Periodismo y literatura
A mucha gente le gusta defender la hermandad entre periodismo y literatura e incluso consideran que son lo mismo. Yo antes quería tener fe en esa afirmación. Hoy en día pienso que es un simple cliché bastante gastado.
Acaso mi criterio obedezca a los estados de ánimo tan distintos en los que me sumerge cada uno de estos universos. La literatura es vicio, placer, pasatiempo, un Carpe Diem en si mismo que no aspira a llegar a nada. No es un medio o un camino, es un fin en sí mismo, un no va más.
El periodismo en cambio es ante todo un sendero, una serie de pasos para llegar a algo, un arma o una herramienta que vale en la medida de su trascendencia en el plano real.
Mi condicionamiento y comportamiento neuronal es diferente cuando me sumerjo en la literatura. En cambio, al llevar a cabo una tarea periodística, se requiere una mentalidad racional, lógica, detectivesca, que analice ante todo efectos y reacciones. Pero la diferencia sustancial, el abismo insalvable que separa a la literatura del periodismo, es la búsqueda de la verdad. Podríamos entrar en relativismos y decir que la verdad absoluta no existe y que será siempre un concepto absolutamente subjetivo. Ello no modifica este abismo. La cuestión es de búsqueda y vocación. El periodista debe aspirar ante todo a la verdad, a buscarla, revelarla y defenderla. Si como periodista no tienes sed de verdad, pues entonces estás jodido. Con la literatura en cambio sucede lo contrario. Desconfío demasiado de aquellas creaciones literarias que aspiran a la verdad. Hay cierta gente que concede valor a las obras literarias que aseguran basarse en un hecho real y creen que una novela vale en la medida que se apega a los hechos. Eso escupirle a la literatura, en cuyo reino no existe ni debe pretender existir la verdad. Más bien admiro a aquellos escritores que tienen la endemoniada sagacidad de engañar bien y bonito a su lector, de ponerle trampas y decirle al oído las peores mentiras. ¿Qué sentido tendría tratar de comprobar la existencia del Aleph en una vieja casa de Buenos Aires o exigir la grabación de los monólogos de Ulises?
En los etéreos parajes de la literatura, la verdad es una triste limitante de la insuficiencia humana. En el periodismo lo es todo.
Por lo demás, debo señalar con brutal honestidad, el paso del tiempo en esta profesión me ha en-señado a respetar al periodista. En lo general, siento más respeto por un periodista (ojo, un verdade-ro periodista, no un lacayo de funcionarios y candidatos) que por un escritor. El periodismo es un oficio que requiere estómago, imaginación y huevos. Con todo hijos de puta que somos, con toda la mierdez que sudan nuestras venas.
Por los literatos, salvo muy raros casos, no puedo sentir respeto. En el fondo y perdón por lo marxista de mi teoría, pero el suyo es un oficio burgués, ocioso, intrascendente para la sociedad. Seamos re-alistas ¿Para que chingados sirven los encuentros culturales? ¿A quién carajos le cambia la vida una lectura? ¿Que diablos es toda esa escoria vomitiva que llamamos cultura? Los periodistas somos un mal necesario. Los literatos ni siquiera son necesarios- ¿Cuándo ha aprendido un literato a romperse la madre? ¿Cuándo han visto a los ojos de un rostro desfigurado por las balas? ¿Cuándo han sentido ese perverso placer de saber que lo que escribiste el día anterior le está causando una ulcera a un pinche político corrupto? Sí, los periodistas somos terriblemente efímeros, nuestra obra dura apenas unas horas alzada cual trofeo en las manos de los voceadores en un crucero, pero ese fugaz paso por la vida antes de transformarse en papel de desecho cambia vidas, rompe madres y le provoca muchos dolores de estómago. Lo que mis dedos tecleen en este momento, podrá ser leído mañana por más de 10 mil personas y en la mayoría de los casos, le romperá la madre a alguien (y es que yo pienso que sino le rompes el hocico a alguien cada cierto tiempo, mejor dedícate a Sociales) ¿Que pinche culto-rozo de premios Conaculta y similares podrá presumir más de 100 lectores efectivos? Seamos realis-tas, ninguno. Sus libros son regalados a sus amanerados amigos de la misma pandilla cultural el día que compartieron el vino barato de la presentación y después se fueron a empolvar a algún olvidado librero.
