Contemplar mundo desde la bisagra(Prólogo de Encranación Leydelmonte)
Fue una típica noche de noviembre en Baborigame. Todo parecía estar en su sitio. El insomnio, las imágenes obsesivas de mi pasado y la taquicardia, habían llegado puntuales a mi cama.Decidí ser fiel a mi estrategia seguida en las últimas semanas, consistente en no declarar la guerra al insomnio y rendirme apenas lo viera entrar por la ventana.Una vez firmado el armisticio y resignado a estar despierto hasta el amanecer, opté por ir caminando hasta mi despacho en el Departamento de Letras Muertas de la Universidad.Había una neblina de esas que pueden cortarse con cuchillo y estaba cayendo un aguanieve como sólo los hay en los helados otoños de Baborigame.Llegué a la Universidad cubierto de escarcha. Acostumbrado ya a mis delirios de insomne, el velador ni siquiera se extrañó de mi presencia.Avancé a tientas por el pasillo a oscuras hasta dar con mi despacho. Al llegar toqué con los píes un paquete que se encontraba atorado a medias bajo la puerta. Al encender la luz me encontré con un sobre de color amarillo, que sin duda tenía poco de haber sido puesto a la entrada de mi oficina, pues estaba aún helado y cubierto de escarcha.Pese a ello, mi nombre y dirección, escritos en tinta negra no se habían borrado del todo.En la parte posterior alcancé tan sólo a leer el nombre de Paredón Coahuila como remitente.Por fortuna, las hojas en el interior estaban húmedas pero no empapadas. Eché un rápido vistazo. Calculé que eran cerca de 80 páginas, todas escritas a máquina y sin grapar. Algunas tenían píes de página escritos sin duda con la misma mano que anotó los datos en el sobre.En la primera página se leía lo que supuse sería el título del texto: Sueño de una tortuga bisagra.Me bastaron los primeros párrafos para darme cuenta que estaba ante el tipo de narración que yo jamás escribiría. ?El Sueño de la tortuga bisagra? estaba conformado por cinco cuentos que me parecieron de una sencillez involuntaria e inocentona.Imaginé un autor sin muchas lecturas en su arsenal, para el que lo más importante era simplemente contar historias, no como contarlas. Aún así, tal vez por lo terco del insomnio o por lo improbable del hallazgo, no pude abandonar el texto.Recuerdo que amanecía cuando acabé de leer el quinto cuento y llegué hasta la última página donde pude leer los datos del autor.Fue así como supe de la existencia de una escritora llamada Lluvia Salguero, nacida el 29 de julio de 1976 en San Juan de las Azufrosas, en cuyo currículum tan solo constaban sus estudios de primaria en Paredón y su exilio a San Pedro de las Colonias cuando tenía 13 años por razones del trabajo de su madre. Su mayor conquista fue haber sido segundo lugar del concurso de lectura de escuelas secundarias organizado por el Ayuntamiento de San Pedro.A partir de su solitario regreso a San Juan de las Azufrosas a los 17 años fue que comenzó a escribir. Su primer cuento lo tituló ?Aritmética en petroglifos?.Por ese entonces consiguió editar junto con un par de amigos una especie pasquín de apenas cuatro hojas que tituló ?La Mordida del Armadillo?, en cuyo primer número aparecían publicados ?Aritmética en petroglifos? y ?Lluvia en Icamole?, escrito este último por su amigo Melitón Farías, cuento que según me confeso Lluvia tiempo después, fue escrito para ella como una estrategia de conquista amorosa.?La Mordida del Armadillo? consiguió sobrevivir cuatro números, hasta que Melitón Farías, cuyo bolsillo financiaba la totalidad del proyecto, quedó en bancarrota total.Luego de este fracaso, Lluvia decidió emigrar nuevamente. Empezó a ganarse la vida como guía de turistas en el Desierto de Cuatro Ciénegas y hasta allá fui a encontrarla una mañana de febrero, apenas tres meses después de haber recibido su envío.Durante los tres días que pasamos recorriendo áridos parajes, prácticamente no hablamos de literatura, pero quedé impresionado de su conocimiento de las rutas, caprichos y leyendas del desierto. Al final de mi estancia me entregó su cuento ?Cuando los acereros ya no silban?, mientras que yo la invité a que nos visitara en la Universidad a principios de abril para que ofreciera una lectura.Aunque no se lo dije en ese momento, me seducía la idea de pactar un encuentro entre Lluvia e Ipanema Davilia, capricho que hasta el momento no he podido cumplir, en gran parte por la abultada agenda de Ipanema.El pasado 23 de diciembre, recibí en mi despacho El Día del Cartero, su mas reciente cuento, mismo que decidí incluir para que abriera esta antología. EL
