Mis colegas de http://www.recolectivo.com/ cumplen un año en la red. Yo apenas cumpliré seis meses con ellos, pero igual me sumo a apagar la velita del pastel.
Karma-Cronos
Cronos le llamaban los griegos, Saturno los romanos y basta mirar el cuadro de Goya para darnos cuenta que este tipo es un reverendo hijo de la chingada. Babeante, goloso, con la mirada perdida, Cronos engulle crudos a sus hijos. El asunto no es por desgracia un alucine helénico, sino una cruda realidad, tan cruda como la carne de los mozalbetes machacada en las fauces de Saturno. Vaya, para ser honesto, la única parte poco creíble de la historia es la de ese hijo rebelde y descarriado llamado Zeus que mata a su padre para después hacerlo vomitar a sus hermanos (que milagrosamente aún permanecían vivos chapotenado en jugos gástricos) A Cronos no lo mató Zeus ni lo mata nadie. Por si no se han dado cuenta, es nuestro amo.
A veces me gustaría ser libre de esta obsesión cronológica que ha marcado mi existencia desde mi más temprana infancia. Algunas personas me lo apuntan como una cualidad: “eres bueno para los cumpleaños”. Ojalá fuera tan sencillo como eso. En realidad soy un hijo de Cronos cuya vida diaria yace en sus fauces. No concibo la historia sin cronología y lo que es peor, no concibo mi propia vida sin la tiranía de las fechas. Desde pequeño me obsesioné con la historia y también con la idea de convertirme en cronista de mi propia existencia. Desde 1984 empecé a llevar un diario escrito en cuadernos y desde 2002 mantengo de manera ininterrumpida un blog. ¿Qué estaba haciendo hace un año? Lo se perfectamente y si albergara alguna duda, sería cuestión de revisar mi blog, pues jamás paso una semana sin escribir. Lo que es peor (y sea acaso el colmo de la obsesión) es que también recuerdo lo que estaba haciendo en otoño de 1984 o de 1996. Hay quien dice que las fechas son cadenas burocráticas, enemigas de los espíritus libres. No lo creo. Maya, azteca, ortodoxo o gregoriano, el calendario es un ente absolutamente real. Solsticios y equinoccios, atardeceres prematuros y soles nocturnos marcan mi estado de ánimo. Hay vientos, olores y cielos que irremediablemente retornan puntuales. La vida no es una línea vertical, sino una espiral plagada de ciclos autócratas. El Eterno Retorno, señores, es mucho más que un mito. Somos juguetes de una tragedia griega.
Hace un año comenzó el otoño más sangriento en la de por sí sangrienta historia de nuestra Tijuana. De una u otra forma, los motines de la Penitenciaría marcaron el umbral del infierno en nuestras calles. “Orgía de balas y cadáveres, de escenas criminales y sepelios fugaces. Mientras los hoteles destinados a los turistas no los habitan ni los fantasmas, el Servicio Médico Forense puede presumir ocupación total y sobre cupo el año entero. Sábanas ensangrentadas, sirenas encendidas y las cenizas de tu último cigarro desparramadas entre los casquillos”. Eso escribí el 29 de septiembre. Un par de semanas antes, el 17 de septiembre, me encontraba afuera de la Penitenciaría. Ahí estaban también los dos únicos recolectiveros que conozco personalmente, Tania y Manuel, caminando bajo un helicóptero que escupía plomo, frente a los muros tras los cuales moría gente calcinada. En aquel entonces yo laboraba en un periódico leproso que se caía en pedazos, me preparaba para viajar a un campo militar argentino y ni por la cabeza me pasaba que cuatro meses después trabajaría en el gobierno. Por supuesto, ni en mi más alucinado sueño imaginaba un bebé en nuestras vidas.
Me gustaría decir que esa guerra de otoño quedó como la más dantesca página de nuestro tijuanero museo de los horrores, pero con el final del verano renace el tartamudear del Kalashnikov. Anoche mataron a tres policías y el sábado pasado mataron a cuatro. Otros cuatro yacen agonizantes en el hospital. Si bien las escenas no son tan monstruosas como el año pasado, queda claro que la Muerte sigue de parranda en nuestras calles y ha abierto una nueva botella de ardiente mezcal pendenciero.
Hace cinco meses y medio Manuel me invitó a colaborar en Recolectivo y me puso en contacto con Luís. Por aquel entonces tenía poco más de dos meses de haber iniciado en mi nuevo trabajo, venía retornando de un viaje por China y acababa de recibir la noticia de que me convertiría en padre de familia. Mi primer post se publicó el viernes 17 de abril y se llamó Suicidarse a los 29. El tema era a tu edad. Desde entonces he escrito cada viernes. Confieso que si hubiera estado desde el principio, sin duda hubiera llegado a los 52 post. Con algo de pena, me asumo obsesivamente rutinario, constante y disciplinado. Detesto la inconstancia. Durante diez años escribí una columna política diaria y una columna literaria semanal que no fallaron nunca.
