Eterno Retorno

Tuesday, September 08, 2009

La mórbida obesidad del sistema

Veo al gordo Carstens y pienso en Necker, el ministro de Hacienda de Luís XVI, el que aumentó los impuestos al pan y desencadenó la toma de la Bastilla con su terrorismo fiscal. Leo las crónicas socialité de las multimillonarias bodas de nuestros trepadores politiquetes con delirios aristocráticos e imagino las fiestas de María Antonieta en el Trianón. Vaya, tan prototípico, tan de manual, tan de caricatura es esto, que hasta las caras de los actores responden al estereotipo. ¿Cómo caricaturizarías a un codicioso e insensible ministro de Hacienda? Sí, exactamente, lo caricaturizarías como un gordo mórbido y repugnante. Calderón debería cesar a Carstens al menos para romper con el estereotipo que corresponde tan a la perfección con su cara y cuerpo. No digo que lo cese por su nula efectividad. Después de todo, cualquier economista parido en Chicago o en la London School of Economics, quien quiera que sea, será un marrano condenado a equivocar sus pronósticos. Que lo cese por su aspecto, pues en la obesidad de Carstens está dibujada y caricaturizada la patología de un país en proceso de pudrición. Obeso y mórbido como su burocracia, como su aparato gubernamental, como su poder legislativo, como su justicia, como su sistema electoral, como su fisco bestial e insaciable, decidido a sangrar hasta la última gota del trabajador y el pequeño empresario. Un país diabético e hipertenso, en espera de la amputación de sus extremidades. Una nación enferma terminal, yaciente en la puerca sala de terapia intensiva de un hospital del IMSS. Un país engusanado, como un pedazo de carne podrida desparramada en la carretera

Toda revolución es prostituta

Y no, no tengo esperanzas de redención en un movimiento revolucionario. He leído algo de historia y tengo la suficiente malicia para saber que las revoluciones, como todo fenómeno de masas en este país, son asunto de oportunistas, de trepadores, de políticos desempleados. Se que las revoluciones son licuadoras donde el miserable siempre termina licuado abajo con su miseria multiplicada. Pero las revoluciones suelen tener el momentáneo alivio de un oído doliente que revienta o una muela podrida que es arrancada. Antes que una nueva casta de cerdos oportunistas las patente, las revoluciones (sólo algunas revoluciones), surgen como estallidos espontáneos, como una cuerda que revienta, como un vómito que brota incontenible como lava ardiente tras horas de asco y retortijón estomacal.

Pienso en los miles de rusos que hacían filas en las panaderías en el helado febrero de 1917 mientras sus tropas desnutridas eran masacradas en el frente alemán y los zares sólo tenían ojos y oídos para su hijo hemofílico. El hambre no conoce de ideologías ni estudió ciencias políticas. El hambre es un sentimiento animal capaz de sacar a la superficie nuestros más primitivos demonios. El hambre de un hijo, la impotencia de un padre. Por hambre asaltaron los rusos las panaderías. Ya después llegaría Lenin a aprovecharse de la situación, pero en un primer momento, la revuelta que hizo abdicar al Zar Nicolás II y acabó con una dinastía Romanov de tres siglos, fue un exabrupto de hambre, frío y hartazgo, donde Lenin, Stalin y Trotski ni siquiera estuvieron presentes.

A veces hasta el clima se pone de acuerdo. Los inviernos prerrevolucionarios son siempre los más fríos y los veranos los más calientes. El invierno del 17 fue congelante en Moscú y San Petersburgo. El julio parisino de 1789 se recuerda insoportablemente bochornoso. Una sequía en combinación con impuestos a la alza pueden dar como resultado un veneno mortal. Y si a eso le agregas influenzas, ricketzias, presas vacías, tierras secas, playas desoladas, el caldo se transforma en arma atómica.


La clase media desciende a la pobreza

El verdadero escupitajo en el rostro, el verdadero pedazo de mierda en tu boca, es que ellos se ríen en tu cara. El sistema político mexicano danza desnudo alrededor de un tubo mostrando su absurdo e injusticia con total obscenidad. Es tan tragicómicamente injusto este sistema, que podrías reírte a carcajadas de él, sino fuera porque eres su cautivo. Vaya, imagina que desde el lejano palco de un observador imparcial observaras el drama de una nación enferma que yace sumergida en arenas movedizas donde cada mínimo movimiento lo hunde más y donde todo está diseñado a priori para que te jodas. Un país donde lo peor que te puede pasar es integrar esa carne de cañón y flagelo fiscal llamada clase media.
Están cagando sobre un millón de bocas desdentadas. Sus culos yacen posados sobre infinitas fauces inofensivas, pero cuidado, que alguna de ellas podría tener colmillos.

Érase una vez un país que castigaba al trabajador y premiaba al oportunista, donde el huevón, el trepador y el zángano son amos y señores. Un país donde lo peor que se te puede ocurrir es emprender un pequeño negocio o tratar de trabajar honradamente. Un país donde pretenden subir los impuestos para que un mínimo de la población, esos pocos ciudadanos sobre los que caen todos los latigazos institucionales, sigan manteniendo contra viento y marea a la casta gobernante.

¿Para qué nos quieren subir los impuestos Calderón y Carstens? Para poder seguir pagando los choferes carros y guaruras de los diputados, senadores y magistrados electorales. Para pagar sus bonos, compensaciones, y gratificaciones especiales. Para poder seguir alimentando con nuestro dinero a partidos tan necesarios e importantes para la vida nacional como el verde y el panal, para mantener al sindicato de maestros y sus privilegios, para alimentar a millones de burócratas cometortas, para dar trabajo a sus mil y un compadres del partido (no importa qué partido, los partidos siempre generan mil y un compadres).

¿No se dan cuenta que esto va derecho y sin escalas al infierno? ¿Nadie los asesora? ¿No les han dicho que la austeridad se debe vivir y demostrar? ¿Por qué carajos se regodean en sus bodas derrochadoras? ¿Por qué les emociona salir en las revistas del corazón?


No creo, como dice el tijuanense Federico Campbell, que una narcoinsurgencia pueda ser el detonante de un movimiento armado que derroque al gobierno. ¿Para qué quiere el crimen organizado el poder político formal si ya tiene el poder de facto? En fin, basta ya, esto está escrito con las tripas. No se si ha sido suficiente, pero en algo me desahogué.