Lo confieso, amo demasiado a la literatura, es mi vicio y mi karma, pero siempre sentiré más respeto por quien practica un buen periodismo, libre de ataduras y compromisos y me siento muy orgulloso de desempeñar este oficio (que no profesión) En cambio, los culturozos y teorreícos cada vez me en-ferman con más facilidad y mis botas Doctor Martínez están sedientas de patear algunos culos.
Periodismo cibernético
Al oficio que desempeño y del que me alimento y sobrevivo desde hace más de siete años lo han que-rido matar en muchas ocasiones. Jodanse teorreícos, como bien dice mi colega Ángel Ruiz, somos un mal necesario. Hierba mala nunca muere, o como bien dice Eskorbuto, nos cerraron todas las puertas, nos amarraron con cadenas, queriendo somos la peste, del hijo puta sistema-
Al periodismo, al igual que a la literatura, me lo han condenado a muerte casi compulsivamente. Los terorreícos aseguran que la era digital lo condenará a la tumba. Que digan lo que quieran, el asunto no me ofende. Era más fácil que la radio o la televisión lo mataran y mira, aquí seguimos, vivitos y coleando. Además, el periodismo impreso en papel logra un matrimonio casi perfecto con el ciberné-tico. Coincido con Ángel en el sentido de que cualquiera puede transformarse en periodista. No se necesita estudiar para ello (yo jamás estudié comunicación ni nada parecido) ni se necesita tener un aura divina ni una iluminación poética. Más bien se requieren estómago, huevos y una dosis de ma-soquismo. Si el papel muere y se da paso a la pantalla, pues que bueno, ahí estaremos para alimen-tarla. De cualquier manera no creo que maten al papel así de fácil. En los países más digitalizados, como es el caso de Japón, es precisamente dónde los periódicos tiran más ejemplares, cientos de miles al día. En Estados Unidos sucede lo mismo.
El New York Times anunció hace unos años que su última edición en papel saldrá en el 2018. Peor para ellos. Con una palm o una lap top jamás podrás matar una mosca ni cubrir el piso de las cagadas del perro o la pintura fresca. Tampoco podrás hacer un gorrito ni se podrá tapar un pordiosero por la noche. El periódico, por donde le veas es más útil. La computadora es su complemento, no su sucesora y el Internet ha llegado a engrandecerlo, no a suplantarlo.
Ahí por febrero me permití anotar en este blog los mejores discos del 2002.Dado que el 2003 está por terminar y he adquirido tantos discos, me permito aquí anotar aquellos que más han deleitado mis oídos.- No necesariamente son discos editados este año, pero yo los adquirí en 2003 y eso es lo que cuenta.
Los grandes discos del año:
- Hamerfall: Crimson Thunder--- Heavy metal puro, ortodoxo, sin menjurjes ni betunes de colores estrafalarios. Estos caballeros templarios de Escandinavia no se anduvieron por las ramas y me regalaron la mejor obra de heavy clásico en lo que va del Siglo XXI-
- Sick of it All: Live on a Dive- Yo no se que tiene el buen Hard Core que me pone tan chin-gonamente positivo. Es algo así como una extrema agresividad feliz, dar patadas con buena vibra. Slam puro. Me refiero al Hard Core verdadero, heredero de Minor Threat y no de punkitos imbéciles pelos verdes. En ese sentido, estos neoyorquinos se pintan solos. Cuando mi ánimo está a abajo, al mejor aspirina se llama Sick of it All-
Blind Guardian A night at the Opera- Los bardos de la Selva Negra se aventaron un disco de esos que hacen época y que es tan bueno, que cada nueva escucha enseña algo nuevo. Un disco potente y majestuoso, operístico y heavy, con todo y su baladita en español al más puro estilo Scorpions y su opus de 14 minutos y medio, destinado a transformarse en en Inagadda da vida del power metal.
