Platicando en la Revo con viejo diario Ulyses Piel de Vaca, al que cruelmente abandoné por una querida llamada blog-
- Puedes escupirme, puedes mentarme la madre si te apetece. Si consideras que lo mejor es matarme, pues dale, adelante mi amigo piel de vaca, tienes todo el derecho de hacerlo y yo, honestamente no podría tener cara para reclamarte.
Mi mano ha perdido el pulso. Estoy, creo yo, más acostumbrado al tecleo compulsivo que la dulce deslizamiento de este artefacto amigo llamado pluma que antes peinaba la desolada estepa del blanco papel como una ágil patinadora danzando en el hielo.
Es por la mañana (el niño sale de la cabaña, con su caña, para ir a pescar diría el cuento chino) Aquí estoy, colgándole otro instante más al collar de la vida, aguardando una mentirosa redención que no llega. Estoy desayunando en el cruce de Calle Séptima y Revolución, justo bajo las sombrillas del Am, frente a los congales, que a esta hora (pero solo y únicamente a esta hora) tienen a bien dormir. Me gusta la vibra de la mañana, o más bien dicho cierta vibra mañanera específica que se te infiltra en las venas. Sobre todo si la mañana en cuestión tiene esa personalidad otoñal tan propia de otros lares. Me gustan las mañanas, sobre todo aquellas mañanas en que puedo mirar la tempestad sin hincarme. La mañana es un traje que le sienta bien a algunos días y a ciertas personas. Extraño algunas mañanas extranjeras, de acento anglosajón, de olor a cocina de otros países. Me gustan las mañanas urbanas, demencialmente urbanas. Me gustan las mañanas Starbrucks, entre rascacielos y olor a bagel. Me gustan las mañanas de periódicos frescos en lengua incomprensible. Y yo tengo ganas de es-cribir una novelucha lodozamente negra, una encarnación blacker than darkness. Lo único que pue-do afirmar, vista la situación, es ya traigo cargando una buena dosis de tiempo mi vivido en mi espalda y rostro, pero hoy hasta mi bestia interior con todo y su instinto asesino, a tenido a bien quedarse bien jetona. En la mesa de a lado un par de pochos amanecidos recetan una lección de la más selecta gramática spanglish. Las teiboleras salen de los antros recién bañadas, vestidas de civil, con la inocultable máscara de la juerga tatuada en los ojos. Muertas de sueño se dirigen a dormir la mona apierna suelta. Ahí van, pantalón ajustado, chamarra de mezclilla, pelo mojado recogido en cola de caballo. La amarga paz del vencido en la guerra y la absoluta desolación postorgásmica se explican en la imagen de una aburrida y soñolienta teibolera que abandona el changarro luego de 10 horas de tubo y manoseo (cuando el tubo se transforma en tedio)
Sí Calamaro, sí existen los horarios esclavos. Transfórmate por un instante en un zoólogo extrate-rrestre que contempla a la especie humana y redacta un informe científico sobre sus códigos de conducta. El Informe debe llamarse Cuaresma y Carnaval. ¿Quieres comprender a la humanidad? Contempla la fila del Am a las 7:30 de la mañana y vuelve a contemplarla a las 19:30 de la tarde. En este instante la gente se amontona en la máquina de café. Dentro de 12 horas se amontonarán frente al refrigerador de cervezas. La humanidad se empeña en ser fiel a sus dos papeles. Cuaresma y Carnaval, Apolo y Dionisio, Retorno, Eterno Retorno, tan endiabladamente preciso. Nuestros códigos de conducta normados por el movimiento de rotación de un planeta y su específica colocación frente al Sol. .. Feliz fin de semana, luego le sigo con este desvarío Piel de Vaca
- Puedes escupirme, puedes mentarme la madre si te apetece. Si consideras que lo mejor es matarme, pues dale, adelante mi amigo piel de vaca, tienes todo el derecho de hacerlo y yo, honestamente no podría tener cara para reclamarte.
Mi mano ha perdido el pulso. Estoy, creo yo, más acostumbrado al tecleo compulsivo que la dulce deslizamiento de este artefacto amigo llamado pluma que antes peinaba la desolada estepa del blanco papel como una ágil patinadora danzando en el hielo.
Es por la mañana (el niño sale de la cabaña, con su caña, para ir a pescar diría el cuento chino) Aquí estoy, colgándole otro instante más al collar de la vida, aguardando una mentirosa redención que no llega. Estoy desayunando en el cruce de Calle Séptima y Revolución, justo bajo las sombrillas del Am, frente a los congales, que a esta hora (pero solo y únicamente a esta hora) tienen a bien dormir. Me gusta la vibra de la mañana, o más bien dicho cierta vibra mañanera específica que se te infiltra en las venas. Sobre todo si la mañana en cuestión tiene esa personalidad otoñal tan propia de otros lares. Me gustan las mañanas, sobre todo aquellas mañanas en que puedo mirar la tempestad sin hincarme. La mañana es un traje que le sienta bien a algunos días y a ciertas personas. Extraño algunas mañanas extranjeras, de acento anglosajón, de olor a cocina de otros países. Me gustan las mañanas urbanas, demencialmente urbanas. Me gustan las mañanas Starbrucks, entre rascacielos y olor a bagel. Me gustan las mañanas de periódicos frescos en lengua incomprensible. Y yo tengo ganas de es-cribir una novelucha lodozamente negra, una encarnación blacker than darkness. Lo único que pue-do afirmar, vista la situación, es ya traigo cargando una buena dosis de tiempo mi vivido en mi espalda y rostro, pero hoy hasta mi bestia interior con todo y su instinto asesino, a tenido a bien quedarse bien jetona. En la mesa de a lado un par de pochos amanecidos recetan una lección de la más selecta gramática spanglish. Las teiboleras salen de los antros recién bañadas, vestidas de civil, con la inocultable máscara de la juerga tatuada en los ojos. Muertas de sueño se dirigen a dormir la mona apierna suelta. Ahí van, pantalón ajustado, chamarra de mezclilla, pelo mojado recogido en cola de caballo. La amarga paz del vencido en la guerra y la absoluta desolación postorgásmica se explican en la imagen de una aburrida y soñolienta teibolera que abandona el changarro luego de 10 horas de tubo y manoseo (cuando el tubo se transforma en tedio)
Sí Calamaro, sí existen los horarios esclavos. Transfórmate por un instante en un zoólogo extrate-rrestre que contempla a la especie humana y redacta un informe científico sobre sus códigos de conducta. El Informe debe llamarse Cuaresma y Carnaval. ¿Quieres comprender a la humanidad? Contempla la fila del Am a las 7:30 de la mañana y vuelve a contemplarla a las 19:30 de la tarde. En este instante la gente se amontona en la máquina de café. Dentro de 12 horas se amontonarán frente al refrigerador de cervezas. La humanidad se empeña en ser fiel a sus dos papeles. Cuaresma y Carnaval, Apolo y Dionisio, Retorno, Eterno Retorno, tan endiabladamente preciso. Nuestros códigos de conducta normados por el movimiento de rotación de un planeta y su específica colocación frente al Sol. .. Feliz fin de semana, luego le sigo con este desvarío Piel de Vaca