Salvas al aire, lágrimas de cocodrilo en los ojos de los funcionarios, una viuda abrazada a un ataúd cubierto con la bandera de la corporación. ¿Cuántas veces he visto esta escena? Lo que ví esta mañana, será un Deja Vu? No, es lo mismo que vi el lunes y lo mismo que veré pasado mañana.
La piedra de Sísifo cada vez tarda menos en subir la montaña, el mito del Eterno Retorno es cuestión de minuteros, el Teatro de las Redundancias siempre cosecha aplausos en Tijuana. Clavados en la tecla, escribiendo una y otra vez este cuento estúpido que podríamos repetir íntegro, con las mismas palabras, con punto y coma. Sólo cambia la fecha y el nombre de los muertos. Nuestra creatividad, amodorrada y jodida como siempre.
Y ahí estamos todos, los mismos perros de toda la vida, pluma y grabadora en mano cazando carroña, con nuestra capacidad de asombro sepultada muchos metros bajo tierra, escribiendo otra vez esa nota, la que escribiste la semana pasada y el siglo pasado, una y mil veces, la que escribiste hace siete años cuando mataron a De la Torre y hace casi cuatro con Delgado Neri y hace trece con Federico Benítez, la que has escrito diez, veinte, cien veces con tantos y tantos agentes de tropa. Y de los encobijados mejor ni hablamos, que esos ya no son dignos ni de tres párrafos y has perdido la cuenta. Después pasamos al café sopeado con rumores y al tarrito de cerveza con teoría macabra “ Y por ahí me dijeron que levantaron a... ¿andaría revuelto con la maña? ¿Y supiste que secuestraron al hijo de...? ¿Y te contaron que el ejecutado que apareció era el dueño de...?”
Pero en esta triste historia de la tecla clavada, nada más patético que las declaraciones, ese eructar compulsivo de frases hechas, lugares comunes y pendejadas solemnes. Funcionarios, comandantes, empresarios, Juan Pueblo, todos con su respectiva perorata, la misma pinche perra estúpida perorata que llevo años escuchando como el zumbido de un mosco en mi oreja.
“Hemos llegado al límite, las corporaciones policíacas están rebasadas, la Federación se solidarizará, ahí viene un gran contingente de la Federal Preventiva, son más de 500 agentes, es necesario militarizar toda la ciudad, se requiere trabajo de inteligencia, habrá nuevos retenes en toda la ciudad, estamos coordinados entre todas las corporaciones, coordinación, esa es la palabra clave” y luego los empresarios, “haremos una marcha ciudadana por la paz, tenemos que poner un hasta aquí, un ya basta, toda la policía está infiltrada, la única solución posible es largarse de Tijuana, esto es una guerra a muerte, lucharemos cueste lo que cueste, la ciudad se ha colombianizado por completo, ya no se puede vivir así, nos iremos a vivir a San Diego... ¿Cuántas, cuántas pinches veces has escuchado estas frases? Dime una cosa ¿No estás ya hasta la reverenda madre? Porque yo sí estoy.
La piedra de Sísifo cada vez tarda menos en subir la montaña, el mito del Eterno Retorno es cuestión de minuteros, el Teatro de las Redundancias siempre cosecha aplausos en Tijuana. Clavados en la tecla, escribiendo una y otra vez este cuento estúpido que podríamos repetir íntegro, con las mismas palabras, con punto y coma. Sólo cambia la fecha y el nombre de los muertos. Nuestra creatividad, amodorrada y jodida como siempre.
Y ahí estamos todos, los mismos perros de toda la vida, pluma y grabadora en mano cazando carroña, con nuestra capacidad de asombro sepultada muchos metros bajo tierra, escribiendo otra vez esa nota, la que escribiste la semana pasada y el siglo pasado, una y mil veces, la que escribiste hace siete años cuando mataron a De la Torre y hace casi cuatro con Delgado Neri y hace trece con Federico Benítez, la que has escrito diez, veinte, cien veces con tantos y tantos agentes de tropa. Y de los encobijados mejor ni hablamos, que esos ya no son dignos ni de tres párrafos y has perdido la cuenta. Después pasamos al café sopeado con rumores y al tarrito de cerveza con teoría macabra “ Y por ahí me dijeron que levantaron a... ¿andaría revuelto con la maña? ¿Y supiste que secuestraron al hijo de...? ¿Y te contaron que el ejecutado que apareció era el dueño de...?”
Pero en esta triste historia de la tecla clavada, nada más patético que las declaraciones, ese eructar compulsivo de frases hechas, lugares comunes y pendejadas solemnes. Funcionarios, comandantes, empresarios, Juan Pueblo, todos con su respectiva perorata, la misma pinche perra estúpida perorata que llevo años escuchando como el zumbido de un mosco en mi oreja.
“Hemos llegado al límite, las corporaciones policíacas están rebasadas, la Federación se solidarizará, ahí viene un gran contingente de la Federal Preventiva, son más de 500 agentes, es necesario militarizar toda la ciudad, se requiere trabajo de inteligencia, habrá nuevos retenes en toda la ciudad, estamos coordinados entre todas las corporaciones, coordinación, esa es la palabra clave” y luego los empresarios, “haremos una marcha ciudadana por la paz, tenemos que poner un hasta aquí, un ya basta, toda la policía está infiltrada, la única solución posible es largarse de Tijuana, esto es una guerra a muerte, lucharemos cueste lo que cueste, la ciudad se ha colombianizado por completo, ya no se puede vivir así, nos iremos a vivir a San Diego... ¿Cuántas, cuántas pinches veces has escuchado estas frases? Dime una cosa ¿No estás ya hasta la reverenda madre? Porque yo sí estoy.