Pasos de Gutenberg
Andjela
Vladimir Arsenijevic
Alfaguara
Por Daniel Salinas Basave
Para lograr dimensionar las huellas que un conflicto bélico deja en el espíritu de una sociedad, no hay mejor receta que la literatura.
Una obra narrativa bien lograda y libre de pretensiones didácticas o moralizantes, puede superar los efectos del ensayo o la crónica periodística.
Sin pretender dar explicaciones, respuestas o justificaciones, Andjela, novela del narrador croata Vladimir Arsenijevic, nos entrega un desgarrador retrato de la sociedad balcánica que vivió la guerra civil de principios de los 90.
Si bien la historia no es en modo alguno una crónica personalizada de la masacre fraticida que fragmentó la ex Yugoslavia y apenas hace alusiones indirectas al conflicto bélico, sus personajes reflejan el trauma y la depresión de una sociedad con-vulsionada por la tragedia.
La herida dejada por el conflicto balcánico está abierta y aún sangra. Esta guerra, que le dio el adiós al Siglo XX europeo en el mismo lugar que le dio la bienvenida, modificó el mapa de la Europa central y oriental, además de hacer brotar fantasmas nacionalistas y fanatismos religiosos que se creían sepultados.
Mucho se ha hablado del Sitio de Sarajevo, de Milosevic como criminal de guerra, de la masacre de civiles bosnios, de los campos de concentración, de los bombardeos sobre Kosovo, pero poco o nada se dice de como era la vida de un ciudadano serbio, croata o macedonio durante el conflicto.
A menudo la televisión otorga a las guerras una personalidad espectral, lejana, ajena a todo aquello que pueda oler a cotidiano, haciéndonos olvidar que detrás de los miles de muertos en el campo de batalla, hubo personas con deseos, sueños y frustraciones.
Los personajes de Andjela, habitantes de todos del Belgrado de principios de la pasada década, son seres sombríos y deca-dentes, carentes de expectativas, pero incapaces de asimilar la insignificancia de sus vidas.
Sin saber a ciencia cierta si hay algo que justifique su existencia, en medio de un ambiente hostil y enviciado, Andjela y su esposo se rebelan, inconsciente e irracionalmente, contra el absurdo que los envuelve.
Su panorama es desolador: habitan los suburbios de una ciudad devastada, ambos son desempleados, adictos a la heroína, tienen frecuentes peleas y carecen de expectativas futuras, pero aún así se empeñan con un instinto casi animal en tener un hijo.
Narrada en rigurosa primera persona por el esposo de Andjela, la novela de Arsenijevic deja en segundo plano el aspecto anecdótico par trazar una ruta interior.
Serbia devastada por la guerra y la hambruna, es el telón de fondo de esta ruta íntima. Salvo por la muerte del hermano de Andjela en el frente casi al inicio de la novela, los personajes son políticamente indiferentes al conflicto que transcurre frente a sus vidas como una fatalidad apocalíptica inevitable que envuelve sus personalidades ya de por sí fatalistas.
La voz del narrador plantea desde el primer párrafo sus crudos dilemas existenciales y nos envuelve en su mar de dudas, pero al mismo tiempo profundiza en la descripción de la personalidad de Andjela y el efecto que en ellos tiene el nacimiento de su hija Helena.
“Jamás he logrado encontrar en la existencia algo que, por lo menos parcialmente, la justificara; sin embargo en mi calidad de matrushka más insignificante, tampoco me conformaba con el hecho de que en la construcción universal, yo no significaba nada”, afirma el narrador al inicio de la novela.
Andjela es un personaje complicado y tormentoso, aparentemente insensible, que nunca pierde su condición enigmática. Su esposo en cambio es un ser lleno de dudas e inseguridades. A su alrededor hay toda una serie de seres marginales, viciosos y profundamente desdichados
Queda claro que Arsenijevic no pretende un mensaje político, ni mucho menos lecciones morales Simplemente muestra la crudeza de la guerra tatuada en el espíritu de unos cuantos ciudadanos serbios que inconscientemente se niegan a que sus vi-das acaben de ser destrozadas.
Andjela fue escrita con el apoyo de la Casa Refugio Citlaltépetl de la Ciudad de México, un refugio de escritores exiliados y perseguidos en sus países de origen.
Llama la atención que la traducción del serbio al español, misma que corrió a cargo de Dubravka Suznjevic, reproduce ciertas expresiones típicas de la jerga mexicana, concretamente de la capital del país, lo que no deja de parecer simpático. Tan acostumbrados estamos a que los traductores reproduzcan el “slang” de España, que ya resulta extraño el ver una traducción a la mexicana.
Vladimir Arsenijevic nació en Pula Croacia en 1965. Su primera novela, Al fondo de la cala, fue todo un suceso en Europa Central.
Andjela es apenas su segunda novela y parece destinada a ser un punto de referencia, no solamente por el hecho de que su autor sea el primer exiliado en asilarse en la Casa del Refugio Citlaltépetl, sino porque sus personajes le ponen rostro a uno de los conflictos bélicos más crueles del siglo pasado. Quizá junto con el filme británico- macedonio titulado Antes de la lluvia, Andjela se convierta en un hito literario de la pesadilla balcánica.