Mi semana laboral está repleta de compromisos sobre días específicos en los que debo enviar determinado artículo, columna o comunicado y escribir para Recolectivo es hedonismo puro. El viernes sale Zeta (y a partir de esta semana los jueves sale El Informador) compro una botella de vino y escribo en Recolectivo. El viernes tiene sabor, personalidad y huele rico. Sí, me gustan los viernes.
Algunas veces he reciclado textos pasados o confeccionado híbridos remixes. Otras veces me he alucinado por completo con el tema de la semana. Si Recolectivo decide tener larga vida, (y siempre y cuando sus integrantes lo permitan) seguro estoy de que seguiré aquí. La constancia y la fidelidad se me dan naturalitas. Eso sí, lo confieso y lo advierto: no esperen de mí demasiadas sorpresas. Soy poco dado al cambio y los virajes compulsivos. La evolución no es lo mío y la promiscuidad tampoco. Clavado en la tecla, soy desde hace muchísimos años víctima de las mismas obsesiones y al mismo tiempo profeso una sacramental indiferencia por un millón de asuntos. Tampoco soy dado a la interacción y a veces peco de autista y monologante, sin embargo pueden estar seguros de que leo íntegros de pe a pa, todos los textos que aquí se publican. Jamás me he saltado uno, aunque rara vez comento. Por supuesto tengo mis favoritos y hay algunos textos publicados por recolectiveros que han sido capaces de volarme la cabeza por lo endiabladamente fascinantes. Si tengo algo que comentar, lo comento y si no, me limito a tratar de disfrutar del texto. También hay asuntos que me son radicalmente indiferentes. Si quieren que sea honesto, me vale un reverendo carajo todo lo relativo al prólogo, el diseño y la portada del libro del fin del mundo. Si desean que lo prologue Paul Auster o Paty Chapoy o que no haya prólogo a mi me da lo mismo. Tampoco me importa gran cosa si la portada es un árbol muerto o un Pato Donald. Me basta con que los textos aguanten.
Recolectivo se ha inscrito dentro mis diarios rituales mañaneros bañados con un café siempre poderoso. En las mañanas traigo destapada la válvula de la percepción. El café recién molido, el correr por la carretera escuchando metal, leer todas las ediciones impresas de los diarios tijuanenses, las ediciones electrónicas de los diarios nacionales, una consulta a El País, otra a Clarín y la cereza de este pastel: Las novedades de Recolectivo.
Ese café ardiente mojando mis labios, esos primeros rayos iluminando el Pacífico, esa guitarra infernal en las bocinas y ese nuevo texto recolectivero en la pantalla le ponen una dosis de delicia a ese misterio infinito llamado vida cotidiana. Feliz cumpleaños Recolectivo. El gusto es mío.
Grandes corazones
Toda la mierda que infesta el mundo se borra de un plumazo y se me olvida de golpe ante un gesto espontáneo nacido de un buen corazón. Los pacientes de Carolina han armado una fiesta para Iker Santiago. Tomo las cosas de quien vienen y como tal las aprecio. Las vidas de estas personas no han sido nada fáciles y muchas de esas familias han debido navegar auténticos infiernos. De ahí que me resulte tan significativo que se tomen el tiempo de pensar en mi esposa y en mi hijo. Detrás de la más oscura historia puede ocultarse un buen corazón. Por cierto, el Conejito ya tiene su blog. Por ahora es algo más bien práctico y utilitario, pero sin duda lo alimentaremos con información actualizada en esta cuenta regresiva rumbo a diciembre. Échenle un ojo. http://babyshoweriker.blogspot.com/
Podría parecer un cursilón cliché de libro motivacional, pero respirar la autenticidad del verdadero amor a mi alrededor es algo que me sube las pilas. No me refiero al amor de tarjeta de San Valentín o a ese romanticismo ridículo impulsado por televisa. No. El verdadero amor se respira e irradia una energía capaz de contagiar. Al igual que un olor no se oculta, el verdadero amor es palpable y el desamor es imposible de disfrazar. Creo sinceramente que la monogamia es el más perfecto estado del amor. Podrás decir lo que quieras, pero la promiscuidad y las infidelidades apestan a mierda. Cuando una pareja de verdad se quiere hay una fuerza que emana de su unión. Por desgracia es tan poco común. La vida puede arrojarte demasiados escupitajos, pero hay un faro de luz que te ilumina en las más abruptas tinieblas. Sí Fito Páez, tienes mucha razón: Nadie puede y nadie debe, vivir, vivir sin amor. Me siento afortunado. Si hoy muriese, moriría diciendo que la vida valió la pena ser vivida.
Hace unos días platiqué con un gran amigo llamado Yadivio Ortega que en plena edad adulta yace enamorado con la ilusión de un catorceañero. Embriaguez absoluta la suya. Aún si no me diera explicación alguna, su estado sería palpable. Los ebrios no pueden disimularse y el amor es más potente que el vino. Hace un par de semanas acudimos a la boda de Cecilia y Tizoc. Verlos juntos y contentos tras una década bailando esa primera canción como esposos es un punch de energía. En nuestras calles infestadas de odio y quebranto, entre policías muertos y drogas baratas, hay unos cuantos corazones ardiendo.