Arch Enemy, Anthems of Rebelion- La voz de la bella Angela le sigue rompiendo la madre a muchos cantantes masculinos disque death metal, mientras que la música de los hermanos Amott tiene esa capacidad de mantener la melodía en los momentos más crudos. Arch Enemy me sigue sonando a un Carcass graduado con honores en la Universidad de Gothenburgo-
Entombed- Inferno- Los padrinos del metal muerte en Estocolmo le han metido cierto toquecito roc-kandrollero a sus composiciones. Me gusta en esos radivales saltos de una lúgubre lentitud doom a un furioso speed- Y que me disculpe Cervantes por la odiosa comparación, pero este disco es herma-no del Hell,s Unleashed, nueva producción de la banda del mismo nombre, que al igual que Entombed, es originaria de la capital de Suecia-
Iron Maiden- Dance of Death- Todavía no escucho ni digiero del todo este disco como para afirmar que me es familiar, pero este Maiden en su nueva fase de sexteto y con su vocación de elaborar rolas largas empieza a conquistarme. No more lies, Wildest dreams y Dance of death empiezan a sonar cada vez más seguido en mis bocinas, aunque todavía no me enamoro de este disco.
Metallica: St Anger: Lo adquirí con muchas reservas, predispuesto a echar pestes y enviarlo sin esca-las a la basura, pero esta pandilla me dio una grata sorpresa. Luego de las horribles decepciones de Load y Reload, el buen Lars Ulrich recuperó el bataqueo seco y duro y por fortuna los toques speed y el bajeo corrosivo hacen olvidar esos imperdonables coqueteos nu metal y su pinche vocación de ahi-jados bastardos de MTV-
A mucha gente le gusta defender la hermandad entre periodismo y literatura e incluso consideran que son lo mismo. Yo antes quería tener fe en esa afirmación. Hoy en día pienso que es un simple cliché bastante gastado.
Acaso mi criterio obedezca a los estados de ánimo tan distintos en los que me sumerge cada uno de estos universos. La literatura es vicio, placer, pasatiempo, un Carpe Diem en si mismo que no aspira a llegar a nada. No es un medio o un camino, es un fin en sí mismo, un no va más.
El periodismo en cambio es ante todo un sendero, una serie de pasos para llegar a algo, un arma o una herramienta que vale en la medida de su trascendencia en el plano real.
Mi condicionamiento y comportamiento neuronal es diferente cuando me sumerjo en la literatura. En cambio, al llevar a cabo una tarea periodística, se requiere una mentalidad racional, lógica, detectivesca, que analice ante todo efectos y reacciones. Pero la diferencia sustancial, el abismo insalvable que separa a la literatura del periodismo, es la búsqueda de la verdad. Podríamos entrar en relativismos y decir que la verdad absoluta no existe y que será siempre un concepto absolutamente subjetivo. Ello no modifica este abismo. La cuestión es de búsqueda y vocación. El periodista debe aspirar ante todo a la verdad, a buscarla, revelarla y defenderla. Si como periodista no tienes sed de verdad, pues entonces estás jodido. Con la literatura en cambio sucede lo contrario. Desconfío demasiado de aquellas creaciones literarias que aspiran a la verdad. Hay cierta gente que concede valor a las obras literarias que aseguran basarse en un hecho real y creen que una novela vale en la medida que se apega a los hechos. Eso escupirle a la literatura, en cuyo reino no existe ni debe pretender existir la verdad. Más bien admiro a aquellos escritores que tienen la endemoniada sagacidad de engañar bien y bonito a su lector, de ponerle trampas y decirle al oído las peores mentiras. ¿Qué sentido tendría tratar de comprobar la existencia del Aleph en una vieja casa de Buenos Aires o exigir la grabación de los monólogos de Ulises?
