Estrecho de Bering
Recurrente fantasía; todo se ha perdido y tú emprendes un viaje final, aquel donde está prohibida cualquier insinuación de boleto de regreso. ¿Qué es lo que se ha perdido? No me pregunten detalles, no lo se. La situación es que todo se ha ido al carajo y somos algo así como un sobreviviente del Apocalipsis o de la más triste de tus tardes. La cuestión es que todo, o los restos de ese todo, se van quedando atrás. La consigna del viaje es jamás retroceder sobre tus pasos. Amber Aravena decidió que cada paso dado en su viaje final iría hacia el Sur. Imposible retroceder un solo paso al Norte. Península abajo, Amber Aravena llega a una playa de Baja California Sur en cuya arena desparrama su mierda.
A veces me imagino haciendo línea como tantas veces de Tijuana a San Diego. Una vez que estás del otro lado tomas el 5 con la consigna de recorrer solo millas al Norte. Llegas a la frontera entre Estados Unidos y Canadá y prosigues tu camino. A veces imagino Groenlandia. En 1996 yo conocí Islandia pero a la fecha todavía no he conocido una sola persona que me haya dicho “yo estuve en Groenlandia”. Pero eso es una desviación de la historia. Digamos más bien que el camino sigue de Canadá a Alaska y prosigues hasta el Estrecho de Bering. Conozco gente que ha ido a probar fortuna como trabajador en los barcos pesqueros de Alaska, pero aún no me he topado con quien me diga, “yo crucé el Estrecho de Bering”. Menos de 85 kilómetros de mar entre el Cabo Príncipe de Gales y el cabo Dezhneva con las islas Diómedes en medio. Hace 20 mil o 25 mil años algunos cazadores siberianos corretearon a un mamut sobre el hielo y sin decir agua va lo cruzaron a píe para acabar poblando este continente de contrastes. Durante la Guerra Fría, el Mar de Bering era un sitio de dientes afilados y paranoias de satélites. Se que hay quien se ha dado a la tarea de emprender la construcción de un puente (y solo falta que lo construya Cemex) y también se habla de un túnel como el del Canal de la Mancha. Nadie ha sabido decirme qué pasa si yo llego con mi carro placas de Baja California a la orilla del Cabo Príncipe de Gales y manifiesto mi deseo de cruzar a Rusia ¿Habrá un ferry para cruzar mi tijuaneada nave? Porque en mi fantasía yo cruzo a Rusia y una vez en Siberia emprendo la peregrinación hasta la aldea de Rasputín, cruzo los Urales y llego hasta Moscú y San Petersburgo (y de ahí en ferry hasta Finlandia) y la travesía de esta fantasía tiene un sin fin de recovecos, pero por el momento sólo quiero saber si hay alguien que me quiera echar la mano para cruzar el estrecho.
Recurrente fantasía; todo se ha perdido y tú emprendes un viaje final, aquel donde está prohibida cualquier insinuación de boleto de regreso. ¿Qué es lo que se ha perdido? No me pregunten detalles, no lo se. La situación es que todo se ha ido al carajo y somos algo así como un sobreviviente del Apocalipsis o de la más triste de tus tardes. La cuestión es que todo, o los restos de ese todo, se van quedando atrás. La consigna del viaje es jamás retroceder sobre tus pasos. Amber Aravena decidió que cada paso dado en su viaje final iría hacia el Sur. Imposible retroceder un solo paso al Norte. Península abajo, Amber Aravena llega a una playa de Baja California Sur en cuya arena desparrama su mierda.
A veces me imagino haciendo línea como tantas veces de Tijuana a San Diego. Una vez que estás del otro lado tomas el 5 con la consigna de recorrer solo millas al Norte. Llegas a la frontera entre Estados Unidos y Canadá y prosigues tu camino. A veces imagino Groenlandia. En 1996 yo conocí Islandia pero a la fecha todavía no he conocido una sola persona que me haya dicho “yo estuve en Groenlandia”. Pero eso es una desviación de la historia. Digamos más bien que el camino sigue de Canadá a Alaska y prosigues hasta el Estrecho de Bering. Conozco gente que ha ido a probar fortuna como trabajador en los barcos pesqueros de Alaska, pero aún no me he topado con quien me diga, “yo crucé el Estrecho de Bering”. Menos de 85 kilómetros de mar entre el Cabo Príncipe de Gales y el cabo Dezhneva con las islas Diómedes en medio. Hace 20 mil o 25 mil años algunos cazadores siberianos corretearon a un mamut sobre el hielo y sin decir agua va lo cruzaron a píe para acabar poblando este continente de contrastes. Durante la Guerra Fría, el Mar de Bering era un sitio de dientes afilados y paranoias de satélites. Se que hay quien se ha dado a la tarea de emprender la construcción de un puente (y solo falta que lo construya Cemex) y también se habla de un túnel como el del Canal de la Mancha. Nadie ha sabido decirme qué pasa si yo llego con mi carro placas de Baja California a la orilla del Cabo Príncipe de Gales y manifiesto mi deseo de cruzar a Rusia ¿Habrá un ferry para cruzar mi tijuaneada nave? Porque en mi fantasía yo cruzo a Rusia y una vez en Siberia emprendo la peregrinación hasta la aldea de Rasputín, cruzo los Urales y llego hasta Moscú y San Petersburgo (y de ahí en ferry hasta Finlandia) y la travesía de esta fantasía tiene un sin fin de recovecos, pero por el momento sólo quiero saber si hay alguien que me quiera echar la mano para cruzar el estrecho.