El nuevo Testamento de la brutalidad
Antiguo y Nuevo Testamento, gloriosa brutalidad que ha dejado por herencia la formación de la condena. Fue preciso sobrevivir al cáncer, a la década de los 90 y sus pestilentes modas, al destino y al nuevo orden para que Testament subiera más potente que nunca al escenario. No fue un retorno, pues la verdad es que nunca se han ido y lo cierto es que el Formation of Damnation fue, bajo el criterio de quien esto escribe y con perdón del Death Magnetic de Metallica, el mejor álbum de metal del 2008, en carrera parejera con el Nostradamus de Judas Priest.
La gira del Testamento llegó al Centro de San Diego California la noche del miércoles. Un House of Blues aún medio vacío recibió a las 19:20 a Lazarus A.D., una joven banda de Wisconsin que practica un técnico y elaborado heavy-thrash con esencia de vieja escuela. Estos jóvenes, que sin duda llevaban pañales y chupón cuando Testament estaba grabando The Legacy allá por 1986, se la rifaron durante media hora con potentes rolitas que evocaban a un Exodus un poco más limpio y con cierto toquecito heavylón. Una grata revelación con enorme futuro. A las 20:10 tocó el turno a los bostonianos Unearth, una banda aceleradísima de metal-core, ese estilito tan en boga entre los adolescentes gringos. Que Unearth es una banda de lo más potente y furiosa nadie lo duda. Su problema, al igual que el de la gran mayoría de jóvenes bandas metalcoreras, es que todo queda en potencia desenfrenada, acelere brutal sin demasiada técnica y con total ausencia de virtuosismo, lo que acaba por volverlos aburridos. ¿Quieren hablar de brutalidad virtuosa? Para eso está el Testamento.
Eras las 21:25 cuando las luces se apagaron y el bataco Paul Bostaph tomó posesión de su trinchera seguido del bajista Greg Cristhian . Los guitarristas Alex Skolnick y Eric Peterson salieron cada uno por un lado del escenario. Ya retumbaba la bataca cuando Chuck Billy, la versión metalera de Lupe el de Bronco, el hombre que sobrevivió al cáncer, emergió entre las sombras para descargar sin más preámbulos The Preacher. La apertura descargaba con temas del Antiguo Testamento, pues New Order fue la segunda de la noche y ¡vaya sorpresa¡ Over the Wall, ese clasicazo del álbum The Legacy, fue la tercera en la lista, seguida de Practice What You Preach. La audiencia ya estaba conectada y las tacleadas slameras estaban a la orden del día. Fue hasta la quinta rola que Chuck Billy anunció algo del nuevo álbum y descargó en bloque More Than Meets The Eye y The ´Presecuted Won´t Forget.
Mención aparte merece el guitarrista Alex Skolnick, un digno alumno de Joe Satriani que derrocha técnica y sin caer en barroquismos, ejecuta con virtuosa maestría su lira. Vaya, a menudo se etiqueta al thrash como una música caótica y ruidosa, pero Skolnick demuestra que aún en la brutalidad hay ritmo, armonía y creatividad, lo que distingue a bandas como Testament, Exodus o Megadeth, del aburrido y ruidoso metal core que practica Unearth. Justo es también reconocer la labor de Paul Bostaph en los tambores, un bataco cuya velocidad y potencia son el equivalente a un bombardeo nuclear. Bostaph, quien por siete años sustituyó a Dave Lombardo en Slayer, es uno de los bateristas con más terreno recorrido en el mundo del metal extremo y Formation of Damnation es un álbum donde luce en plenitud de brutales facultades.
Demonic y Do or Die continuaron la velada, antecediendo a Into The Pit, dedicada como siempre a los más feroces slameros. Electric Crown y Disciples of the Watch dieron el cerrojazo al primer set, pero había demasiada adrenalina en al aire como para marcharse tan temprano. Testament no se hizo del rogar y descargó la potentísima D.N.R. del álbum The Gathering grabado con Lombardo, en donde por cierto Bostaph no hizo extrañar al maestro. 3 Days in Darkness del mismo álbum continuó la dosis de brutalidad para poner punto final a la tocada con artillería del Nuevo Testamento. The Formation of Damnation, del álbum homónimo, fue la elegida para ahora sí despedirse de un enjambre de melenas al viento. El Testamento estaba escrito.