En los etéreos parajes de la literatura, la verdad es una triste limitante de la insuficiencia humana. En el periodismo lo es todo.
Por lo demás, debo señalar con brutal honestidad, el paso del tiempo en esta profesión me ha en-señado a respetar al periodista. En lo general, siento más respeto por un periodista (ojo, un verdade-ro periodista, no un lacayo de funcionarios y candidatos) que por un escritor. El periodismo es un oficio que requiere estómago, imaginación y huevos. Con todo hijos de puta que somos, con toda la mierdez que sudan nuestras venas.
Por los literatos, salvo muy raros casos, no puedo sentir respeto. En el fondo y perdón por lo marxista de mi teoría, pero el suyo es un oficio burgués, ocioso, intrascendente para la sociedad. Seamos re-alistas ¿Para que chingados sirven los encuentros culturales? ¿A quién carajos le cambia la vida una lectura? ¿Que diablos es toda esa escoria vomitiva que llamamos cultura? Los periodistas somos un mal necesario. Los literatos ni siquiera son necesarios- ¿Cuándo ha aprendido un literato a romperse la madre? ¿Cuándo han visto a los ojos de un rostro desfigurado por las balas? ¿Cuándo han sentido ese perverso placer de saber que lo que escribiste el día anterior le está causando una ulcera a un pinche político corrupto? Sí, los periodistas somos terriblemente efímeros, nuestra obra dura apenas unas horas alzada cual trofeo en las manos de los voceadores en un crucero, pero ese fugaz paso por la vida antes de transformarse en papel de desecho cambia vidas, rompe madres y le provoca muchos dolores de estómago. Lo que mis dedos tecleen en este momento, podrá ser leído mañana por más de 10 mil personas y en la mayoría de los casos, le romperá la madre a alguien (y es que yo pienso que sino le rompes el hocico a alguien cada cierto tiempo, mejor dedícate a Sociales) ¿Que pinche culto-rozo de premios Conaculta y similares podrá presumir más de 100 lectores efectivos? Seamos realis-tas, ninguno. Sus libros son regalados a sus amanerados amigos de la misma pandilla cultural el día que compartieron el vino barato de la presentación y después se fueron a empolvar a algún olvidado librero.
Lo confieso, amo demasiado a la literatura, es mi vicio y mi karma, pero siempre sentiré más respeto por quien practica un buen periodismo, libre de ataduras y compromisos y me siento muy orgulloso de desempeñar este oficio (que no profesión) En cambio, los culturozos y teorreícos cada vez me en-ferman con más facilidad y mis botas Doctor Martínez están sedientas de patear algunos culos.
Periodismo cibernético
Al oficio que desempeño y del que me alimento y sobrevivo desde hace más de siete años lo han que-rido matar en muchas ocasiones. Jodanse teorreícos, como bien dice mi colega Ángel Ruiz, somos un mal necesario. Hierba mala nunca muere, o como bien dice Eskorbuto, nos cerraron todas las puertas, nos amarraron con cadenas, queriendo somos la peste, del hijo puta sistema-
Al periodismo, al igual que a la literatura, me lo han condenado a muerte casi compulsivamente. Los terorreícos aseguran que la era digital lo condenará a la tumba. Que digan lo que quieran, el asunto no me ofende. Era más fácil que la radio o la televisión lo mataran y mira, aquí seguimos, vivitos y coleando. Además, el periodismo impreso en papel logra un matrimonio casi perfecto con el ciberné-tico. Coincido con Ángel en el sentido de que cualquiera puede transformarse en periodista. No se necesita estudiar para ello (yo jamás estudié comunicación ni nada parecido) ni se necesita tener un aura divina ni una iluminación poética. Más bien se requieren estómago, huevos y una dosis de ma-soquismo. Si el papel muere y se da paso a la pantalla, pues que bueno, ahí estaremos para alimen-tarla. De cualquier manera no creo que maten al papel así de fácil. En los países más digitalizados, como es el caso de Japón, es precisamente dónde los periódicos tiran más ejemplares, cientos de miles al día. En Estados Unidos sucede lo mismo.
