Eterna compañera (Recordando a Don Juan Matus)
La Muerte es nuestra eterna compañera. Siempre está a nuestra izquierda, a la distancia de un brazo. Te vigilaba cuando tú vigilabas al halcón blanco; te susurró en la oreja y sentiste su frío, como lo sentiste hoy. Siempre te ha estado vigilando. Siempre lo estará hasta el día en que te toque.
Cuando estés impaciente, lo que debes hacer es voltear a la izquierda y pedir consejo a tu Muerte. Una inmensa cantidad de mezquindad se pierde con sólo que tu Muerte te haga un gesto, o alcances a echarle un vistazo, o nada más con que tengas la sensación de que tu compañera está allí vigilándote.
La Muerte es la única consejera sabia que tenemos. Cada vez que sientas, como siempre lo haces, que todo te está saliendo mal y que estás a punto de ser aniquilado, vuélvete hacia tu Muerte y pregúntale si es cierto. Tu Muerte te dirá que te equivocas; que nada importa en realidad más que su toque. Tu Muerte te dirá: “Todavía no te he tocado.”
La Muerte es nuestra eterna compañera. Siempre está a nuestra izquierda, a la distancia de un brazo. Te vigilaba cuando tú vigilabas al halcón blanco; te susurró en la oreja y sentiste su frío, como lo sentiste hoy. Siempre te ha estado vigilando. Siempre lo estará hasta el día en que te toque.
Cuando estés impaciente, lo que debes hacer es voltear a la izquierda y pedir consejo a tu Muerte. Una inmensa cantidad de mezquindad se pierde con sólo que tu Muerte te haga un gesto, o alcances a echarle un vistazo, o nada más con que tengas la sensación de que tu compañera está allí vigilándote.
La Muerte es la única consejera sabia que tenemos. Cada vez que sientas, como siempre lo haces, que todo te está saliendo mal y que estás a punto de ser aniquilado, vuélvete hacia tu Muerte y pregúntale si es cierto. Tu Muerte te dirá que te equivocas; que nada importa en realidad más que su toque. Tu Muerte te dirá: “Todavía no te he tocado.”