Fue una típica noche de noviembre en Baborigame. Todo parecía estar en su sitio. El insomnio, las imágenes obsesivas de mi pasado y la taquicardia, habían llegado puntuales a mi cama.Decidí ser fiel a mi estrategia seguida en las últimas semanas, consistente en no declarar la guerra al insomnio y rendirme apenas lo viera entrar por la ventana.Una vez firmado el armisticio y resignado a estar despierto hasta el amanecer, opté por ir caminando hasta mi despacho en el Departamento de Letras Muertas de la Universidad.Había una neblina de esas que pueden cortarse con cuchillo y estaba cayendo un aguanieve como sólo los hay en los helados otoños de Baborigame.Llegué a la Universidad cubierto de escarcha. Acostumbrado ya a mis delirios de insomne, el velador ni siquiera se extrañó de mi presencia.Avancé a tientas por el pasillo a oscuras hasta dar con mi despacho. Al llegar toqué con los píes un paquete que se encontraba atorado a medias bajo la puerta. Al encender la luz me encontré con un sobre de color amarillo, que sin duda tenía poco de haber sido puesto a la entrada de mi oficina, pues estaba aún helado y cubierto de escarcha.Pese a ello, mi nombre y dirección, escritos en tinta negra no se habían borrado del todo.En la parte posterior alcancé tan sólo a leer el nombre de Paredón Coahuila como remitente.Por fortuna, las hojas en el interior estaban húmedas pero no empapadas. Eché un rápido vistazo. Calculé que eran cerca de 80 páginas, todas escritas a máquina y sin grapar. Algunas tenían píes de página escritos sin duda con la misma mano que anotó los datos en el sobre.En la primera página se leía lo que supuse sería el título del texto: Sueño de una tortuga bisagra.Me bastaron los primeros párrafos para darme cuenta que estaba ante el tipo de narración que yo jamás escribiría. ?El Sueño de la tortuga bisagra? estaba conformado por cinco cuentos que me parecieron de una sencillez involuntaria e inocentona.Imaginé un autor sin muchas lecturas en su arsenal, para el que lo más importante era simplemente contar historias, no como contarlas. Aún así, tal vez por lo terco del insomnio o por lo improbable del hallazgo, no pude abandonar el texto.Recuerdo que amanecía cuando acabé de leer el quinto cuento y llegué hasta la última página donde pude leer los datos del autor.Fue así como supe de la existencia de una escritora llamada Lluvia Salguero, nacida el 29 de julio de 1976 en San Juan de las Azufrosas, en cuyo currículum tan solo constaban sus estudios de primaria en Paredón y su exilio a San Pedro de las Colonias cuando tenía 13 años por razones del trabajo de su madre. Su mayor conquista fue haber sido segundo lugar del concurso de lectura de escuelas secundarias organizado por el Ayuntamiento de San Pedro.A partir de su solitario regreso a San Juan de las Azufrosas a los 17 años fue que comenzó a escribir. Su primer cuento lo tituló ?Aritmética en petroglifos?.Por ese entonces consiguió editar junto con un par de amigos una especie pasquín de apenas cuatro hojas que tituló ?La Mordida del Armadillo?, en cuyo primer número aparecían publicados ?Aritmética en petroglifos? y ?Lluvia en Icamole?, escrito este último por su amigo Melitón Farías, cuento que según me confeso Lluvia tiempo después, fue escrito para ella como una estrategia de conquista amorosa.?La Mordida del Armadillo? consiguió sobrevivir cuatro números, hasta que Melitón Farías, cuyo bolsillo financiaba la totalidad del proyecto, quedó en bancarrota total.Luego de este fracaso, Lluvia decidió emigrar nuevamente. Empezó a ganarse la vida como guía de turistas en el Desierto de Cuatro Ciénegas y hasta allá fui a encontrarla una mañana de febrero, apenas tres meses después de haber recibido su envío.Durante los tres días que pasamos recorriendo áridos parajes, prácticamente no hablamos de literatura, pero quedé impresionado de su conocimiento de las rutas, caprichos y leyendas del desierto. Al final de mi estancia me entregó su cuento ?Cuando los acereros ya no silban?, mientras que yo la invité a que nos visitara en la Universidad a principios de abril para que ofreciera una lectura.Aunque no se lo dije en ese momento, me seducía la idea de pactar un encuentro entre Lluvia e Ipanema Davilia, capricho que hasta el momento no he podido cumplir, en gran parte por la abultada agenda de Ipanema.El pasado 23 de diciembre, recibí en mi despacho El Día del Cartero, su mas reciente cuento, mismo que decidí incluir para que abriera esta antología. EL