El New York Times anunció hace unos años que su última edición en papel saldrá en el 2018. Peor para ellos. Con una palm o una lap top jamás podrás matar una mosca ni cubrir el piso de las cagadas del perro o la pintura fresca. Tampoco podrás hacer un gorrito ni se podrá tapar un pordiosero por la noche. El periódico, por donde le veas es más útil. La computadora es su complemento, no su sucesora y el Internet ha llegado a engrandecerlo, no a suplantarlo.
Ahí por febrero me permití anotar en este blog los mejores discos del 2002.Dado que el 2003 está por terminar y he adquirido tantos discos, me permito aquí anotar aquellos que más han deleitado mis oídos.- No necesariamente son discos editados este año, pero yo los adquirí en 2003 y eso es lo que cuenta.
Los grandes discos del año:
- Hamerfall: Crimson Thunder--- Heavy metal puro, ortodoxo, sin menjurjes ni betunes de colores estrafalarios. Estos caballeros templarios de Escandinavia no se anduvieron por las ramas y me regalaron la mejor obra de heavy clásico en lo que va del Siglo XXI-
- Sick of it All: Live on a Dive- Yo no se que tiene el buen Hard Core que me pone tan chin-gonamente positivo. Es algo así como una extrema agresividad feliz, dar patadas con buena vibra. Slam puro. Me refiero al Hard Core verdadero, heredero de Minor Threat y no de punkitos imbéciles pelos verdes. En ese sentido, estos neoyorquinos se pintan solos. Cuando mi ánimo está a abajo, al mejor aspirina se llama Sick of it All-
Blind Guardian A night at the Opera- Los bardos de la Selva Negra se aventaron un disco de esos que hacen época y que es tan bueno, que cada nueva escucha enseña algo nuevo. Un disco potente y majestuoso, operístico y heavy, con todo y su baladita en español al más puro estilo Scorpions y su opus de 14 minutos y medio, destinado a transformarse en en Inagadda da vida del power metal.
Arch Enemy, Anthems of Rebelion- La voz de la bella Angela le sigue rompiendo la madre a muchos cantantes masculinos disque death metal, mientras que la música de los hermanos Amott tiene esa capacidad de mantener la melodía en los momentos más crudos. Arch Enemy me sigue sonando a un Carcass graduado con honores en la Universidad de Gothenburgo-
Entombed- Inferno- Los padrinos del metal muerte en Estocolmo le han metido cierto toquecito roc-kandrollero a sus composiciones. Me gusta en esos radivales saltos de una lúgubre lentitud doom a un furioso speed- Y que me disculpe Cervantes por la odiosa comparación, pero este disco es herma-no del Hell,s Unleashed, nueva producción de la banda del mismo nombre, que al igual que Entombed, es originaria de la capital de Suecia-
Iron Maiden- Dance of Death- Todavía no escucho ni digiero del todo este disco como para afirmar que me es familiar, pero este Maiden en su nueva fase de sexteto y con su vocación de elaborar rolas largas empieza a conquistarme. No more lies, Wildest dreams y Dance of death empiezan a sonar cada vez más seguido en mis bocinas, aunque todavía no me enamoro de este disco.
Metallica: St Anger: Lo adquirí con muchas reservas, predispuesto a echar pestes y enviarlo sin esca-las a la basura, pero esta pandilla me dio una grata sorpresa. Luego de las horribles decepciones de Load y Reload, el buen Lars Ulrich recuperó el bataqueo seco y duro y por fortuna los toques speed y el bajeo corrosivo hacen olvidar esos imperdonables coqueteos nu metal y su pinche vocación de ahi-jados bastardos de MTV-