde tienes tu negocio? “En la Línea” La Línea es ante todo un ecosistema donde sobreviven traperos, casacambistas ambulantes, limosneros blancos de siniestros ministerios y vendedores de bartsimpsons ataviados con zarape. Un ecosistema de carnívoros que se comen unos a otros y se parten el alma por ganarte un lugar. Si quieres entender la metafísica del tijuanense, te recomiendo que vayas a la Línea. Nada define tan bien el espíritu de esta ciudad. La Línea es lo único que puede unir a 10 mil tijuanenses por una misma causa. Siguiendo la ruta de “La Autopista del Sur” de Cortázar, en la Línea se hay creado un sociedad postapocalíptica. La vida es un eterno aguardar dentro de un carro para cruzar una frontera. La línea ha dejado de ser un medio para convertirse en un fin sí mismo. Tres horas después, cuándo el calor te ha hecho olvidar qué carajos estás haciendo ahí y a dónde ibas, te topas con el rostro de un filipino o de un pocho o de un red neck que te exige tu visa y trata de encontrar en tu mirada al narcoterrorista antiyanqui pollero que todos llevamos dentro. Si tu mirada delata la presencia de ese personaje oculto en las profundidades de tu alma, irás al infierno de la segunda revisión. Si el migra no descubre en tu rostro la perniciosa sombra del antiyanquismo y no te encuentra un parecido con Osama Bin Laden o Enedina Arellano, entonces te devolverá tu visa sin siquiera volverte a ver, señal de que puedes pasar. Se vende país ¿Cuál país es el que se vende? Una vez en el Imperio, te darás cuenta que más de la mitad de los carros que están estacionados afuera de Plaza Bonita en Chula Vista, tienen Placas de Baja California. Medio Tijuana está ahí. Del Mall de las Américas de San Ysidro mejor ni hablar. Ahí más bien te reto a que encuentres a un estadounidense de origen. Toda la calle Broadway en Chula Vista yace poblada por restaurantes tijuaneros. Taquitos de pescado, cahuamanta y camarón, cabecita de res y birria de chivo. ¿A qué has venido? No lo sabes exactamente. Supones que algo ibas a comprar. Aún después del fin del mundo, siempre hay algo que comprar. Tu tarjeta hace mucho que excedió su límite y se regodea deslizando una y otra vez sus números rojos. Planchas plástico en el outlet, en el duty free, en el Petco Park donde los Padres consuman la derrota número 2 mil 500 y el mall será tu día de campo, tu pick nick recesivo en el país que siempre tiene algo que venderte.
V
Interrumpo este post de golpe (a Dios gracias Daniel, que de aburrimiento ya has matado a varios) Una emergencia me sacó de la jugada. Hoy es 16 de octubre y hoy cumplo once años de haber llegado a Tijuana. Lo confieso: Yo quiero a esta ciudad. De verdad la quiero un chingo. Sí, es cierto, me hace encabronar, me hace hacer corajes y algunas veces he jurado que ya me voy al carajo, pero hay adicciones de las que no es posible zafarse. No hay clínica que me rehabilite de Tijuana.
San Diego puede parecer bonito, pero es aburrido y anorgásmico. San Diego es el equivalente a una novia guapa que coge muy mal o que simplemente no coge nunca. Tijuana, en cambio, es la novia fea que te da el cogidón de tu vida y que te acaba por resultar la más buena, la más apetecible y de la que acabas perdidamente enamorado, adicto, enculado. No me pregunten por qué, pero yo quiero a esta ciudad. Si me la venden, la compro, pero no hace falta. Ella ya me ha adoptado. Soy yo quien la ha venido el alma.