Bartleby y compañía
Enrique Vila- Matas
Quinteto- Anagrama
Por Daniel Salinas Basave
Decía el escritor casi ágrafo Robert Walser que escribir que no se puede escribir, también es escribir. Luego entonces, es perfectamente posible que un narrador con tanta imaginación como el catalán Enrique Vila – Matas pueda escribir una interesantísima obra sobre los escritores que no escriben.
“Bartleby y compañía” es un libro realmente sui generis y aunque en el caso de un autor tan atípico como Vila- Matas el calificativo suena casi a pleonasmo, lo cierto es que esta nueva obra no parece tener un punto de comparación o un padrino literario a la vista.
Habrá que empezar por aclarar que no se trata de una antología ni de un diccionario biográfico de autores poco conocidos o subterráneos. Tampoco se podría afirmar que es un ensayo, aunque por momentos lo parece y si bien es cierto que arrastra elementos de ficción y cierta trama, sería inexacto llamarlo novela.
Digamos que es un texto híbrido con todo el sello de un Vila – Matas que sin pretender erigirse en teórico de historia de la literatura, diserta, recrea e imagina anécdotas, palabras e ideas de aquellos escritores cuya obra completa está contenida en unas cuantas hojas o de plano en ninguna.
La historia del síndrome de la agrafía la escribe Vila –Matas a través de un personaje sin nombre, de quién sólo sabemos que trabaja en una sombría covacha burocrática y tiene una enorme joroba en su espalda.
Un día, el jorobado decide romper su ágrafa maldición que arrastra desde hace 25 años y se da a la tarea de rescatar a todos aquellos personajes que pese a ser geniales, se pelearon con la escritura, o por lo menos con la publicación.
El personaje, según sus propias palabras, pretende escribir un libro de hojas en blanco repleto de notas de píes de página que disertan o explican una obra inexistente.
Para ello invoca la figura de Bartleby, el escribiente que jamás escribió, aquel personaje de Herman Melville que laboraba dentro de una oficina de Wall Street y que a cualquier encargo respondía siempre que prefería no hacerlo.
Bartleby era un escribiente que siempre estaba inmóvil frente a la hoja de papel, pero que se negaba a dejar ahí una sola letra suya.
De acuerdo con la teoría del personaje de Vila –Matas, hay seres que pasan su vida como Bartleby, con una pluma en la mano de la que salen muy pocas o ninguna letra.
Entonces empiezan a desfilar por sus páginas una serie de personajes de distintas épocas y lugares a los que hermana su vocación de decir no a la palabra escrita y publicada.
De entrada encontramos a las “R” las más célebres de la agrafía: Rimbaud y Rulfo. El primero puso el punto final de sus obras completas a los 19 años y el resto de su vida lo dedicó a traficar marfil y esclavos en África y Arabia sin volver a escribir una letra más. El segundo se transformó en la piedra angular que definiría el rumbo de la literatura mexicana con Pedro Páramo y El llano en llamas, para después sumergirse en 30 años de absoluto silencio.
Pero a la par de estos célebres ejemplos, Bartleby y compañía incluye una serie de escritores que lue-go de haber escrito unas cuantas páginas geniales, decidieron voluntariamente tirar la pluma a la basura. El austriaco Bobi Bazlen, el francés Clément Cadou, el suizo Robert Walser, el español Pepín Bello, quien jamás publicó una página en su vida y sin embargo figura como uno de los exponentes de la generación del 27 o el francés Joseph Joubert que se pasó la vida entera preparando un libro que jamás escribió, son solo algunos de los bartlebys que Vila- Matas, o su extraño personaje, rescatan en su obra.
Un sencillo y singular homenaje a la palabra no escrita y la eterna promesa literaria. Una breve historia de la literatura que pudo ser, de la idea que jamás se transformó en letra, de esos miles y miles de libros que se han escrito en las cabezas de incontables bartlebys y que no fueron capaces de sobrevivir a la enorme travesía que recorre una idea desde su gestación en una mente humana, hasta el a menudo hostil paraje de una hoja en blanco.
