Eterno Retorno

Monday, September 29, 2003

Ni una sola gota de cerveza en todo el fin de semana. Eso sí es para destacar- Espero mantener esta conducta durante el Otoño y el Invierno. Al menos ya no está el calor como pretexto o justificación inmejorable para destapar una botella tras otra. Además, la cerveza ya me empieza a ahuevar y cada vez me vuelvo más exigente. Si no es Tijuana, Heineken, Guiness o Negra Modelo, prefiero abstener-me de beber. La Tecate y derivados, son con todo respeto, una mentada de madre al buen gusto.
Limitaré mi consumo a vino tinto y blanco, sin excluir el Jack Daniels, el Chivas y los buenos tequilas, mezcales y derivados de agave. Así sucedió este fin de semana y así deseo que suceda en los siguientes.
El sábado, una botella de Santa Helena tinto para acompañar una deliciosa pizza de camarón y anchoa que preparó Carolina en el horno y el domingo, tres vasitos de tequila Oro Azul para bajar un caldito de res y un suculento pescado frito. A veces, soy feliz bebiendo con moderación.


Durante este año he trabajado muy duro investigando un tema referente a la adulteración de gasolina. Lo que publico hoy en la portada del periódico es tan solo la punta del iceberg de algo mucho más profundo. De cualquier manera, no hablaré de ello, pues desde hace un tiempo me hice la firme promesa de no escribir nada referente a mis asuntos profesionales en este espacio. Es lo más sano.
Sin embargo, tanto he trabajando en este tema que el pasado jueves estaba decidido a escribir un cuento y cuando se me mete una idea literaria a la cabeza, es peor que ser poseído por un demonio. Primero imaginé un relato corto, pero después de darle insistentes vueltas al asunto, me di cuenta que mi mente tenía dibujada una novela. Una creación estructurada bajo las formas más convencionales de la narrativa, en rigurosa tercera persona, al más puro estilo Balzac, con un narrador todo poderoso que sabe vida, obra y pensamientos de sus personajes, así como para que me odie Fernando Vallejo, con nombres, apellidos y referencias geográficas, para darle una buena patada en el culo a la postnarrativa. Alguien podrá pensar que mi personaje existe, pero es una novela y lo narrado es absolutamente ficticio, aunque el fenómeno que alimentó mi inspiración es real. Mi personaje es un empresario gasolinero, codicioso, edípico y perversamente puto. He pensado que la noveluka se llame Hedor a naftaleno. El jueves pasado, mientras participaba en una mesa redonda con el alcalde de Palermo, empecé a garabatear su posible comienzo, que es este:


- Fue por culpa del olor a gasolina; ¿sabes? he escuchado que es afrodisíaco-
Las palabras de Ferdinand provocaron la carcajada de su madre que hacía varios minutos había extraviado la mirada en el Pacífico, tiempo suficiente para que su nieve de limón con vodka acabara de derretirse.
Ferdinand no podía recordar exactamente en donde había escuchado o leído sobre las propiedades afrodisíacas del combustible. Acaso habría sido en algún píe de página de su adorado libro de litografías de Tom of Finland, aunque no podía estar seguro. De cualquier manera, poco le importaba recordar el origen de la afirmación. Desde hacía algún tiempo, a Ferdinand solo le preocupaba divertir a su madre y la forma más efectiva para hacerla reír, eran sus confesiones impúdicas- ...continuará-