El Daño
En una mesa de la Comercial de Playas encontré El Daño de Sealtiel Alatriste. Por 39 pesitos, una ganga si se toma en cuenta que es un libro de editorial Espasa en pasta dura, he adquirido esta sui generis biografía del señor Franz Kafka. Bueno, en realidad es una novela sobre Kafka o de su relación con su madre, Julie K. De hecho la figura de la madre de Kafka es la piedra angular del libro. Una reflexión que oscila entre lo onírico y lo anecdótico y en donde Alatriste, supongo, se concede hartas licencias narrativas. Aunque el libro tiene algunas fotografías, una detallada cronología y toma muchos elementos de los diarios de Kafka, Alatriste lo transforma en una narración por momentos casi poética aderezada con fugaces y muy atinadas descripciones de la bella Praga. Harto recomendable el librito. Aún quedan muchos, por si a alguien le interesa. Ojo, sólo en Playas de Tijuana, no en Río.
Los últimos días de Hitler
Aún no supero mi añeja adicción por estudiar todo lo referente al tema del Tercer Reich. Bueno, aunque me confieso obsesionado en el sentido histórico por el tópico del nazismo, soy bastante selectivo con los libros que leo sobre el tema. Vaya, siendo el Tercer Reich una figura a la que le sobran historiadores sensacionalistas y charlatanes reveladores de verdades absolutas, cuesta trabajo encontrar textos serios sobre el tema. La semana pasada cayó en mis manos el ensayo de Hugh Trevor Roper titulado Los últimos días de Hitler. El autor es el agente de inteligencia británica comisionado a Berlín para investigar el verdadero paradero de Hitler y el misterio de su muerte. Escrito en octubre de 1945 como un informe de inteligencia, Los últimos días de Hitler ha sido reeditado y actualizado hasta 1995. Un texto muy serio que recrea con absoluta precisión los últimos instantes de Hitler y su corte, el gran final del drama wagneriano, en el sótano del Reichstag en Berlín, celebrando la boda con Eva Braun mientras los soviéticos bombardeaban. No me canso de leer ese pasaje.
Amores ridículos
Nada como la relectura. Estos días me he dado a la tarea de releer El libro de los amores ridículos de Milan Kundera. La primera vez que leí este libro fue en la prepa y fue, junto con La insoportable levedad, mi puerta de entrada al Universo Kundera.
La relectura siempre otorga una perspectiva diferente a las cosas. Ahora veo a los amores ridículos como el libro más alegre y desinhibido de Kundera. El comentario editorial lo justifica señalando que fue escrito en el periodo más feliz de la vida de Milan, entre 1959 y 1968. La historia del falso auto stop en la que una pareja cambia de roles y se pone a jugar a la puta y su cliente es excelente. A la distancia y con más experiencias que a mis 17 años, veo cuanta verdad hay en esa narración. Lo mismo la historia del falso Don Juan o de la pequeña opereta representada en la guardia del hospital cuando la enfermera Alzbeta finge desnudarse. Sin duda, prefiero infinitamente al Milan Kundera checo sobre el Milan Kundera francés.
Therion
En mis oídos, el recién estrenado el nuevo disco de Therion. Un álbum doble. Cada disco tiene su título. Lemuria es el primero y Ziriuz B es el segundo. Estos escandinavos siguen fieles a sus coros de sopranos, sus arreglos sinfónicos, su perfección atmosférica, pero a su vez retoman en este nuevo álbum elementos de su pasado death metal e incluyen algunos toques innegablemente heavys.
Escucho este disco con deleite, aunque no puedo evitar sentir tristeza al recordar la noche del 15 de noviembre en París, cuando me quedé sin poder escucharlos en vivo por falta de boleto.
Therion se presentaba en la Locomotive, una disco que se encuentra en Clichy, justo a alado del famoso Molino Rojo. Pensando que el concierto no se llenaría, no tomé la precaución de comprar el boleto con anterioridad. Nos fuimos a Austria y a la República Checa y cuando regresamos a París y llegué muy campante a comprar mi boleto, me encontré con que no quedaba ni uno solo y ni uno de los cientos de darketos franceses que hacían fila me quiso revender el suyo. Una noche fría, lluviosa y yo, sentado en la calle, contemplaba el rojo molino brillar en la oscuridad mientras adentro, una de las mejores bandas del mundo desparramaba una catarsis sinfónica.
