Migración e intolerancia
La sociedad tijuanense es tal vez la que más tolerancia muestra hacia los foráneos en todo el país. Tiene lógica después de todo. Con escasos 115 años de antigüedad y un auge demográfico que no pasa de dos décadas, la tijuanense es una sociedad de migrantes.
Por eso mismo, es una de las sociedades más abiertas y tolerantes de todo México. Desgraciadamente, muchos de los migrantes no son tolerantes con Tijuana.
Si hay lago que desprecio en demasía, es ver a foráneos despotricar en contra de Tijuana, lo cual desgraciadamente es muy típico. He escuchado a demasiados forasteros que no pierden oportunidad de referirse a Tijuana como una ciudad de putas, rateros y asesinos, en donde no se puede vivir en paz, donde no hay moral, donde las mujeres no son decentes. Estos tipejos se la pasan añorando su Tandamandapio querido, donde la gente sí es noble, donde las mujeres son recatadas y donde no hay ladrones ni crímenes y se la pasan hablando del día en que puedan volver a su tierra. Lo que sucede es que ese día nunca llega y esos tipos cumplen 10 o 20 años en la ciudad colgados de su bonanza y su desarrollo económico y jamás aprenden a quererla y a arraigarse en ella. A ese tipo de personas suelo confrontarlas y callarles el hocico cuando empiezan a eructar semejantes estupideces.
No generalizo. En esta sociedad de migrantes hay miles de foráneos que quieren a Tijuana y han hecho mucho por ella. Pero también le sobran zánganos que respiran su aire, se cuelgan de sus servicios y encima hablan mal de ella.
En realidad, los tijuanenses tendrían muchos más motivos para odiar a los migrantes y sin embargo no he visto expresiones de odio en esta ciudad. No lo digo yo ni son prejuicios, pero si ustedes ven las estadísticas de delitos que se comenten en la ciudad, la enorme mayoría son cometidos por foráneos que tienen poco tiempo en Tijuana o que van y vienen de manera alternativa. No lo digo a la ligera, vean las estadísticas por favor. La mayoría de los crímenes son cometidos por sinaloenses. Sinaloa nos ha heredado muchas de las más suculentas marisquerías de la ciudad, pero también nos exporta criminales al por mayor. Los rateros, asaltantes, roba carros y secuestradores casi siempre son foráneos. De el DF, de Michoacán, de Jalisco, del Edo Mex. etc, etc. Los habitantes de los cerros que ocupan tierras irregulares y se cuelgan de la luz son todos foráneos también. Fuera del fenómeno narco-junior protagonizado por tijuanenses de buenas familias, no es muy común ver a los nativos de esta ciudad involucrados en crímenes. No es un prejuicio, son estadísticas.
La gente bien podría decirme que yo también soy un migrante que vino a probar fortuna a Tijuana y que no tengo derecho a hablar así. Yo respondo que tal vez la diferencia son los motivos que me llevaron a emigrar aquí. La enorme mayoría de los foráneos llegan a Tijuana porque en sus tierras no había trabajo y eran unos muertos de hambre. Vinieron aquí obligados por la necesidad y muchos de ellos jamás aprenden a querer a Tijuana, a la que responsabilizan de todos sus males. Yo en cambio vine por mi santa voluntad y deseo de vivir experiencias nuevas. Sin la más mínima presión ni necesidad. En Monterrey tenía trabajo y no se puede decir que mi familia sea pobre. Monterrey es la ciudad donde hay mejor nivel de vida en México y no creo que hubiera sido algún día un desempleado que se viera forzado a largarse de esa ciudad. Me auto exilié porque quise, por esa necesidad de seguir siempre la dirección del salmón. Porque no me gustaba la sociedad regia ni el insoportable clima de la ciudad, si quieren un motivo menos abstracto. Llegué con un trabajo amarrado y luego de seis años creo que aquí en esta ciudad me quedé, porque esta ciudad me gusta para vivir. He comprado mi casa en este terruño y aquí me he arraigado. Nunca he sentido una necesidad de formar una asociación de regios en Tijuana o de poner un restaurante de cabrito. La patria que más extraño es mi núcleo familiar y el estadio de los Tigres. Fuera de eso, no tengo ni un motivo para añorar mi ciudad natal.
Por ello, me siento con derecho a callar a los foráneos que le faltan al respeto a Tijuana.
