Eterno Retorno

Monday, October 06, 2003

El fin de semana no fue en esta ocasión un oasis redentor. La elelvadisima pila que traía el jueves y el viernes no pudo ser redimida por un sueño reconfortante. El insomnio volvió a hacer de las suyas y se encargó de sacudirme con crueldad. ¿Estoy nervioso? ¿Estoy verdaderamente angustiado? Los días 2 y 3 de octubre traje la vibra en punto hard core. Hacía un buen rato que no me clavaba con tanta pasión en un trabajo periodístico, un asunto cargado de buenas dosis de adrenalina y tensión. Debo aceptar que este reportaje me tiene bastante emocionado, pero al mismo tiempo estoy bastante tenso por los efectos que pueda traer su publicación. Es una dura sensación darte cuenta que aquello que creías una simple hipótesis o un rumor como tantos es la pura realidad. Es muy cabrón el ir arrojando luz sobre aquello que estaba oculto e irlo develando, poco a poco, como todo un detective. Porque eso he sido en este pinche caso en concreto, un detective en todo el sentido de la palabra.
Luego de dos días intensos de mucho café y poco sueño, llegó la noche del viernes y yo no podía relajar la mente. Manejaba a toda velocidad y traía mucha necesidad de escuchar metal a todo volumen. Para cenar Carolina preparó un sabroso y enorme salmón con aceituna y perejil. Bebimos mucho vino, blanco y tinto. Escuchamos Calamaro , Pink Floyd y Piporro. Ya en la madrugada cogimos deliciosamente en la sala. El sueño no fue reparador. El sábado no cruzamos la puerta de la casa. Carolina preparó un pastel de chocolate. Yo pasé la tarde entera leyendo los Siete cuentos góticos. Un par de vasos de Chivas, un poco de música y el día se fue simplemente en chinga sin que pudiera tan solo dormir una siesta. Por la noche me atacó de nuevo mi amigo el insomnio. Ya he narrado anteriormente que mis crisis de insomnio no consisten en dificultad para conciliar el sueño a la hora de ir a dormir. Me duermo rápido, pero despierto en la madrugada y me es imposible recuperar el sueño. La madrugada del domingo, mientras Carol dormía, la pasé leyendo textos al azar y por mis manos pasaron El diario de un pendejo de Nachón, La llama doble de Paz, Nadja de Bretón y La sociedad feudal de Bloch. Para hacer honor a mi fiel compañero el insomnio, me reventé también Funes el memorioso de Borges. Al ama-necer me quedé medio dormido y tuve sueños extraños, en los que mi cuerpo se contorsionaba en cámara lenta. El domingo fuimos a Popotla, comimos una rica paella que había preparado Carol y bebí mucho vino blanco. Por la noche rentamos una película, mi receta perfecta para dormir, pues casi nunca aguanto ver una película completa (solo un partido de futbol es capaz de mantener mi atención en una pantalla por más de dos horas) La película en cuestión era La hija del Canibal. Dicho y hecho me quedé jetón pero a las 3:00 a.m. abrí los ojos y desde entonces estoy despierto. Necesito desenchufarme un poco, pero está máquina no se para y está a punto de descarrilar.