Después de todo, la no expresión también expresa y el silencio es una efectiva forma de lenguaje. Bien merecen entonces un homenaje-
Enrique Vila- Matas
Quinteto- Anagrama
Por Daniel Salinas Basave
Decía el escritor casi ágrafo Robert Walser que escribir que no se puede escribir, también es escribir. Luego entonces, es perfectamente posible que un narrador con tanta imaginación como el catalán Enrique Vila – Matas pueda escribir una interesantísima obra sobre los escritores que no escriben.
“Bartleby y compañía” es un libro realmente sui generis y aunque en el caso de un autor tan atípico como Vila- Matas el calificativo suena casi a pleonasmo, lo cierto es que esta nueva obra no parece tener un punto de comparación o un padrino literario a la vista.
Habrá que empezar por aclarar que no se trata de una antología ni de un diccionario biográfico de autores poco conocidos o subterráneos. Tampoco se podría afirmar que es un ensayo, aunque por momentos lo parece y si bien es cierto que arrastra elementos de ficción y cierta trama, sería inexacto llamarlo novela.
Digamos que es un texto híbrido con todo el sello de un Vila – Matas que sin pretender erigirse en teórico de historia de la literatura, diserta, recrea e imagina anécdotas, palabras e ideas de aquellos escritores cuya obra completa está contenida en unas cuantas hojas o de plano en ninguna.
La historia del síndrome de la agrafía la escribe Vila –Matas a través de un personaje sin nombre, de quién sólo sabemos que trabaja en una sombría covacha burocrática y tiene una enorme joroba en su espalda.
Un día, el jorobado decide romper su ágrafa maldición que arrastra desde hace 25 años y se da a la tarea de rescatar a todos aquellos personajes que pese a ser geniales, se pelearon con la escritura, o por lo menos con la publicación.
El personaje, según sus propias palabras, pretende escribir un libro de hojas en blanco repleto de notas de píes de página que disertan o explican una obra inexistente.
Para ello invoca la figura de Bartleby, el escribiente que jamás escribió, aquel personaje de Herman Melville que laboraba dentro de una oficina de Wall Street y que a cualquier encargo respondía siempre que prefería no hacerlo.
Bartleby era un escribiente que siempre estaba inmóvil frente a la hoja de papel, pero que se negaba a dejar ahí una sola letra suya.
De acuerdo con la teoría del personaje de Vila –Matas, hay seres que pasan su vida como Bartleby, con una pluma en la mano de la que salen muy pocas o ninguna letra.
Entonces empiezan a desfilar por sus páginas una serie de personajes de distintas épocas y lugares a los que hermana su vocación de decir no a la palabra escrita y publicada.
De entrada encontramos a las “R” las más célebres de la agrafía: Rimbaud y Rulfo. El primero puso el punto final de sus obras completas a los 19 años y el resto de su vida lo dedicó a traficar marfil y esclavos en África y Arabia sin volver a escribir una letra más. El segundo se transformó en la piedra angular que definiría el rumbo de la literatura mexicana con Pedro Páramo y El llano en llamas, para después sumergirse en 30 años de absoluto silencio.
Pero a la par de estos célebres ejemplos, Bartleby y compañía incluye una serie de escritores que lue-go de haber escrito unas cuantas páginas geniales, decidieron voluntariamente tirar la pluma a la basura. El austriaco Bobi Bazlen, el francés Clément Cadou, el suizo Robert Walser, el español Pepín Bello, quien jamás publicó una página en su vida y sin embargo figura como uno de los exponentes de la generación del 27 o el francés Joseph Joubert que se pasó la vida entera preparando un libro que jamás escribió, son solo algunos de los bartlebys que Vila- Matas, o su extraño personaje, rescatan en su obra.
Un sencillo y singular homenaje a la palabra no escrita y la eterna promesa literaria. Una breve historia de la literatura que pudo ser, de la idea que jamás se transformó en letra, de esos miles y miles de libros que se han escrito en las cabezas de incontables bartlebys y que no fueron capaces de sobrevivir a la enorme travesía que recorre una idea desde su gestación en una mente humana, hasta el a menudo hostil paraje de una hoja en blanco.
Después de todo, la no expresión también expresa y el silencio es una efectiva forma de lenguaje. Bien merecen entonces un homenaje-