La sociedad tijuanense es tal vez la que más tolerancia muestra hacia los foráneos en todo el país. Tiene lógica después de todo. Con escasos 115 años de antigüedad y un auge demográfico que no pasa de dos décadas, la tijuanense es una sociedad de migrantes.
Por eso mismo, es una de las sociedades más abiertas y tolerantes de todo México. Desgraciadamente, muchos de los migrantes no son tolerantes con Tijuana.
Si hay lago que desprecio en demasía, es ver a foráneos despotricar en contra de Tijuana, lo cual desgraciadamente es muy típico. He escuchado a demasiados forasteros que no pierden oportunidad de referirse a Tijuana como una ciudad de putas, rateros y asesinos, en donde no se puede vivir en paz, donde no hay moral, donde las mujeres no son decentes. Estos tipejos se la pasan añorando su Tandamandapio querido, donde la gente sí es noble, donde las mujeres son recatadas y donde no hay ladrones ni crímenes y se la pasan hablando del día en que puedan volver a su tierra. Lo que sucede es que ese día nunca llega y esos tipos cumplen 10 o 20 años en la ciudad colgados de su bonanza y su desarrollo económico y jamás aprenden a quererla y a arraigarse en ella. A ese tipo de personas suelo confrontarlas y callarles el hocico cuando empiezan a eructar semejantes estupideces.
No generalizo. En esta sociedad de migrantes hay miles de foráneos que quieren a Tijuana y han hecho mucho por ella. Pero también le sobran zánganos que respiran su aire, se cuelgan de sus servicios y encima hablan mal de ella.
En realidad, los tijuanenses tendrían muchos más motivos para odiar a los migrantes y sin embargo no he visto expresiones de odio en esta ciudad. No lo digo yo ni son prejuicios, pero si ustedes ven las estadísticas de delitos que se comenten en la ciudad, la enorme mayoría son cometidos por foráneos que tienen poco tiempo en Tijuana o que van y vienen de manera alternativa. No lo digo a la ligera, vean las estadísticas por favor. La mayoría de los crímenes son cometidos por sinaloenses. Sinaloa nos ha heredado muchas de las más suculentas marisquerías de la ciudad, pero también nos exporta criminales al por mayor. Los rateros, asaltantes, roba carros y secuestradores casi siempre son foráneos. De el DF, de Michoacán, de Jalisco, del Edo Mex. etc, etc. Los habitantes de los cerros que ocupan tierras irregulares y se cuelgan de la luz son todos foráneos también. Fuera del fenómeno narco-junior protagonizado por tijuanenses de buenas familias, no es muy común ver a los nativos de esta ciudad involucrados en crímenes. No es un prejuicio, son estadísticas.
La gente bien podría decirme que yo también soy un migrante que vino a probar fortuna a Tijuana y que no tengo derecho a hablar así. Yo respondo que tal vez la diferencia son los motivos que me llevaron a emigrar aquí. La enorme mayoría de los foráneos llegan a Tijuana porque en sus tierras no había trabajo y eran unos muertos de hambre. Vinieron aquí obligados por la necesidad y muchos de ellos jamás aprenden a querer a Tijuana, a la que responsabilizan de todos sus males. Yo en cambio vine por mi santa voluntad y deseo de vivir experiencias nuevas. Sin la más mínima presión ni necesidad. En Monterrey tenía trabajo y no se puede decir que mi familia sea pobre. Monterrey es la ciudad donde hay mejor nivel de vida en México y no creo que hubiera sido algún día un desempleado que se viera forzado a largarse de esa ciudad. Me auto exilié porque quise, por esa necesidad de seguir siempre la dirección del salmón. Porque no me gustaba la sociedad regia ni el insoportable clima de la ciudad, si quieren un motivo menos abstracto. Llegué con un trabajo amarrado y luego de seis años creo que aquí en esta ciudad me quedé, porque esta ciudad me gusta para vivir. He comprado mi casa en este terruño y aquí me he arraigado. Nunca he sentido una necesidad de formar una asociación de regios en Tijuana o de poner un restaurante de cabrito. La patria que más extraño es mi núcleo familiar y el estadio de los Tigres. Fuera de eso, no tengo ni un motivo para añorar mi ciudad natal.
Por ello, me siento con derecho a callar a los foráneos que le faltan al respeto a Tijuana.