Eterno Retorno

Thursday, February 20, 2003



La escritora más vendida de Tijuana

¿Quieren saber quien es la escritora de Tijuana que puede presumir más libros vendidos? Fácil, se llama Erika Lara. Se le puede encontrar afuera del Palacio Municipal vendiendo sus libros en plena calle como quien vende tamales en un carrito.
Eso sí que es humildad literaria. A ver ¿quien de ustedes, señores escritores se atrevería a salir a la calle todos los días a ofrecer sus libros de ocho de la mañana a tres de la tarde a cada persona que entre al Palacio? Porque no crean que nada más se queda parada la doñita. No. Te insiste que le compres su librito y te recomienda poemas. Gana por insistencia. Y vende
La conozco desde hace algún tiempo. Incluso le hice un reportaje. La edición de sus dos libros, Poemas que nacen del co-razón I y II, fue financiada por ella misma. En honor a la verdad sus poemas son pésimos. Son espantosamente malos. Imagi-nen un poema típico del Rincón Creativo de Frontera, para que se den una idea. Pero lo mejor de todo es que ella no lo sabe y es feliz en su mundo.
Al menos está totalmente libre del mal vicio de las teorreas literarias, a los que algunos son tan afectos. No sabe de poetas malditos, surrealistas o beat. No conoce teorías de verso, rima y métrica. No le interesa saber quien fue Mallarme o Rimbaud. Tampoco está enterada de que según cierto teorréico compulsivo, ya vivimos en la época de la post- literatura. Simplemente le vale la madre. A ella le interesa escribir lo que nace de su corazón y aunque el corazón produce bodrios literarios, ella sien-te que tienen la calidad suficiente para ser vendidos. Y la gente los compra. Tal vez, como es el caso de los funcionarios pú-blicos, ceden a su terquedad (no es fácil quitársela de encima), aunque existe más de una doñita que realmente se enternece con sus poemas.
Y aquí valdría la pena un debate. Según la teoría de Nicolás Cabral, esta doñita no debería ser llamada escritora ( Cito tex-tualmente las palabras de Nicolás: “No, no soy tan democrático: no le concedo a cualquiera el derecho a escribir. Quien no lee no tiene derecho a escribir. Soy elitista. Me considero un aristócrata al que sólo le falta el dinero para ejercer los derechos de su clase a toda ley. Hay demasiados libros, demasiados libros malos”). Pero resulta que esta doñita, dentro de su total igno-rancia de teorreas literarias, se dedica a escribir (según la teoría de Yepez, contraria a la de Cabral, cualquier grafómano es escritor, o así lo entiendo yo) y vive únicamente de lo que produce su pluma. No tiene otro ingreso. A 50 pesos el librito y ya agotó dos ediciones de mil ejemplares cada una. Yo la he visto vender 24 libros en un solo día ¿Quien de ustedes, señores es-critores, puede presumir eso? Me atrevo a afirmar que después de Crosthwaite, es la escritora tijuanense que más libros ha vendido. Sí, es una poeta terriblemente ingenua y sus textos son de una cursilería insoportable, pero escribe y mal que bien, es leída. Estoy seguro vende mucho más que cualquier puetasto del Conaculta o de los premios estatales, cuyos libros yacen empolvados en alguna apartada mesa de literatura local en una librería universitaria. Por supuesto, los puetastros son seres te-rriblemente dignos que jamás se rebajarían a vender su librito en la calle. Quieren que uno vaya, lo compre en la librería y lo rescate del cementerio. El resultado, es que los únicos libros que distribuyen los teorréicos puetastros, son los que le regalan a sus compinches que acudieron a emborracharse con vino malo a la presentación. Seamos honestos, nadie compra por gusto o curiosidad auténtica los libros de Conaculta o los premios estatales. Y ojo, yo se que las ventas no son el parámetro para cali-ficar a un escritor, pero Erika Lara no tiene el apoyo de una gran editorial, ni es un motivador barato con delirios de pestilente misticismo como Paulo Cohelo o Carlos Cuauhtémoc. Es simplemente una doñita que escribe poemas cursis. Y arriesga en su empresa, porque si sus libros no se venden, ella es la que pierde dinero, pues paga de su bolsa la edición. En cambio, los teo-rréicos puetastros no invierten un centavo partido por la mitad. Ahí está papá gobierno para pagarles (con el dinero de todos nosotros) sus ediciones condenadas al cementerio y hasta el Padre Kino de bote que consumen en la presentación.
En resumidas cuentas, la escritora más vendida de Tijuana, es una verdadera lección de humildad literaria...Y NO SE ANDA CON CHINGADERAS-