En una mesa de la Comercial de Playas encontré El Daño de Sealtiel Alatriste. Por 39 pesitos, una ganga si se toma en cuenta que es un libro de editorial Espasa en pasta dura, he adquirido esta sui generis biografía del señor Franz Kafka. Bueno, en realidad es una novela sobre Kafka o de su relación con su madre, Julie K. De hecho la figura de la madre de Kafka es la piedra angular del libro. Una reflexión que oscila entre lo onírico y lo anecdótico y en donde Alatriste, supongo, se concede hartas licencias narrativas. Aunque el libro tiene algunas fotografías, una detallada cronología y toma muchos elementos de los diarios de Kafka, Alatriste lo transforma en una narración por momentos casi poética aderezada con fugaces y muy atinadas descripciones de la bella Praga. Harto recomendable el librito. Aún quedan muchos, por si a alguien le interesa. Ojo, sólo en Playas de Tijuana, no en Río.
Los últimos días de Hitler
Aún no supero mi añeja adicción por estudiar todo lo referente al tema del Tercer Reich. Bueno, aunque me confieso obsesionado en el sentido histórico por el tópico del nazismo, soy bastante selectivo con los libros que leo sobre el tema. Vaya, siendo el Tercer Reich una figura a la que le sobran historiadores sensacionalistas y charlatanes reveladores de verdades absolutas, cuesta trabajo encontrar textos serios sobre el tema. La semana pasada cayó en mis manos el ensayo de Hugh Trevor Roper titulado Los últimos días de Hitler. El autor es el agente de inteligencia británica comisionado a Berlín para investigar el verdadero paradero de Hitler y el misterio de su muerte. Escrito en octubre de 1945 como un informe de inteligencia, Los últimos días de Hitler ha sido reeditado y actualizado hasta 1995. Un texto muy serio que recrea con absoluta precisión los últimos instantes de Hitler y su corte, el gran final del drama wagneriano, en el sótano del Reichstag en Berlín, celebrando la boda con Eva Braun mientras los soviéticos bombardeaban. No me canso de leer ese pasaje.
Amores ridículos
Nada como la relectura. Estos días me he dado a la tarea de releer El libro de los amores ridículos de Milan Kundera. La primera vez que leí este libro fue en la prepa y fue, junto con La insoportable levedad, mi puerta de entrada al Universo Kundera.
La relectura siempre otorga una perspectiva diferente a las cosas. Ahora veo a los amores ridículos como el libro más alegre y desinhibido de Kundera. El comentario editorial lo justifica señalando que fue escrito en el periodo más feliz de la vida de Milan, entre 1959 y 1968. La historia del falso auto stop en la que una pareja cambia de roles y se pone a jugar a la puta y su cliente es excelente. A la distancia y con más experiencias que a mis 17 años, veo cuanta verdad hay en esa narración. Lo mismo la historia del falso Don Juan o de la pequeña opereta representada en la guardia del hospital cuando la enfermera Alzbeta finge desnudarse. Sin duda, prefiero infinitamente al Milan Kundera checo sobre el Milan Kundera francés.
Therion
En mis oídos, el recién estrenado el nuevo disco de Therion. Un álbum doble. Cada disco tiene su título. Lemuria es el primero y Ziriuz B es el segundo. Estos escandinavos siguen fieles a sus coros de sopranos, sus arreglos sinfónicos, su perfección atmosférica, pero a su vez retoman en este nuevo álbum elementos de su pasado death metal e incluyen algunos toques innegablemente heavys.
Escucho este disco con deleite, aunque no puedo evitar sentir tristeza al recordar la noche del 15 de noviembre en París, cuando me quedé sin poder escucharlos en vivo por falta de boleto.
Therion se presentaba en la Locomotive, una disco que se encuentra en Clichy, justo a alado del famoso Molino Rojo. Pensando que el concierto no se llenaría, no tomé la precaución de comprar el boleto con anterioridad. Nos fuimos a Austria y a la República Checa y cuando regresamos a París y llegué muy campante a comprar mi boleto, me encontré con que no quedaba ni uno solo y ni uno de los cientos de darketos franceses que hacían fila me quiso revender el suyo. Una noche fría, lluviosa y yo, sentado en la calle, contemplaba el rojo molino brillar en la oscuridad mientras adentro, una de las mejores bandas del mundo desparramaba una catarsis sinfónica.