Tuve al menos por un solo segundo el don de ser enteramente extraño, desconocido y no necesité imaginar que esas calles eran en sí lejanas y yo, un extranjero misterioso, indescifrable, navegando en la imaginación de un hombre común que me pensaba al otro lado del mundo.
Los años anteriores eran sed, deseo y búsqueda en la arena, lo más parecido a lo que llaman la Nada, silencio, la insignificancia pura de estar afuera, a la intemperie del caos.
Los demás habían muerto maldiciendo, escupiendo a la cara de sus verdugos mientras reían
Mis pasos son puentes de humo sobre la incolora estepa del desvarío,
Rasgaduras de un pensamiento siempre agonizante.
Pasos prófugos de mis ráfagas de anestesia, ojos que no aprehenden la furia del Pacífico.
El sol está sucio, las islas al mediodía son apenas un presentimiento, la barda oxidada es la reminiscencia de una broma perpetua y las gaviotas el sueño de un fantasma.
Espera de salto y vuelo, presagio de transfiguración...aquí es siempre otra parte.
En Tijuana el tiempo y el dinero se esfuman con rapidez y no atino a sujetarlos en mi mano. El día, la semana la vida misma se suceden como una película en cámara rápida, una sucesión interactiva de instantes disfrazados de ordinarios aunque con una carga terrible de improbabilidad.
Se mira a sí mismo, a su entorno y no alcanza a tragarse aún lo que significa ser un reportero inmerso en la herencia de un siglo de desgracias que como lo ha dicho Kapuscinski, fue de guerras, migraciones, hambres. Miles de personas concretas, sacrificadas en el altar de las ideas abstractas. Piensa en todo lo que puede escribir con tan solo mirar a los ojos de los nuevos pobres, de los desplazados, de los hijos del nuevo desorden mundial.
El entorno no era entonces el engendro de sus fantasías, ni un cuadro paisajista contemplado por unos ojos en un lugar remoto jamás imaginado. Estaba ahí, podía moverse y nombrarse aún mandando al sepulcro los sueños y fantasías de todos los hombres, era tan real como el dolor y el hambre, mientras que él era sólo un intruso, un espectador tratando de ser el único en depredar lo que todos depredaban.
...pero aquello iba carcomiéndose de olvido cada noche y se confundía con los delirios de fiebre y aguardiente.
Disculpen, mi pluma no conoce de libertad responsable
Los años anteriores eran sed, deseo y búsqueda en la arena, lo más parecido a lo que llaman la Nada, silencio, la insignificancia pura de estar afuera, a la intemperie del caos.
Los demás habían muerto maldiciendo, escupiendo a la cara de sus verdugos mientras reían
Mis pasos son puentes de humo sobre la incolora estepa del desvarío,
Rasgaduras de un pensamiento siempre agonizante.
Pasos prófugos de mis ráfagas de anestesia, ojos que no aprehenden la furia del Pacífico.
El sol está sucio, las islas al mediodía son apenas un presentimiento, la barda oxidada es la reminiscencia de una broma perpetua y las gaviotas el sueño de un fantasma.
Espera de salto y vuelo, presagio de transfiguración...aquí es siempre otra parte.
En Tijuana el tiempo y el dinero se esfuman con rapidez y no atino a sujetarlos en mi mano. El día, la semana la vida misma se suceden como una película en cámara rápida, una sucesión interactiva de instantes disfrazados de ordinarios aunque con una carga terrible de improbabilidad.
Se mira a sí mismo, a su entorno y no alcanza a tragarse aún lo que significa ser un reportero inmerso en la herencia de un siglo de desgracias que como lo ha dicho Kapuscinski, fue de guerras, migraciones, hambres. Miles de personas concretas, sacrificadas en el altar de las ideas abstractas. Piensa en todo lo que puede escribir con tan solo mirar a los ojos de los nuevos pobres, de los desplazados, de los hijos del nuevo desorden mundial.
El entorno no era entonces el engendro de sus fantasías, ni un cuadro paisajista contemplado por unos ojos en un lugar remoto jamás imaginado. Estaba ahí, podía moverse y nombrarse aún mandando al sepulcro los sueños y fantasías de todos los hombres, era tan real como el dolor y el hambre, mientras que él era sólo un intruso, un espectador tratando de ser el único en depredar lo que todos depredaban.
...pero aquello iba carcomiéndose de olvido cada noche y se confundía con los delirios de fiebre y aguardiente.
Disculpen, mi pluma no conoce de libertad responsable