Hoy en el periódico El Norte he leìdo la noticia de la muerte de Juan Garcìa Ponce. En general suelo tomar con bastante normalidad la muerte de las personas, pero en el caso de Garcìa Ponce me cuesta trabajo permanecer indiferente. Sobre todo por el coraje y las ganas de vivir que siempre mostrò este hombre, sinceramente enamorado de la literatura. Hace poco, buscando un poco de información en torno a San Juan de la Cruz, me dì a la tarea de releer “De viejos y nuevos amores” en donde diserta sobre las obras y autores màs improbables. Enemigo como soy de los teorrèicos, suelo desconfiar de los ensayos sobre literatura y las biografías intelectuales de autores, pero los de Garcìa Ponce los disfrutaba inmensamente. Puedo afirmar que Garcìa Ponce fue el responsable de mi interés por muchos autores ante los que habìa permanecido indiferente a lo largo de mi vida. Recuerdo un gran ensayo en torno a T.S. Elliot y Emily Hale. Otro sobre Faulkner que fue el empujòn que necesitaba para adentrarme en el Sur Profundo. Alejado de las ínfulas pretenciosas de los teorrèicos ensayistas dedicados a descalificar sistemáticamente las obras que jamás podrán escribir, Garcìa Ponce fue siempre capaz de trasmitir placer por la lectura y un terco amor por la vida y la literatura, que al final, son la misma cosa.
Paradojas del destino. Hace poco, luego de desempolvar algunos viejos libros de historia, me di a la tarea de releer a Don Luis Gonzàlez, el fundador del Colegio de Michoacán y dìas después me enterè con tristeza de la noticia de su muerte. Carajo, mejor voy a dejar de desempolvar mis viejas lecturas, pues parece que la Santísima anda suelta.
Paradojas del destino. Hace poco, luego de desempolvar algunos viejos libros de historia, me di a la tarea de releer a Don Luis Gonzàlez, el fundador del Colegio de Michoacán y dìas después me enterè con tristeza de la noticia de su muerte. Carajo, mejor voy a dejar de desempolvar mis viejas lecturas, pues parece que la Santísima anda suelta.