Eterno Retorno

Friday, September 04, 2009

Estoy preso entre las redes de un best seller

En cuestión de libros suelo ser contreras. El que un libro presuma millones de ejemplares vendidos y aparezca como favorito en las listas de popularidad, suele tener un efecto negativo en mí. Las más de las veces este tipo de publicidad es un inhibidor, un repelente que me hace rechazar su lectura. Al parecer, la moda de griales, conspiraciones vaticanas, merovingios y toda esa añeja parafernalia sensacionalista revivida por Dan Brown y su Código Da Vinci ya está pasando de moda, si bien los templarios y sus compinches suelen ser omnipresentes en los aparadores de librería comercial. Nada tengo en contra de esa temática y de hecho me considero un adicto incurable al tema de las Cruzadas (templarios incluidos) desde muchos años antes que Dan Brown se hiciera millonario explotando el ancestral cuento. Lo que me molesta es que haya tanto charlatán desparramando barata superchería sensacionalista en torno a esos temas.

Los adolescentes, por lo que veo, siguen bebiendo la sangre de sus lindos vampiros mormones. También me considero un devoto de la literatura gótica clásica, desde El Castillo de Otranto de Walpole, hasta El Monje de Lewis y Melmoth El Errabundo. Me da gusto que los adolescentes sean felices con sus vampiros. Es mucho mejor que quieran ser Nosferatus a que envenenen su mente con basura tipo juventud en éxtasis, si bien los vampiros de Meyer, por lo que veo, son políticamente correctos, el lindo yerno que toda madre mormona desearía tener.

Pues bien, todo esto es un simple preámbulo con el que acaso estoy evadiendo el tema que me ocupa. Vamos al grano: me confieso preso entre las redes de un best seller (¿qué no era un poema, pregunta borracho José José?) Estoy preso entre las redes de un best seller policíaco, nórdico y no tan típicamente negro. Desde hace un par de meses empecé a ver en las librerías un ejemplar gordo con un dibujo interesante en la portada y un título sugerente: “Los hombres que no amaban a las mujeres”. Después me enteré que el libro en cuestión era un éxito de ventas en toda Europa y que ya hasta película tenía, lo cual encendió mis antenitas de la desconfianza. Un churrasco total, pensé, hasta que me di a la tarea de investigar un poco en torno a su autor, Stieg Larsson, y el asunto empezó a llamar mi atención. Admito que si el autor hubiese sido gringo lo habría mandado sin escalas al mismísimo carajo, pero su nacionalidad sueca fue un punto a su favor. ¿Por qué? Porque resulta que desde hace años soy un devoto lector de un policíaco sueco llamado Henning Mankell que a la fecha no me ha defraudado jamás. La historia de Larsson y su background de colega reportero llamaron mi atención. También la temática de la novela. Todo comienza con un reportero que es condenado por difamar a un empresario. Mmm… esta historia la conozco. Ya alguna vez he platicado que como periodista puedes ajerar duro a los políticos sin consecuencia alguna, pero no se te ocurra meterte con Urbi, Geo o algún gran corporativo corrupto, porque conocerás las fauces de la represión. Así las cosas, el factor identificación con el personaje influyó también de forma positiva. Dos puntos a favor, gancho suficiente para decidirme a meterle diente a la novela.


Mira que soy un lector rápido, bastante rápido en realidad, pero a menudo carezco de todo el tiempo que quisiera para leer. Es por ello que me parece una proeza haber leído más de tres cuartas partes de un libro gordo de casi 600 páginas en apenas una semana. Todo indica que este fin de semana acabaré con “Los hombres que no amaban a las mujeres”. Es de esas lecturas que puedo continuar tres o cuatro horas seguidas sin interrupción. ¿Por qué? ¿Cuál es la clave? Mmm. No se. En términos estructurales es bastante simple y literariamente no es en absoluto innovadora, pero engancha, como una rolita de composición simple y llegadora, como una hamburguesa al carbón que te sabe deliciosa. Sí, no será una cena gourmet con un vino extravagante, pero a veces una hamburguesa es justo lo que necesitas


Algo tiene la novela negra escandinava, que al igual que su death y su black metal, son capaces de contagiarme una atmósfera incomparable. Alguien como Bellatín sin duda me mentaría la madre por utilizar esos criterios, pero la verdad es que la nacionalidad del autor y sobre todo el escenario de desarrollo de una trama de ficción influye mucho en mí. Vaya, el hecho de que el autor sea escandinavo y la novela se desarrolle en Escandinavia es algo que contagia la atmósfera de la lectura. ¿Por qué no leo a Ellroy? Porque su escenario cotidiano es Los Ángeles y California me resulta un sitio aburrido.


En el último número de la revista “Qué Leer” aparece un artículo sobre la novela negra escandinava y ese boom de autores suecos, noruegos, islandeses y daneses que tiñen de sangre las nieves eternas de sus tierras vikingas. Por desgracia, muchos de los autores y novelas ahí mencionadas no se pueden conseguir en México. No deja de ser una paradoja que los países escandinavos, paraíso de la seguridad y el bienestar social, del respeto, la tolerancia y el orden, sean la cuna de las más negras de las novelas y del más brutal death-black metal. Por lo que he podido leer, en un año en todo Finlandia matan mucha menos gente de la que se despachan en Rosarito. Ya no digamos que Ciudad Juárez, que sin duda tiene más crímenes que los cinco países escandinavos juntos.

Suecia y Noruega, con aportaciones de Islandia y Dinamarca son hoy en día las grandes mecas de la novela negra en donde Mankell funge como monstruo sagrado. La paradoja es que Mankell no es por vocación y espíritu un novelista negro. Al escucharlo, me recuerda más a un Ryzard Kapuscinski, obsesionado por África, la desigualdad y la injusticia social en el tercer mundo. Tal vez Mankell hubiera deseado escribir una obra como la de mi colega Ryzard, algo cómo Ébano o El Emperador, pero uno no es lo que quiere, si no lo que puede ser.


Hay algo de la esencia escandinava que me llega profundo. Desde mitología nórdica y las leyendas vikingas hasta su literatura y su música. Algún día iré a Suecia y Noruega. Islandia sí conozco, de hecho fue el primer país europeo que pisé, per el resto es tarea pendiente. Sueño con el día en que pueda cruzar el puente que une Dinamarca y Suecia. Se que algún día lo lograré y sólo deseo que en nuestro próximo viaje podamos llevar a nuestro hijo.


Info baja

En mis manos el tercer número de la revista Infobaja. José Fimbres, santo patrono del empresariado tijuanense, se lleva la portada pero lo verdaderamente rifador y rompe madres es la entrevista con el secretario de Seguridad Pública Julián Leyzaola. Hacía rato que no leía una entrevista tan llegadora, tan bien hecha. Incluso reporteros tradicionalmente malalechosos y descalificadotes la han alabado. Honestamente, mi colega Ana Cecilia Ramírez se la rifó con esta entrevista. La verdad está como para ponerse de ejemplo en un diplomado de Periodismo. Infobaja llega a tres números y poco a poco empieza a dar de qué hablar.