Y uno vuelve, irremediablemente, a quedar desierto de palabras- También de recuerdos y de sentido-
Leí los textos de Gerardo Ortega e inevitablemente recordé aquel verano de 1993 en que me puse a jugar a la poesía. Aquí, en el lugar más inapropiado, en medio de la sala de redacción, caigo en la cuenta de que hay intentos de poemas de aquella épo-ca que puedo recitar de memoria. Aquí va un par de suspiros prófugos del pasado. Se vale reír-
Nostalgia que impregnas mi alma en tormento, sepultas mi risa, inundas mi averno...
Nostalgia que has desteñido del día un blanco rostro, preparas al alba tu fuga y a la sombra el advenimiento
Nostalgia que sumisos esperamos, abriendo el alma en la penumbra, cobija, Nostalgia suicida, pinta a tras luz la mirada.
Déjame caer en tentación, abandóname desnudo en las garras del pecado,
no me diluí en los cielos arrodillado ante el vacío, pues el elixir del mal contiene gotas sublimes.
Mi piel se desgarra en tu universo, tu boca sabe a catarsis pagana
Sed carnal, mi nombre empapando tu pecho.
Por lo demás, debo aceptar que no soy hombre de poesía, aunque aprecio mucho el poder encontrar un poema tatuaje.
Noche oscura de San Juan de la Cruz, es uno de mis poemas favoritos. El ser ateo y un radical anticristiano, no me prohíbe disfrutar a los poetas místicos. San Juan de la Cruz es un fuera de serie y lo conocí por sugerencia de Pablo Urquiza en un lejano 1989.
Por lo demás, soy sincero cuando afirmo que Un hombre fuma su cansancio, incluido en El árbol de Blake, ya está entre mis poemas de cabecera.