Eterno retornar
Retorno a Tijuana. Retorno a ese abrevadero de lugares comunes que algunos tienen a bien llamar vida cotidiana. Siete días fuera de la blogósfera, mi mayor periodo de agrafía cibernética desde que empecé con esto hace más de un año.
Dos semanas y media fuera del zipizape periodístico, sin encender ni por casualidad una computadora, sin preguntar para donde da vueltas el mundo, sin pretender formar parte de la acción, sin fingir que soy fuerza productiva, sin escuchar el cantar de los grillos, sin encender el celular, sin contestar el teléfono de casa. Casi 20 días lejos de esta redacción, sin saber de nada ni de nadie relacionado con mi cotidiano universo.
Mucha bicicleta eso sí. Apenas llegué a Tijuana me fui andando de la casa hasta el edificio del Colef por una vereda baldía que se encuentra a un costado de la escénica. Otro día, fui desde la casa hasta la termoeléctrica de Rosarito por la playa. El aire en el litoral era simplemente helado y ni mis altas dosis de vitaminas pudieron evitar el resfriado. Para colmo, nuestra hermosa casa se ha revelado este invierno como un auténtico congelador. Las paredes son propias de un iglú y los objetos metálicos, llámese relojes o anillos, están fríos. Eso sí, la cama sigue estando caliente. Muy buena calefacción la generada por tres cuerpos en un lecho (no hay que olvidar a Morris, que aunque pequeño, genera su calorcito).
Mucha, muchísima lectura y relectura. Los cuentos de García Ponce son inspiradores. Van de lo deliciosamente cachondo a un erotismo casi etéreo. Una vez Argentina de Andrés Neuman me he provocado una sobredosis de reflexiones. Tómese en cuenta que lo iba leyendo mientras volaba de Monterrey a Tijuana en el avión de la madrugada en medio de terribles turbulencias que zarandeaban la aeronave y provocaron pánico en algunos pasajeros. El libro de Neuman no tiene nada de especial y sin embargo me ha hecho pensar bastante. No es más que un simple retrato de su familia, pero cuando comienza un año y retornas luego de pasar una semana trepado en las ramas de tu árbol genealógico, la sobredosis de reflexión y autocuestionamiento es inevitable. Nunca antes había meditado tanto sobre la historia de mi familia, su manera de ver la vida y lo mucho o poco que han influido en mí.
Mi barba creció. Mi última rasurada había sido el 21 o 22 de diciembre. Ayer por la tarde encontré en el espejo el rostro de un naufrago. Cuando el rastrillo tocó mi piel, supe que el momento de la resurrección había llegado. Llegué a pensar incluso en pelarme la greña y retornar pelón, pero al final deseché la idea.
La vida fue bella estas vacaciones. Carol y yo prácticamente no salíamos de casa. Por lo que a mi respecta leía, dormía, dormitaba, despertaba en las madrugadas, escribía un poco, alucinaba otro tanto, volvía a dormir, paseábamos a Morris, iba a la playa y me di cuenta que aunque soy un hombre de acción, podría vivir así toda la vida.
He vuelto y me siento infinitamente extraño. Estoy en mi escritorio, frente al altero de libros, papeles y fotografías que me contemplan cada día peleando con las teclas. Saludos y abrazos de atrasadas felicitaciones, ¿Qué novedades? ¿Cómo ha estado todo? ¿Cómo la pasaste?
Reviso correos, tiro papeles, respiro hondo, cierro el puño y me preparo para pelear. Mañana empieza otra vez a girar el Mundo. La inescrutable ley del Eterno Retorno se cumple.
Retorno a Tijuana. Retorno a ese abrevadero de lugares comunes que algunos tienen a bien llamar vida cotidiana. Siete días fuera de la blogósfera, mi mayor periodo de agrafía cibernética desde que empecé con esto hace más de un año.
Dos semanas y media fuera del zipizape periodístico, sin encender ni por casualidad una computadora, sin preguntar para donde da vueltas el mundo, sin pretender formar parte de la acción, sin fingir que soy fuerza productiva, sin escuchar el cantar de los grillos, sin encender el celular, sin contestar el teléfono de casa. Casi 20 días lejos de esta redacción, sin saber de nada ni de nadie relacionado con mi cotidiano universo.
Mucha bicicleta eso sí. Apenas llegué a Tijuana me fui andando de la casa hasta el edificio del Colef por una vereda baldía que se encuentra a un costado de la escénica. Otro día, fui desde la casa hasta la termoeléctrica de Rosarito por la playa. El aire en el litoral era simplemente helado y ni mis altas dosis de vitaminas pudieron evitar el resfriado. Para colmo, nuestra hermosa casa se ha revelado este invierno como un auténtico congelador. Las paredes son propias de un iglú y los objetos metálicos, llámese relojes o anillos, están fríos. Eso sí, la cama sigue estando caliente. Muy buena calefacción la generada por tres cuerpos en un lecho (no hay que olvidar a Morris, que aunque pequeño, genera su calorcito).
Mucha, muchísima lectura y relectura. Los cuentos de García Ponce son inspiradores. Van de lo deliciosamente cachondo a un erotismo casi etéreo. Una vez Argentina de Andrés Neuman me he provocado una sobredosis de reflexiones. Tómese en cuenta que lo iba leyendo mientras volaba de Monterrey a Tijuana en el avión de la madrugada en medio de terribles turbulencias que zarandeaban la aeronave y provocaron pánico en algunos pasajeros. El libro de Neuman no tiene nada de especial y sin embargo me ha hecho pensar bastante. No es más que un simple retrato de su familia, pero cuando comienza un año y retornas luego de pasar una semana trepado en las ramas de tu árbol genealógico, la sobredosis de reflexión y autocuestionamiento es inevitable. Nunca antes había meditado tanto sobre la historia de mi familia, su manera de ver la vida y lo mucho o poco que han influido en mí.
Mi barba creció. Mi última rasurada había sido el 21 o 22 de diciembre. Ayer por la tarde encontré en el espejo el rostro de un naufrago. Cuando el rastrillo tocó mi piel, supe que el momento de la resurrección había llegado. Llegué a pensar incluso en pelarme la greña y retornar pelón, pero al final deseché la idea.
La vida fue bella estas vacaciones. Carol y yo prácticamente no salíamos de casa. Por lo que a mi respecta leía, dormía, dormitaba, despertaba en las madrugadas, escribía un poco, alucinaba otro tanto, volvía a dormir, paseábamos a Morris, iba a la playa y me di cuenta que aunque soy un hombre de acción, podría vivir así toda la vida.
He vuelto y me siento infinitamente extraño. Estoy en mi escritorio, frente al altero de libros, papeles y fotografías que me contemplan cada día peleando con las teclas. Saludos y abrazos de atrasadas felicitaciones, ¿Qué novedades? ¿Cómo ha estado todo? ¿Cómo la pasaste?
Reviso correos, tiro papeles, respiro hondo, cierro el puño y me preparo para pelear. Mañana empieza otra vez a girar el Mundo. La inescrutable ley del Eterno Retorno se cumple.