Antiguo y Nuevo Testamento, gloriosa brutalidad que ha dejado por herencia la formación de la condena. Fue preciso sobrevivir al cáncer, a la década de los 90 y sus pestilentes modas, al destino y al nuevo orden para que Testament subiera más potente que nunca al escenario. No fue un retorno, pues la verdad es que nunca se han ido y lo cierto es que el Formation of Damnation fue, bajo el criterio de quien esto escribe y con perdón del Death Magnetic de Metallica, el mejor álbum de metal del 2008, en carrera parejera con el Nostradamus de Judas Priest.
La gira del Testamento llegó al Centro de San Diego California la noche del miércoles. Un House of Blues aún medio vacío recibió a las 19:20 a Lazarus A.D., una joven banda de Wisconsin que practica un técnico y elaborado heavy-thrash con esencia de vieja escuela. Estos jóvenes, que sin duda llevaban pañales y chupón cuando Testament estaba grabando The Legacy allá por 1986, se la rifaron durante media hora con potentes rolitas que evocaban a un Exodus un poco más limpio y con cierto toquecito heavylón. Una grata revelación con enorme futuro. A las 20:10 tocó el turno a los bostonianos Unearth, una banda aceleradísima de metal-core, ese estilito tan en boga entre los adolescentes gringos. Que Unearth es una banda de lo más potente y furiosa nadie lo duda. Su problema, al igual que el de la gran mayoría de jóvenes bandas metalcoreras, es que todo queda en potencia desenfrenada, acelere brutal sin demasiada técnica y con total ausencia de virtuosismo, lo que acaba por volverlos aburridos. ¿Quieren hablar de brutalidad virtuosa? Para eso está el Testamento.
Eras las 21:25 cuando las luces se apagaron y el bataco Paul Bostaph tomó posesión de su trinchera seguido del bajista Greg Cristhian . Los guitarristas Alex Skolnick y Eric Peterson salieron cada uno por un lado del escenario. Ya retumbaba la bataca cuando Chuck Billy, la versión metalera de Lupe el de Bronco, el hombre que sobrevivió al cáncer, emergió entre las sombras para descargar sin más preámbulos The Preacher. La apertura descargaba con temas del Antiguo Testamento, pues New Order fue la segunda de la noche y ¡vaya sorpresa¡ Over the Wall, ese clasicazo del álbum The Legacy, fue la tercera en la lista, seguida de Practice What You Preach. La audiencia ya estaba conectada y las tacleadas slameras estaban a la orden del día. Fue hasta la quinta rola que Chuck Billy anunció algo del nuevo álbum y descargó en bloque More Than Meets The Eye y The ´Presecuted Won´t Forget.
Mención aparte merece el guitarrista Alex Skolnick, un digno alumno de Joe Satriani que derrocha técnica y sin caer en barroquismos, ejecuta con virtuosa maestría su lira. Vaya, a menudo se etiqueta al thrash como una música caótica y ruidosa, pero Skolnick demuestra que aún en la brutalidad hay ritmo, armonía y creatividad, lo que distingue a bandas como Testament, Exodus o Megadeth, del aburrido y ruidoso metal core que practica Unearth. Justo es también reconocer la labor de Paul Bostaph en los tambores, un bataco cuya velocidad y potencia son el equivalente a un bombardeo nuclear. Bostaph, quien por siete años sustituyó a Dave Lombardo en Slayer, es uno de los bateristas con más terreno recorrido en el mundo del metal extremo y Formation of Damnation es un álbum donde luce en plenitud de brutales facultades.
Demonic y Do or Die continuaron la velada, antecediendo a Into The Pit, dedicada como siempre a los más feroces slameros. Electric Crown y Disciples of the Watch dieron el cerrojazo al primer set, pero había demasiada adrenalina en al aire como para marcharse tan temprano. Testament no se hizo del rogar y descargó la potentísima D.N.R. del álbum The Gathering grabado con Lombardo, en donde por cierto Bostaph no hizo extrañar al maestro. 3 Days in Darkness del mismo álbum continuó la dosis de brutalidad para poner punto final a la tocada con artillería del Nuevo Testamento. The Formation of Damnation, del álbum homónimo, fue la elegida para ahora sí despedirse de un enjambre de melenas al viento. El Testamento estaba escrito.