Hoy me corté el pelo. Ciertamente no quedé pelón como más de uno hubiera deseado, pero si me reduje la longitud unos cuantos centímetros, digamos unos cuatro dedos en posición horizontal. Yo me siento rapado, pero para efectos de los criterios fascistas yo sigo trayendo el pelo largo. La verdad me veo como grunchero y eso no es mi sueño.
Acudí al mediodía y fui atendido por un jotolón gordo y cachetón con el pelo pintado de rubio, algo de lo más pintoresco, no se si llamarlo grotesco o chistoso.
El mariconcete resultó ser muy estricto. - No muevas la cabeza. Estate quieto- Ah como te mueves güero- Mientras me regañaba se dedicaba a platicar con sus otros amigos jotolones, aunque después se tomó la libertad de decirme que mi pelo se vería mejor corto. En algún otro lugar he escuchado esa pendeja recomendación que siempre ignoro. Le dije que mi pelo fue hecho para ser largo y que sería muy triste desperdiciarlo en unos cuantos milímetros. Ello me hizo recordar las enormes odiseas por las que ha pasado mi cambiante cabellera que ahora ya no se si es corta o larga. A lo largo de mi existencia he estado dos veces pelón al cero absoluto, pero también he tenido la mata casi hasta las nalgas. Detesto los estilos formales. Hoy nomás no doy conmigo. El estilo ejecutivo no se acopla a mi. Mi pelo es como un sistema político en transición, una socialdemocracia con nostalgia por la incurable matudez.
Acudí al mediodía y fui atendido por un jotolón gordo y cachetón con el pelo pintado de rubio, algo de lo más pintoresco, no se si llamarlo grotesco o chistoso.
El mariconcete resultó ser muy estricto. - No muevas la cabeza. Estate quieto- Ah como te mueves güero- Mientras me regañaba se dedicaba a platicar con sus otros amigos jotolones, aunque después se tomó la libertad de decirme que mi pelo se vería mejor corto. En algún otro lugar he escuchado esa pendeja recomendación que siempre ignoro. Le dije que mi pelo fue hecho para ser largo y que sería muy triste desperdiciarlo en unos cuantos milímetros. Ello me hizo recordar las enormes odiseas por las que ha pasado mi cambiante cabellera que ahora ya no se si es corta o larga. A lo largo de mi existencia he estado dos veces pelón al cero absoluto, pero también he tenido la mata casi hasta las nalgas. Detesto los estilos formales. Hoy nomás no doy conmigo. El estilo ejecutivo no se acopla a mi. Mi pelo es como un sistema político en transición, una socialdemocracia con nostalgia por la incurable matudez.