Nace La CH www.la-ch.com
Los diarios impresos están heridos de muerte. Son enfermos terminales, pacientes irremediablemente desahuciados. Cierto, su agonía será larga y su muerte demorará todavía algunos o acaso bastantes años, si bien en algunas partes del mundo el final se acelerará. Algunas ciudades medianas estadounidenses ya han asistido al funeral de las ediciones impresas de sus grandes periódicos y pronto habrá urbes del vecino país que no contarán con un solo medio impreso de circulación diaria. Seattle es un ejemplo que se acerca a ello. Me queda claro que en 2020, sólo quedarán vestigios de la forma en que practicábamos el oficio todavía en los años 90.
Allá por el 2000-2001, la fiebre de los periódicos electrónicos llegó a Tijuana. En Frontera fuimos por mucho los pioneros de la edición electrónica actualizada en tiempo real durante el día. Poco después, allá por 2002-2003, surgieron los primeros medios tijuanenses 100% cibernéticos. Eran los tiempos en que el concepto blog no entraba aún en el léxico de lo políticamente correcto de los grandes diarios. Si la memoria no me falla, fue primero Tijuanapress y poco después AFN quienes tomaron las pantallas de las computadoras y se convirtieron en punto de referencia. Desde entonces a la fecha, son muchísimos, tal vez decenas, los proyectos informativos en Internet que han surgido en Tijuana, muchos de ellos de efímera e inconstante existencia. Lo de los medios cibernéticos ha dado lugar a una interesante competencia por ver quién sube más rápido la nota policíaca. El 17 de enero de 2008, día de la balacera de la Cúpula o cuando fueron los motines de la Penitenciaria, los medios cibernéticos se enfrascaron en una carrera desesperada en la que 30 segundos hacían la diferencia entre ganar o perder. El problema es que, aferrados como están a la inmediatez y a la brevedad extrema, los medios cibernéticos han olvidado por completo el periodismo de profundidad o al menos yo no he visto grandes reportajes. Vaya, la prioridad es la rapidez con la que sube la nota del día, no la trascendencia del tema. Hasta que llegó La CH a cambiar las reglas del juego.
Nunca antes había esperado con tanta expectativa el nacimiento de un nuevo medio cibernético como esperé La CH. Mi alta expectativa parte del hecho de que sus tres creadores son periodistas de cepa, con sangre de buen reportero, gente que respeta el verdadero sentido del oficio y siempre ofrecerá al lector algo más, pues no se dedican a cubrir, sino a descubrir. Ángel Ruiz, con casi década y media como reportero y editor, tiene a cuestas una sólida carrera académica enseñando a las nuevas generaciones de periodistas y posee el raro don de saber trasmitir conocimientos a los jóvenes e interesarlos en el oficio. Fausto Ovalle, conocedor como pocos de los secretos del Internet como herramienta de investigación al servicio del buen periodismo, tiene la paciencia y la lupa afinada que permite detectar el néctar noticioso oculto en las profundidades de un documento. Pocos periodistas se toman el trabajo de leer documentos judiciales y Fausto, lector de Onetti y Sábato, sabe encontrar noticias donde la mayoría sólo ve párrafos amontonados. Jorge Morales Almada va mucho más allá de un merecido Premio Nacional de Periodismo por la entrevista a Benjamín Arellano Félix en las profundidades de Almoloya en 2002. Aunque la mayoría de sus lectores lo buscarán por temas relacionados con el narcotráfico, indudablemente su especialidad, lo cierto es que es un gran contador de historias y para muestra el reportaje de la Siete Culos. Hacía falta un medio así en Tijuana y sólo resta desear que sean constantes y sepan capear los primeros tiempos, que irremediablemente son duros, sobre todo para los medios que apuestan por la brutal honestidad como una bandera de vida.
Los diarios impresos están heridos de muerte. Son enfermos terminales, pacientes irremediablemente desahuciados. Cierto, su agonía será larga y su muerte demorará todavía algunos o acaso bastantes años, si bien en algunas partes del mundo el final se acelerará. Algunas ciudades medianas estadounidenses ya han asistido al funeral de las ediciones impresas de sus grandes periódicos y pronto habrá urbes del vecino país que no contarán con un solo medio impreso de circulación diaria. Seattle es un ejemplo que se acerca a ello. Me queda claro que en 2020, sólo quedarán vestigios de la forma en que practicábamos el oficio todavía en los años 90.
Allá por el 2000-2001, la fiebre de los periódicos electrónicos llegó a Tijuana. En Frontera fuimos por mucho los pioneros de la edición electrónica actualizada en tiempo real durante el día. Poco después, allá por 2002-2003, surgieron los primeros medios tijuanenses 100% cibernéticos. Eran los tiempos en que el concepto blog no entraba aún en el léxico de lo políticamente correcto de los grandes diarios. Si la memoria no me falla, fue primero Tijuanapress y poco después AFN quienes tomaron las pantallas de las computadoras y se convirtieron en punto de referencia. Desde entonces a la fecha, son muchísimos, tal vez decenas, los proyectos informativos en Internet que han surgido en Tijuana, muchos de ellos de efímera e inconstante existencia. Lo de los medios cibernéticos ha dado lugar a una interesante competencia por ver quién sube más rápido la nota policíaca. El 17 de enero de 2008, día de la balacera de la Cúpula o cuando fueron los motines de la Penitenciaria, los medios cibernéticos se enfrascaron en una carrera desesperada en la que 30 segundos hacían la diferencia entre ganar o perder. El problema es que, aferrados como están a la inmediatez y a la brevedad extrema, los medios cibernéticos han olvidado por completo el periodismo de profundidad o al menos yo no he visto grandes reportajes. Vaya, la prioridad es la rapidez con la que sube la nota del día, no la trascendencia del tema. Hasta que llegó La CH a cambiar las reglas del juego.
Nunca antes había esperado con tanta expectativa el nacimiento de un nuevo medio cibernético como esperé La CH. Mi alta expectativa parte del hecho de que sus tres creadores son periodistas de cepa, con sangre de buen reportero, gente que respeta el verdadero sentido del oficio y siempre ofrecerá al lector algo más, pues no se dedican a cubrir, sino a descubrir. Ángel Ruiz, con casi década y media como reportero y editor, tiene a cuestas una sólida carrera académica enseñando a las nuevas generaciones de periodistas y posee el raro don de saber trasmitir conocimientos a los jóvenes e interesarlos en el oficio. Fausto Ovalle, conocedor como pocos de los secretos del Internet como herramienta de investigación al servicio del buen periodismo, tiene la paciencia y la lupa afinada que permite detectar el néctar noticioso oculto en las profundidades de un documento. Pocos periodistas se toman el trabajo de leer documentos judiciales y Fausto, lector de Onetti y Sábato, sabe encontrar noticias donde la mayoría sólo ve párrafos amontonados. Jorge Morales Almada va mucho más allá de un merecido Premio Nacional de Periodismo por la entrevista a Benjamín Arellano Félix en las profundidades de Almoloya en 2002. Aunque la mayoría de sus lectores lo buscarán por temas relacionados con el narcotráfico, indudablemente su especialidad, lo cierto es que es un gran contador de historias y para muestra el reportaje de la Siete Culos. Hacía falta un medio así en Tijuana y sólo resta desear que sean constantes y sepan capear los primeros tiempos, que irremediablemente son duros, sobre todo para los medios que apuestan por la brutal honestidad como una bandera de vida.